VIAJE AL CABO DE GATA-NÍJAR
(Gordobolo del Cabo)VIAJE AL CABO DE GATA-NÍJAR-SAN JOSÉ.
(Del 13 de junio al 15 de junio de 2006)
Por Ramón Fernández Palmeral
PRESENTACIÓN
Este
trabajo es el resultado de mi reciente viaje a Almería para la
entrevista que tenía concertada con el realizador Nonio Parejo y su
equipo de rodaje con el objetivo de participar en el documental
"Releyendo Campos de Níjar" de Canal Sur TV, más el resultado de una
inolvidable experiencia en el Parque Natural del Cabo de Gata donde
hablé con antiguos amigos, con sus gentes, admiré el mar y el paisaje en
un día de completa serenitud, y, donde, además estuve buscando un
gordolobo del cabo (Verbascum charidemi), existen otras variedades de
Verbascum, pero no es esta específica del Cabo de Gata.
Residí
varios años en San José (Almería), había llegado en 1983 desde Bilbao,
la cara y la cruz del paisaje. En el 2005 regresé a Cabo de Gata para
hacer un viaje al Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar con el objetivo
de documentar un estudio crítico comparativo entre la realidad actual de
Almería y la Almería retratada en la novela social Campos de Níjar
que publicara Juan Goytisolo en 1959 (hace casi 50 años), y como
resultado publiqué: Tras los pasos de Juan Goytisolo por los Campos de
Níjar (2005). Libro que además de impreso lo inserté en Internet página
Almería Medio Ambiente gracias a mi amigo José Javier Matamala. Gracias a
la infinita divulgación que promueve este nuevo medio milagroso, se
puso en contacto conmigo el realizador Nonio Parejo, recordándome que él
había dirigido un documental en 1984, sobre el libro de Campos de
Níjar, y ahora tenía un ambicioso proyecto con Canal Sur TV para
realizar “Documentales históricos andaluces”, por ello me propuso
hacerme una entrevista en Almería, donde yo comentara sobre la novela
social en el contexto de la novela Campos de Níjar
de los años 60 y los cambios habidos a los largo de estos cincuenta
años en la Almería actual. Además tuvo la gentileza de enviarme un CD
del documental que rodó en 1984, que es una verdadera joya sobre la
novela, y que me sirvió para profundizar todavía más en el proyecto.
La
entrevista tuvo lugar en un estudio improvisado en una de las salas
cedidas por el Hotel Barceló de Retamar, Almería, a las 13 horas del día
14 de junio de 2006.
Día 13 de junio, 17 horas
Después
de ver el partido por televisión: España-Ucrania en la Canal 4, que
había empezado a las 15 horas, correspondiente al primer encuentro de
nuestra selección nacional en los mundiales de Alemania 2006, donde, por
cierto España ganó por 4 a 0 a Ucrania, una victoria que hemos estado
esperando durante generaciones enteras. Una vez con el sabor de la
victoria del gol en el corazón, mi mujer me preparó la bolsa de viaje y
me dispuse a tomar el coche para Almería.
–No nos das un beso –inquirió mi hijo mayor.
–Claro que sí, es que como me voy sólo por dos días.
Repartidos
los besos oportunos de despedida, a mi mujer y a mi dos hijos. No sé
porque hay que dar dos besos en cada mejilla, y no uno o cinco, dos es
un número par de besos como homónimo de partida.
Una vez dueño y
amo de las riendas circulares que llaman volante del Nissan Almera, que
si nos damos cuenta es como Almería pero sin “i”, detalles que tienen
las marcas de coches, tomé la autovía A-7 dirección Murcia y Almería
sobre las 17 horas. La tarde tenía su sol encima como un huevo de
Damocles, si se me permite la expresión, o acaso es una España
incendiada como la de los ángeles cuando expulsaron del paraíso a
nuestros primeros padres con espadas de fuego, o esto es lo que me ha
quedado en la memoria o residuos bíblicos de cuando estudiaba Religión
forzosa en los años del franquismo, donde vi en dibujos del libro de
Tercer Grado al ingenuo Adán y la engañosa Eva expulsados del paraíso
terrenal, El Edén y desde entonces ganarían el pan con el sudor de su
frente, menuda faena, es decir, hacerse cargo de ellos mismos.
