Una reflexión sobre la situación política de Pedro Sánchez pone de relieve una serie de problemáticas que van más allá de los escándalos puntuales, como el caso de Aldama, las investigaciones objetivas de la UCO de la Guardia Civil (leales a la Justicia), o las críticas de la Oposición. El problema central radica en una combinación de factores estructurales y de gestión que han debilitado su capacidad de liderazgo, poniendo de manifiesto la fragilidad de su posición como presidente.
Desde su llegada al poder, Pedro Sánchez ha gobernado con una mayoría muy ajustada, lo que ha condicionado su capacidad para aprobar leyes y presupuestos. A pesar de ser una estrategia común en democracias parlamentarias, depender de coaliciones o alianzas tan fragmentadas ha generado tensiones internas y externas. Este escenario ha obligado al gobierno a hacer concesiones importantes, especialmente a los partidos independentistas vascos y catalanes, quienes han utilizado su influencia para negociar ventajas políticas y económicas a cambio de su apoyo. Esta dependencia no solo ha afectado la percepción de la autonomía de su gobierno, sino que también ha erosionado su credibilidad frente a una parte significativa del electorado.
La gestión de Pedro Sánchez ha estado marcada por decisiones controvertidas, promesas incumplidas y una percepción de inestabilidad. Entre los aspectos más criticados destacan:
- La incapacidad para aprobar presupuestos: Un síntoma claro de la debilidad parlamentaria, que dificulta la ejecución de políticas públicas y perpetúa una sensación de parálisis.
- La dependencia de fuerzas externas: Su alianza con grupos nacionalistas e independentistas ha generado tensiones con otros sectores políticos y sociales, siendo percibida como una entrega excesiva al chantaje político.
- La polarización social y política: Aunque no es exclusivo de su mandato, el nivel de enfrentamiento político se ha intensificado en su gestión, contribuyendo a una fragmentación social que dificulta la gobernabilidad.
El aislamiento político de Sánchez quedó especialmente patente al conmemorarse los 48 años de la Constitución del 78. Este aniversario, que debiera ser un momento de unidad, puso de manifiesto las fisuras dentro del panorama político español. Mientras algunos partidos decidieron ignorar el evento, otros utilizaron la ocasión para resaltar las supuestas contradicciones de su gobierno. En este contexto, Sánchez apareció como un líder solitario, sin el respaldo sólido que podría esperarse en un momento tan simbólico para la democracia española.
A largo plazo, el impacto de esta etapa de gobierno será evaluado en función de su capacidad para superar los retos inmediatos y construir un proyecto político coherente y sostenible. Sin embargo, el balance actual sugiere un legado marcado por la debilidad, la inestabilidad y una relación problemática con los socios parlamentarios. Esto no solo condiciona su gestión presente, sino que también podría influir en las posibilidades del PSOE en futuros comicios.
En conclusión, el problema de Pedro Sánchez no radica únicamente en los casos mediáticos o en las críticas de sus adversarios, sino en una gestión que ha sido incapaz de consolidar una mayoría sólida y en una estrategia política que ha optado por alianzas coyunturales, con alto coste político. Su desafío principal será revertir esta percepción y demostrar que su liderazgo puede ofrecer estabilidad y resultados concretos. Sin embargo, el tiempo y las circunstancias no parecen estar a su favor.
U no puede dimitir porque esta rodeado de un equipo o enjambre de "chuposteros" ´que viven de su sangre.
Ramón Palmeral
Alicante, 7 del 12 de 2024
