El problema de Marruecos en la vida política y social española

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El problema de Marruecos surge en todo su esplendor en el verano del año 1921 [por del desastre de Annual en el Rif].
El Desastre del 98, hacia que la actividad colonial española se redujera exclusivamente a África.
Tras el Tratado de junio del año 1900, la presencia española en Guinea quedó reducida a menos de la décima parte de lo que en teoría trataba dicho Tratado, así como la mitad de lo que le correspondía también en Río de Oro, es decir el Sáhara.

Sin embargo la presencia internacional española estuvo siempre marcada por el norte de Marruecos, donde la presencia de las ciudades de Ceuta y Melilla se veían en la necesidad de mejorar su situación defensiva respecto a las aspiraciones de los pueblos indígenas del norte de Marruecos, que las atacaban continuamente desde el año 1893.
España había sido una potencia ultramarina hasta el año 1898, pero esto cambia y ahora lo que intenta su política exterior era garantizar a un lado y otro del estrecho de Gibraltar la españolidad de los mismos.
Debemos saber que el dominio del estrecho de Gibraltar es fundamental al ser un centro estratégico y comercial de primer orden. Marruecos suponía la posibilidad de expansión más lógica y además suponía unir a España en la política internacional.
Portugal hacía tiempo que había desaparecido de Marruecos, pero había otras potencias que tenían intereses en el territorio marroquí como era el caso de Inglaterra. Esta tenía una fuerte presencia en el Peñón de Gibraltar y querría mantener un status quo que protegiera sus intereses comerciales, de forma que a ambos lados del estrecho hubiera un poder débil, principalmente en Tánger, por eso se prefirió a España antes que a Francia.

De este modo se convierten España y Francia en competidoras por el territorio de Marruecos y donde finalmente Francia se quedo con las zonas más ricas del Protectorado marroquí.
La estrategia que desarrollaron los franceses fue a través de una penetración pacífica y esta estrategia fue desarrollada por el general francés Lyautey. Los políticos y militares franceses trataban a España de forma despectiva pues nos acusaba de una gran ineptitud colonizadora e impotencia económica, porque basaron su estrategia en disminuir el área de influencia española en Marruecos.
España carecía en aquellos momentos históricos de peso en la política internacional y se vio obligada a acabar aceptando los acuerdos impuestos por Francia, una vez que los franceses habían acordado con el resto de las potencias. Además del interés que tenía Inglaterra en la zona, Alemania también los tenía.
Más que la voluntad expansionista española que como vemos era muy reducida, la actuación española en Marruecos se explica por la descomposición política que se estaba dando en nuestro país.

Francia y España mantuvieron contactos diplomáticos desde el año 1902, para delimitar las distintas áreas de influencia en el norte de África. Francia propuso un Tratado que dejaría a España con la zona norte del río Sebú, lo que hubiera supuesto el control de una zona agrícola rica y ciudades como Fez.
Sin embargo, España no se atrevió a firmar el Tratado por el miedo a que Gran Bretaña no aceptara tal reparto. Mientras tanto, Francia y Gran Bretaña acordaron que los ingleses se quedaran con Egipto en este reparto colonial y Francia con Marruecos.
Como consecuencia de estos acuerdo, Francia ofreció un nuevo Tratado que limitaba la presencia española a la zona comprendida entre los ríos Uerga y Muluya, mucho más al norte que la anterior propuesta y que era una región muy pobre y montañosa, quedando excluida la ciudad de Tánger, que era una posición clave.
El Tratado fue formado en octubre del año 1904 y fue impuesto por los franceses y no se publicó en España, porque fue aceptado de forma vergonzosa por los políticos españoles.
El embajador español en París, que era en ese momento León y Castillo, dijo: “que lo que durante años fue una política de esperanza ahora ya no es más que una política de defensa ante las crecientes exigencias de los franceses”.