Mi
coche y yo éramos expulsados por la A-7 hacia el Sur caliente, hacia
Murcia y Almería, mientras repetía en mi mente la primera frase de
Campos de Níjar que quería recitar en la entrevista para el documental
de TV, quizás para impresionar un poco al espectador y demostrarle que
me sabía la lección “Recuerdo muy bien la profunda impresión de
violencia y pobreza que me produjo Almería, viniendo por la N-340, la
primera vez que la visité. Hace ya algunos años…”. Y la cuestión es que
yo iba en la misma dirección que Goytisolo casi 50 años después, él
estuvo la primera vez, creo que fue en el verano del año de 1957. La
novela fue censurada en el franquismo, luego con los socialistas fue
nombrado hijo predilecto, y ahora persona non grata, poque aquellos que
denuncian la verdad son tenidos por díscolos.
El lector de este
texto, puede tener la completa seguridad, porque yo nunca miento, que
acabo de escribir esta primera frase del libro de Níjar de memoria, y se
lo puedo demostrar cuando quieran. Me costó trabajo memorizar la frase,
porque a mi entender el orden de los complementos de la oración,
debería ser: “…que me produjo Almería, la primera vez que la visité,
viniendo por al N-340, hace ya algunos años…”. Pero si hay algo
grandioso en la literatura es precisamente la libertad de ordenación de
las frases, y la libertad del hipérbaton y las licencias métricas, qué
grande es la Literatura cuando puedo componer o escribir al dictado de
la creación como una forma de entender la escritura como un arte
grandioso, capaz de ser modelado al capricho del instinto o de la
intuición, mañas o malas artes para llevar al lector por el camino de la
escritura creativa, por el camino del arte de la escritura a través del
privado mundo, casi obsesivo del autor.
Cuando la autovía entra
en Almería, ya estamos en la Andalucía propiedad del PSOE, el asfalto
tiene la imperiosa necesidad de recibir una manta sedosa de nuevo
asfalto negro y violeta luto, pues en algunos tramos es incluso hasta
peligroso pasar a toda velocidad, otros tramos los acaban de asfaltar.
Me paré, contra mi voluntad, dicho sea de paso, en la zona de servicios
de «La Venta del Pobre», porque si bien se anuncia la zona de servicio,
no se anuncia el nombre de la misma, y cuando has pasado la curva a 120
kilómetros por hora por el carril de la izquierda, ya no te da tiempo a
tomar el desvío o carril de desaceleración, y te has pasado, y ya no hay
forma de regresar, lo cual, indudablemente debe causarle enormes
pérdidas de este área de servicios.
La entrada a Níjar se anuncia
por una especie de monumento alfarero, construido con grandes cántaros
en cuatro hileras como emblema de la cerámica tradicional de origen
árabe que aún se fabrica en esta localidad artesanal por excelencia.
Pero no entré a Níjar sino que continué hasta encontrarme el desvío
dirección sur hacia San José. Todo el campo se ha cubierto de
invernaderos, el tráfico rodado ha aumentado considerablemente desde la
última vez que pasé por aquí, hace ya algunos años. Cuando llegué al
cruce de Los Nietos Bajos, porque hay dos cortijadas con el mismo
nombre, me desvié hacia el Barranquete, para recorrer la ruta que
hiciera el viajero de la novela de Campos de Níjar, y ver los caminos
nuevos sobre el terreno por si el equipo de rodaje quería visitarlo o
hacer algunas tomas de los 11 tholos o enterramientos de la época de los
Millares que se ubican en esa zona datado sobre el año 2.330 a.C.
Lamentablemente, no encontré cartel que me indicara el asentamiento
prehistórico de los Millares del Barranquete, que por ventura aparece en
casi todos los libros de prehistoria. Las autoridades municipales de
Níjar seguro que se preguntarán ¿Y a quién le interesan cuadro piedras?
