(Mikel Merino se elevó como un cohete, como un chupinazo en San Fermín)
Alemania perdió como una campeona ante los diablos rojos 2-1, en uno de los encuentros es que los arios salían como favoritos y en casa, pero del chiquero salió un toro novillo Miura tuerto, desviado de cuernos de pelo rojizo y mal encarado. Fue uno de los partidos de fútbol más emocionante que he visto en mi vida, incluso mejor que la final de cuando España ganó el mundial en Sudáfrica de 2010 con el gol de Iniesta.
El respeto se gana, ganado a los grandes como es Alemania, un gran rival. La prensa habla del penalti que no existió, porque es una mano accidental, no negligente. Si el árbitro pita el penalti, hubiera dado igual, le hubiéramos ganado en el último minuto. Esta es la grandeza del fútbol: pasión, entrega, patria y sangre caliente.
Los hinchas alemanes decían en las gradas uno 70.000: "Estos españolitos son jóvenes, bajitos e inexpertos".
No es limpio ganar a base de penaltis en un campeonato de este nivel mundial. Hay que saber perder. Y también hay que ser humildes a la hora de ganar.