A sugerencia de Alemania, se reunieron en Algeciras en el año 1906 una conferencia en la que se internacionalizaron los intereses económicos generales, mientras que fueron reconocidos también los intereses peculiares de Francia y España.
Desde entonces, Francia aprovechaba cualquier ocasión para marcar las líneas políticas de la región marroquí y la parte española sólo seguía los planteamientos franceses.
Comenzaron las negociaciones de los españoles con El Roghi en el año 1906, que era un caudillo local de la zona de Melilla con la finalidad de obtener concesiones mineras en la zona. Se constituyó en el año 1907 la Sociedad Minas del Rif. Las tropas españolas ocuparon la Restinga que era la zona minera en el año 1908.
El Roghi acabó perdiendo el apoyo de los indígenas y se producen ataques a las tropas españolas que construían el ferrocarril minero. Este es el origen de la campaña iniciada por el ejército español en el año 1909 y que supuso el traslado de más de 40.000 soldados españoles a Marruecos y que como consecuencia de este traslado militar de tropas provocó la llamada Semana Trágica de Barcelona.
Estos sucesos produjeron la muerte de más de mil soldados españoles y unos tres mil heridos, tras los enfrentamientos en el Barranco del Lobo y la toma de Gurugú. Las tropas españolas consiguieron controlar la zona y la ampliaron en unos 300 km2 más las posesiones españolas.
Se produce un grave incidente en Agadir y como consecuencia de ello Alemania abandono cualquier pretensión en Marruecos. Fue el momento en que Francia ocupó Fez, decide tomar Larache y Alcázarquivir en la zona atlántica de la costa.

Esto provoca que haya nuevas negociaciones entre Francia y España y como consecuencia de ellas Francia aumenta su poder en la zona mientras que España las disminuye.
Se produce el Tratado de septiembre del año 1912, donde se oficializa la perdida de España sobre 45.000 km2 y donde debe aceptar la internacionalización de Tánger y a no fortificar la zona costera.
Si seguimos a García Prieto, este Tratado, permitía a los imperialistas españoles campo suficiente para su expansión pero al mismo tiempo también satisfacía a los partidarios del recogimiento de España.
España empezó a emplear las llamadas tropas indígenas y de ahí surgen los regulares del ejército español, con lo cual se facilitaba la ocupación en Marruecos, pero a pesar de esto nunca dejó de haber problemas en la zona.
Uno de los problemas que existía en el Protectorado español era las divergencias que había entre los altos mandos militares. Entre ellos destaca el general Fernández Silvestre que era amigo personal de Alfonso XIII y que era partidario de la acción militar inmediata a pesar de los criterios de los Comisarios existentes en el Protectorado.
El presidente español Conde de Romanones impuso durante la Primera Guerra Mundial una política de contemporizar y para ello nombró como Alto Comisario en esta zona a Gómez Jordana que solo permitía las acciones imprescindibles militares y lo basaba todo en los procesos de diálogo político.

Como consecuencia de los distintos Tratados, el territorio marroquí español era sólo la vigésima parte del que disponía Francia. En cuanto a la población, mientras que en el territorio ocupado por Francia vivían unos nueve millones de habitantes, en el Protectorado español eran solamente unos 650.000 habitantes.
El territorio español en Marruecos era la zona más pobre y estaba afectado tradicionalmente de agudas sequías, lo que provoca éxodos temporales a las zonas agrícolas controladas por los franceses para recoger las cosechas.
La zona del Protectorado español se distinguía por la dificultad de terreno porque era muy montañoso, lo que hacía muy difícil las respuestas militares. Para el general Goded decía que el territorio era un auténtico caos.
En esta región, la tribu estaba formada por clanes en cuya forma de vida, la violencia y la guerra jugaban un papel importante en sus vidas. Los clanes y las familias estaban unidas entre sí por una especie de pacto de sangre que llamaban lif que preveía la venganza obligada en caso de ofensa. El adulterio tenía la misma pena y las prácticas violentas formaban parte de los ritos de iniciación a la pubertad.
El general Martínez Campos describía así este tipo de organización:
“Los hombres acostumbrados a carreteras, a caminos o, cuando menos, a senderos de montaña; hombres, además recién llegados de un ambiente en que la guerra se miraba como algo intolerable; hombres, finalmente, que nunca habían luchado y, al otro lado, la marroquí que eran gentes no sólo acostumbradas a pelear sino para quienes la guerra estaba conectada con el pan de cada día”.
Una característica típica de la guerra del Rif fue la periódica y brusca alteración del ánimo de los indígenas que pasaban de la sumisión a la insurrección con enorme facilidad.
Los rifeños y los indígenas estaban mal armados y sus fusiles provenían del ejército español o de un contrabando en el que solían salir malparados y la munición era rellenada para ser de nuevo empleada.
El general Berenguer decía que la guerra marroquí se basaba siempre en una extraordinaria movilidad. Se producían ataques por sorpresa de los indígenas que no solían ser masivos sino que consistían en pequeñas emboscadas, ataques seguidos de bruscas retiradas y el famoso paqueo que consistía en un continuado hostigamiento.
Si seguimos a los análisis del general Berenguer lo más engorroso y lo que costaba más bajas era el paqueo. Esto obligaba a los españoles a mantener posiciones defensivas en fortines o blocaos y a acudir mediante patrullas a socorrer a los puntos atacados en veranos tórridos.
A diferencia de otros países europeos el vigor africanista de la sociedad española fue muy poco. Sin embargo, la influencia costista, el africanismo español a comienzos del siglo mantenía una actitud positiva.
Sin embargo, enseguida se dieron cuenta los políticos españoles y como reconocía el propio Gabriel Maura, no podía ser la colonia cómoda y barata que muchos políticos deseaban.
España que era una potencia de segundo orden, se sentía obligada a una presencia en el norte de África por razones de prestigio internacional, pero que no obtenía de ella ninguna rentabilidad económica significativa.
Un conocido periodista francés afirmaba que las posesiones africanas era la única carta de presentación que le queda a España en el concierto europeo. El coste de la aventura en Marruecos ha sido valorado en más de 6.500 millones de pesetas, una cantidad que era detraída de la modernización del país.