Si estuviera señalizado seguramente se acercarían turistas. Creo que
hace falta en Almería una guía de asentamientos prehistóricos. A pesar
de mis lacerantes críticas, he de reconocer que encontré muchos carteles
anunciadores del Parque Natural del Cabo Gata-Níjar, pero son de Medio
Ambiente.
Cuando llegas al Barranquete recibes una impresión
mortal, es una de las más solitarias y escondidas pedanías o núcleo
urbano anárquico de este Campo de Níjar, convertidos en campos de
invernaderos. La carretera desemboca al sur a nivel de la Rambla de
Morales, en cuyo lateral se ve una alta cárcava de las últimas lluvias,
encima, sobre el alto murallón sedimentario del barranco se ven las
casas al mismo borde del vértigo, quizás en menor medida, que las
«increíbles casas de Sorbas». Las casas del Barranquete encaladas y de
plantas bajas se asoman al rojizo murallón de un barranco, de aquí su
nombre, de tierras sedimentarías que la caprichosa Rambla de Morales ha
ido horadando a lo largo de los milenios. Al fondo, a la izquierda, se
elevan algunos viejos eucaliptos en fuga verde hacia el cielo, aquí
crecen dos tipos el blanco (corteza clara) y el negro (corteza oscura).
Entré
al poblado de Barranquete subiendo por la izquierda, unos niños iban en
bicicletas haciendo la cabritilla, una mujer llevaba a una niña detrás
de una moto sin casco, los burros han sido sustituido por motos y
ciclomotores. Pasé por la puerta del bar Sánchez; luego, siguiendo la
dirección de la calle principal, si es que existe, observo que soy
mirado por rostros de mujeres y hombres con gorras de cazador, de
rostros achicharrados por el sol, muchos se confunden con magrebíes que
han llegado a trabajar a los invernaderos. Pasé por la puerta del
colegio, hasta salir por el carril asfaltado que presenta una herida de
tierra como si por ella hubieran metido algún tubo; pero como no quise
dar la vuelta, continué mi aventura entre interminables invernaderos y
más invernaderos en barbecho, porque en este tiempo no hay frutos que
sacar.
El carril interminable me dejó en la carretera que viene
de San José y va a Ruescas. Seguí la carretera hacia Retamar, entre
ágaves americanos, sisales y henequenes, pasando por lo que se llama Las
Amoladeras, un Centro de Investigación de la Naturaleza, dejé a mi
derecha el desvío a Torregarcía y a la ermita del mismo nombre patrona
de Almería, dedicada a la advocación de la Virgen del Mar, que como he
dicho en otras ocasiones nada tiene que ver con la Virgen del Carmen.
Son dos vírgenes, dos divinidades protectoras del ambicioso mar de los
pescadores. Por fin llegué a la urbanización Retamar, compleja,
cambiada, retorcida. Poco a poco se ha ido extendiendo como los
tentáculos destructores de una medusa urbanística. Retamar pertenece al
municipio de Almería capital, es ya un emporio turístico comparable a
Roquetas de Mar, Aguadulce o Mojácar. Cerca ya del mar se han construido
hoteles en serie a cada lado de una gran avenida de dobles carriles en
un sentido y en otro, yo busqué el Hotel Barceló donde había quedado
para entrevistarme con Nonio Parejo, y preparar el plan del día
siguiente. En el momento en que llegué al hotel, ellos: Nonio, Pepe
Álvarez y otro joven de imagen y sonido, acababan también de llegar
desde Sevilla y descargaban el equipo de rodaje desde un todo terreno
metalizado en el porche del Hotel. En cuanto les vi imaginé enseguida
que eran ellos, ya que no les conocía físicamente, sino a través de
varias llamadas telefónicas que habíamos mantenido la semana anterior.
-¿Vosotros debéis ser el equipo de rodaje de Nonio Parejo?
