¿Quién paga todos estos gastos? Los mismo de siempre: nosotros?
El gobierno de Sánchez no puede gobernar. No ha podido hacer ni una sola vivienda social, debe aprender de Franco que hizo cientos de miles de ellas en toda España. Y no es apología, sino decir la verdad.
El último año rosa de los Franco
La última vez que la familia se reunió fue en la exhumación del Valle de los Caídos y para el reparto de la herencia tras el fallecimiento de la matriarca, Carmen Polo
Franco murió el 20 de noviembre de 1975 y a partir de ese momento se inició la Transición, un proceso democrático en España que fue un ejemplo de tolerancia y respeto, tanto por parte de los partidos políticos como de los ciudadanos. No había lugar para los resentimientos. Ahora, parece que es todo lo contrario. Muchos olvidan y otros desconocen lo que fue ese paso que tanto empeño pusieron los que se llamaron padres de la democracia. La familia Franco, que lo fue todo durante esos años de poder, también tuvo su evolución. Una vez que Carmen Polo abandonó El Pardo, el palacio se reconvirtió –una vez redecorado– en 1983 en la residencia de los mandatarios extranjeros que visitan nuestro país. Los jefes de Estado –antes el Rey Juan Carlos I, y ahora su hijo el Rey Felipe VI– son los anfitriones en las cenas de gala que se sirven a los invitados como muestra de cortesía. Por sus salones pasearon y durmieron en su primera visita a Madrid los príncipes de Gales. En el libro de Andrew Morton, Lady Di llegó a comentar a su biógrafo que era un lugar donde se sintió muy sola, igual que le sucedió en los veranos mallorquines en Marivent.
El Pardo dejó entonces de ser el lugar donde la Guardia Mora, la unidad militar de élite de origen marroquí, vigilaba a caballo la entrada del palacio o donde Francis Franco, el nieto que –decían– era el preferido del dictador, cazaba en los montes cercanos hasta que dejó de hacerlo por carecer de permisos. En alguna ocasión, de hecho, tuvo encontronazos con la legalidad por no asumir que los tiempos eran otros. Entiéndanme. De todos los nietos, el hijo de Carmen Franco y Cristóbal Martínez-Bordiú ha sido el que más titulares desafortunados ha dado en las últimas décadas, cuando ya no había cobijo del poder omnipresente del abuelo.
Ahora, el palacio de El Pardo es un lugar que pertenece a Patrimonio Nacional y, si se busca en Google, se indica que en sus orígenes se concibió como un pabellón de caza del reinado de los Austrias. El entonces Príncipe Felipe y la periodista Letizia Ortiz lo utilizaron para recibir a sus invitados el día antes de su boda, en una cena a la que acudieron trescientos invitados entre familia y representantes de las casas reales de todo el mundo.
Esta explicación de cómo El Pardo dejó de ser sede representativa de los años oscuros resulta necesaria para comprender lo que ha sucedido en la que fue la conocida como la «primera familia». Don Juan Carlos y Doña Sofía, hasta que no reinaron, eran príncipes de España y su interés mediático era menor. Quienes salían en el «NO-DO» eran Carmen Polo, su hija Carmencita y los hijos que iban llegando. Este noticiario, de emisión obligatoria en las salas comerciales de cine antes de que comenzara la película, ofrecía imágenes edulcoradas de los Franco en todas sus versiones posibles: bautizos, Navidades, veranos, bodas, peticiones de mano o cualquier otra actividad social y lúdica, con el objetivo de vanagloriar más a la familia. Todo esto desapareció con la muerte de Franco. Durante un año, la viuda permaneció en la residencia que había sido su domicilio y el de alguno de sus nietos. Hablamos de Carmen Martínez-Bordiú y el duque de Cádiz que vivieron junto a ella con Fran, su primer hijo, hasta que se trasladaron al piso de la calle Francisco de Sales. En aquellos tiempos de esnobismo, y por orden de la abuela, el servicio debía tratar a Carmen de «alteza» y el bebé de pocos meses era «el señor». En el libro «Carmen Rossi, a mi manera» (Ediciones B) cuento cómo cada vez que había que dar de comer a Fran, la abuela decía: «Traigan el biberón para ‘‘el señor’’». Los marqueses de Villaverde se instalaron en un dúplex de seiscientos metros cuadrados en la calle Hermanos Bécquer. Todo el edificio era propiedad de Carmen Franco y fue su casa familiar hasta que murió. Una de las últimas veces que se reunieron allí fue precisamente el día antes de la exhumación del Valle de los Caídos. Y antes, para la toma de decisiones ante la importante herencia inmobiliaria que había dejado la madre a sus hijos: Carmen, Mariola, Francis, Mery, José Cristóbal, Arancha y Jaime.
Reparto de la herencia
El patrimonio familiar incluía también propiedades en Galicia, como fue el Pazo de Meirás, en Cantabria y en Andalucía; y algunas empresas en régimen de proindiviso. Francis fue, durante un tiempo, el administrador de muchos de estos bienes mientras vivió Carmen Franco. Una vez que se distribuyó la herencia, algunos de los hermanos se independizaron.
Hay que destacar de la saga Martínez-Bordiú Franco que solo mantienen sus primeros y únicos matrimonios Arancha y Mariola, que además es abuela de varios nietos. Ninguna de las dos quiso tener vertiente pública y han permanecido alejadas de los medios. María del Mar, Mery para todos, también se evaporó después de probar los beneficios de ser quien era. Escribió unas memorias casi adolescentes para una revista del corazón y su boda con Jimmy Giménez Arnau se convirtió en la primera exclusiva mejor pagada a razón de un millón de pesetas. Fue negociada por su hermano Francis, que también vendió su enlace con María Suelves. En las últimas décadas, nada se ha sabido de su paradero y solo se la ha visto en el funeral de su madre y en el Valle de los Caídos antes de la exhumación.
Las nuevas generaciones tampoco han querido visibilidad. Al que más se conoce es a Daniel, hijo de José Toledo y José Cristóbal, que tras el divorcio de sus padres, ha acompañado a su madre en fiestas promocionales y estrenos. Se casó en septiembre de hace tres años en la finca Valdefuente, sin exclusiva de por medio. Destacan en el mundo empresarial los hijos de Mariola y Rafael Ardid. Borja, Javier y Jaime se manejan como pez en el agua en el mundo inmobiliario y financiero. Cincuenta años después, los bisnietos de Franco hacen su vida al margen de sus apellidos.
Carmen Martínez-Bordiú rompió barreras
La «nietísima» se enamoró del anticuario Jean Marie Rossi y «huyó» a París con él. Fue tachada de «mala madre» por dejar a sus hijos en España. La abuela Carmen Polo vivió engañada en aquellos años. Oficialmente, había encontrado un buen trabajo en una tienda de antigüedades. El marqués de Villaverde le dejó de hablar y retomó la relación cuando falleció el hijo, Fran. La vida de Carmen, con sus claroscuros, ha sido una especie de noria afectiva con tragedias difíciles de procesar. Se separó de Rossi y ahora es feliz en Portugal.