La pausa en la imposición de aranceles será para 75 países que no han tomado represalias contra EE.UU. es una claudicación en toda regla, los asesores que han hecho retorcer el rotulador de la infamia. Es fuerte con los débiles y débil con los fuertes. Tiene un ego que se lo pisa y necesita un canal de televisión para el dolo, para que le llamen el ano.
El presidente Donald Trump anunció la suspensión de los aranceles que anunció el 2 de abril pasado, durante 90 días, para más de 75 países.
Mediante redes sociales, el mandatario refirió que la suspensión será porque dichos países no han tomado represalias contra EE.UU.
Lo que es evidente es que Trump es un bocazas, un "cantamañanas" y un matón de barrio.
Señor presidente no se meta con China porque tiene 700.000 millones de deuda de EEUU que puede vender para 'tumbar' al dólar.
Si Pekín la vendiese de golpe, podría provocar una gran crisis en el país norteamericano.
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Por qué un empresario español debería evitar hacer negocios con EE.UU. bajo una administración Trump
Si yo fuera un empresario español, me abstendría completamente de hacer negocios con Estados Unidos durante los cuatro años en los que Donald Trump ocupe la Casa Blanca. La razón es simple: no se puede construir una estrategia empresarial sostenible sobre la base de la incertidumbre constante.
Los negocios no se improvisan. En sectores como la agricultura, la ganadería o la pesca, los ciclos de producción requieren años de planificación, inversión y contratación de personal. No se puede sembrar hoy pensando solo en lo que ocurrirá dentro de 90 días. Lo mismo aplica para la industria del calzado, por ejemplo: fabricar un zapato no es cuestión de un día. Se necesitan tejidos, cuero, caucho, gomas... todo esto se adquiere con antelación, se almacena, se transforma y se ensambla. Es una cadena larga que exige previsibilidad y estabilidad en los mercados.
Bajo una administración como la de Trump, esa estabilidad desaparece. Las decisiones se toman de forma repentina, muchas veces impulsiva, y lo que es válido hoy puede dejar de serlo mañana. No hay seguridad jurídica. Los tratados comerciales, aranceles o normativas pueden cambiar de la noche a la mañana. Y cuando eso sucede, el que paga las consecuencias es el empresario que ha invertido tiempo, dinero y recursos en una estrategia que ya no sirve.
No se puede trabajar con un país que genera incertidumbre como política de gobierno. Si uno quiere vivir tranquilo, sin el riesgo de sufrir un infarto o, peor aún, la ruina de su negocio, lo más sensato es mirar hacia otros mercados donde haya reglas claras y estables.
En cuanto a la Bolsa, ese es otro asunto: ahí se mueven números, no dinero tangible. Las operaciones bursátiles viajan por cuentas electrónicas, pero eso no garantiza que se puedan hacer efectivas en cualquier momento ni que estén respaldadas por una economía predecible.
En resumen: mientras Estados Unidos esté gobernado por una administración que convierte lo imprevisible en norma, ningún empresario serio debería jugarse su futuro haciendo negocios allí. La economía necesita confianza, y la confianza no se construye con tweets ni giros inesperados.
Ramón Palmeral