ARTICULOS DE OPINION


Revista digital de arte, cultura y opinión en Alicante. Enlace con POESIA PALMERIANA. En estas páginas no podemos estar ajenos a lo que pasa en España ni en el mundo. Dirigida por el escritor, poeta y pintor Ramón PALMERAL. Los lectores deciden si este blog es bueno, malo, o merece la pena leerlo. El periodismo consiste en decir lo que a algunos no les gustaría leer.

jueves, 29 de agosto de 2024

La pintora Juana Francés cumple 100 años (de su nacimiento en Alicante), por Juan Ginr Pastor, Diario Información

 

Opinión

Juana Francés cumple 100 años (de su nacimiento en Alicante)

Juana Francés junto a una de sus obras

Juana Francés junto a una de sus obras / INFORMACIÓN

 Juana Francés nació hace 100 años, el 31 de julio de 1924, en el centro de Alicante, en la plaza hoy llamada del Ayuntamiento. Y aunque es una de las personalidades más interesantes del panorama artístico español de la segunda mitad del siglo XX, en Alicante casi no se la recuerda. Incluso la sala de exposiciones que llevaba su nombre en los bajos del edificio que la Generalitat tiene en la esquina de las avenidas de Aguilera y Óscar Esplá, desapareció al crear allí el teatro Arniches. Pero Juana Francés siempre recordó a su ciudad, a la que legó 134 obras que forman parte de los fondo del Museo de Arte Contemporáneo de Alicante, para disfrute de todos. Al igual que su legado también se reparte entre el IVAM valenciano, el Instituto Aragonés de Arte y Cultura Contemporáneos y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en Madrid. Porque Juana Francés ha sido la pintora más internacional e importante de Alicante, con hitos en el panorama artístico mundial, al representar a España en la Bienal de Venecia de 1954, 1960 y 1964. Y además, sus trabajos se han exhibido en museos de Nueva York, Bruselas, Londres, París, Sao Paolo, Venecia y otras ciudades emblemáticas del circuito artístico internacional.

Juana Francés estudió entre 1944 y 1949 en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, viajando después a París con una beca del gobierno francés para completar su formación. La obra de Juana Francés es siempre muy personal y reconocible, discurriendo indistintamente entre la abstracción y la figuración, conceptos que entiende no de manera antitética sino complementaria, como opciones diferenciadas de creaciones que tienen mucho en común. Los cuadros de su primera etapa, entre 1950 y 1953, se caracterizan por mostrar una figuración hierática y composición geométrica, con temas de traza muy tradicional: bodegones, figuras humanas, maternidades. Juana extendía el óleo sobre el lienzo con una espátula para conseguir así colores planos, de empastes muy gruesos y con ciertas reminiscencias de la pintura mural. Los hombres y las mujeres representados son figuras silenciosas, paralizadas, misteriosas, eternamente quietas a modo de estatuas, que emergen de una gran tristeza, de una infinita soledad. Aunque ya se puede apreciar su interés por la experimentación técnica, como el rayado de la materia. En una segunda fase, a partir de 1956, Juana abandonó el empleo del óleo, para desligarse de cualquier vínculo con la figuración y adentrarse así en el empleo de la materia. Es la llamada Época Informalista, una de sus etapas más fructíferas. A ese momento pertenecen obras valientes de técnicas mixtas donde el color siena, blanco o negro, regado o goteado, convive con una manifiesta violencia gestual y gran cantidad de materia. Al principio son arenas y tierras de distintos grosores y texturas para poco después incorporar material de desecho y fragmentos del medio ambiente: objetos encontrados, trozos de ladrillo, cerámica, vidrios, que aportan al lienzo la textura deseada. Inspiradas en los paisajes de las colinas y las tierras calcinadas del sur levantino, Juana crea composiciones dinámicas, abiertas y expandidas donde el fondo está trabajado con sumo cuidado. Son las obras que identifican la estética del informalismo y que unen a Juana Francés con el Grupo “El Paso”, un colectivo de artistas fundado en febrero de 1957 en Madrid, que desempeñó un papel fundamental en el proceso de normalización de una vanguardia, desorientada y dispersa desde el final de la Guerra Civil. Su coherencia plástica presenta una significación singular, teniendo en cuenta la procedencia dispar de sus miembros, la fuerte individualidad de cada uno de sus componentes, y su ideología comprometida y radical. La vanguardia significaba rebeldía, ruptura, y actitud crítica ante la realidad del momento, que suponía una misma actitud de lucha y negación de lo establecido, que los miembros de El Paso identificaron con su práctica artística. Juana Francés fue miembro fundador del grupo y la única mujer del mismo. Pero en 1958 tras las dos primeras exposiciones del colectivo, cierta crítica a su obra, provoca la salida de Juana Francés y de otros componentes de El Paso. En las últimas pinturas informalistas de Juana se adivinan formas humanoides, rostros monstruosos configurados por una masa pictórica a la que se van incorporando nuevos materiales: anteojos, esferas de reloj, piezas de radio, tuercas, enchufes, bujías, cables… Cabezas que se van encajando en escenarios urbanos, en ventanas o cajas que aprisionan a unos seres con patas o ruedas, rehenes del progreso técnico, donde el hombre está cosificado, profundamente solo en el inmenso griterío del mundo en que vivimos.

Entre 1963 a 1980 Juana Francés desarrolla su tercera etapa pictórica, una de las más reconocibles de la pintora alicantina, llamada por ella misma El Hombre y la Ciudad, y abandona poco a poco el informalismo matérico para centrar su interés en el hombre urbano, abordado desde un punto de vista existencial. De nuevo, busca inéditas formas de expresión y comienza a representar figuras humanas a base de materiales mecánicos como tornillos, cables, teléfonos, enchufes, ruedas o tuercas. En estos años aparece una preocupación constante por asuntos como el poder de los medios de comunicación o la tecnología y aparecen en sus obras imágenes de teléfonos, televisiones e incipientes computadores. Para la artista, estos elementos conducen fatalmente a la incomunicación, el aislamiento y la soledad.

Al iniciarse la década de los años 80, se produce un brusco giro en su trayectoria y Juana Francés da por terminado este momento desesperanzado y oscuro. El pesimismo y la oscuridad dan paso a la luz, al vitalismo. El color toma protagonismo mediante el empleo de la acuarela sobre papel, y las formas circulares, elípticas o circulares muestran la etapa de los llamados Fondos Submarinos y Cometas. Es una época en la que, tras la llegada de la democracia a España, el arte protesta no es tan necesario o está menos de moda. Y Juana Francés abandona la crítica social para adentrarse de nuevo en los caminos de la abstracción, plasmando de forma sutil los paisajes submarinos y los cometas. Una especie de viaje que sigue el itinerario desde el fondo del mar hasta el cielo, con el círculo y el rectángulo como figuras geométricas reconocibles. Esta etapa acabaría con su fallecimiento en Madrid el 9 de marzo de 1990.

Juana Francés hizo cosas que las mujeres no hacían normalmente en aquella época, viajando a distintos países, participando en importantes exposiciones internacionales, sin dejar nunca de buscar y experimentar modelos artísticos, y diferentes formas de entender la abstracción, mientras que sus obras revelan una postura crítica que arremete de manera simbólica contra ciertos aspectos del sistema social imperante.  

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Enlace: Juana Francés y su evolución pictórica, por Ramón Palmeral

 


                                                   (Dibujo a lápiz de Palmera 2022)

                                     "Homenaje a Juana  Francés (1924-2024)", por Ramón Palmera