El presupuesto español que se había conseguido equilibrar después de las reformas tributarias realizadas a finales del siglo XIX, volvió al déficit a partir del año 1909. El aumento provino mayoritariamente por los gastos militares que provocaba la guerra marroquí y sin apenas ingresos de la zona.
Los intereses capitalistas de una minoría de la burguesía española explican esta actuación en el norte de África Estos intereses jugaron un papel importante pero solamente durante un corto periodo de tiempo y sobre todo al inicio del conflicto.
El volumen total de la inversión española en Marruecos fue muy reducido. El mineral de hierro extraído era exportado totalmente a España y era un mineral de gran calidad, pero no llegó al millón de toneladas hasta bien entrada la década de los años veinte.

Cánovas del Castillo decía que quien domina una orilladle estrecho de Gibraltar acabará por dominar las dos. Sin embargo estas frases eran pura retórica cuando se fue consciente de que las ventajas que obtenía España en esta aventura militar eran mínimas.
Los políticos españoles se vieron obligados a la permanencia en el norte de África por motivos de prestigio internacional, pero al mismo tiempo eran conscientes de los costes del mismo y de la impopularidad que generaban en la mayoría de la población española dicha presencia.
La clase policía se mostraba resignada a la presencia en Marruecos y tan sólo el conde de Romanones y De la Cierva se mostraban partidarios de una acción más decidida de España en Marruecos.
Los disidentes de los partidos de turno usaban el problema marroquí para atacar a quien estaban en el poder por la impopularidad de dicha presencia. Dentro del partido conservador debemos destacar los ataques que pronunciaba Sánchez de Toca contra Maura al inició y posteriormente contra Eduardo Dato.
Entre los propios republicanos e intelectuales predominó una actitud de resignación. Dentro del panorama español solo el republicanismo de izquierda y el movimiento obrero español mostraban su deseo de abandono del norte de África.
La campaña socialista contra los decretos de levas militares con el eslogan “O todos o nadie” donde los privilegiados que pagaban 3.000 pesetas eran excluidos de hacer el servicio militar, de esta forma el PSOE consiguió la firma de más de 400.000 personas.

Debemos saber que el número de desertores en el ejército español aumentó de forma muy significativa. Las condiciones de vida en el ejército español en África eran tan penosas que había más muertos por enfermedades que por bajas de los enemigos.

Canalejas le dijo a un general del ejército “que nosotros no podemos sostener la situación económica crítica impuesta a la Nación por los gastos militares en África”. Los militares veían como eran criticas sus actuaciones por no contar con los medios necesarios.
Marruecos jugó un papel determinante en la vida política española. El general Primo de Rivera escribió al conde de Romanones diciendo “España, en este caso, se asemeja a un viudo a quien la esposa hubiera dado muchos disgustos y, a poco de perderla y costear arruinándose, los gastos del entierro, decidiera casarse de nuevo con otra menos rica y de peor carácter”.
Marruecos como vemos fue un foco constante de enfrentamiento en la sociedad, en la política y una aventura económica ruinosa. Siendo un detonante entra la desigualdad social como se comprueba en las quintas militares donde los ricos pagando no la hacían mientras que los pobres iban si o si a ellas.