-Si
soy yo –me respondió un hombre con bigote a lo Clark Gable, con pelo
medio largo, abundante que le tapaba un poco la frente, un pelo del
color gris casi metalizado. Vestía en plan deportivo con pantalón corto
de tipo safari, me dio una sensación de persona campechana y accesible.
Nos estrechamos las manos y percibí una sensación viril. Pepe Álvarez es observador tiene el aspecto sereno de un vikingo.
Después
de que subieran los equipajes a sus respectivas habitaciones. Tuvimos
una entrevista de primer contacto en el holl de hotel, allí sentados en
un sofá que parecían estar forrados con las rayas de la jarapa de Níjar.
Hablamos distendidamente sobre Campos de Níjar, de la literatura de los
años 50 al 60 sometida a la censura franquista. La censura es
patrimonio de las dictaduras y de los poderes totalitarios o
presidencialistas encubiertos en democracias, y la de Franco fue la de
acallar todos los desmanes de la guerra civil, la situación de los
exiliados en Europa o en América, la situación de la segunda guerra
mundial, la detención de republicanos en los campos de concentración de
Mathausen, los esclavos de Franco en la obras públicas o en la
construcción del Valle de los Caídos, la guerrilla antifranquista de
resistencia en casi todas las sierras de España.
Hablamos de
todos los temas relacionados con la novela social española de Campos de
Níjar, de Juan Goytisolo cuando estuvo rondando su novela que el propio
Nonio que la realizó y dirigió en 1984, de quien tenía muy buenos
recuerdos, porque además tuvo la fortuna de que Juan accedió a
participar en el documental con la entrevista que aparece al fuina.
Para mí este documental es un documetno histórico almeriense de suma
importancia. A mí no me cansa verlo y volverlo a ver, me sé los diálogos
casi de memeria. Preparaban el plan de trabajo para el día siguiente,
ellos, tenían que visitar a algunas autoridades almerienses y a
profesores de la Universidad. A mí me venía muy bien dejar la entrevista
para la una de la tarde, porque así tenía toda la mañana libre y podía
continuar con mis visitas por el Cabo de Gata y poder recoger datos que
me llevaran a adquirir experiencias para plasmarlo en estos folios.
-Si quieres quedarte mañana tarde con nosotros, a mí no me molesta - me dijo Nonio con su bigotazo.
-Vale, bien me quedaré una noche más.
Antes
de despedirnos hasta el día siguiente le dejé unos ejemplares de mi
libro Tras los pasos de Juan Goytisolo por los Campos de Níjar, para que
lo repartiera a modo de presente entre algunas personas a las que iban a
entrevistar al día siguiente, uno de ellos para el alcalde de Níjar.
Nos despedimos hasta el día siguiente, salí muy contento, porque mi
libro estaba sirviendo para ayudar un poquito a un documental sobre la
Almería que conoció Juan Goytisolo en varios viajes entre 1957 a 1961, y
la Almería actual, una Almería de hoy, tan desconocida como ayer y que
ya dejó de ser el trasero del España. Tomé el coche dirección a mi hotel
en la Almadraba de Monteleva en Cabo de Gata, en las salinas. Eran las
diez de la noche. Al pasar Ruescas la carretera carece de arcenes, es
estrecha y como aparecen algunos eucaliptos la oscuridad es más intensa
todavía; pasado Pujaire me llevé un gran susto cuando intenté adelantar a
una furgoneta caraván de esas que llevan detrás una bicicleta colgada a
la espalda. La carretera tiene curvas innecesarias en una zona plana,
mal señalizadas, muy oscura y mi coche no anda muy bien de faros, la luz
nunca me ha gustado, demasiado pobre. Pues bien, como no tenía prisas
decidí no adelantar al caraván, y a unos segundo me crucé con un
ciclista que venía en sentido contrario sin luces delantera ni traseras,
si me hubiera dado por adelantar con toda seguridad me lo hubiera
llevado por delante. El destino cambia en un segundo, es decir, hacer o
deshacer una cosa u otra en un momento, puede provocar un cambio total
en tu vida. Decidir es la gran baza del destino, porque decidir es un
acto de obligación y de transformación del devenir del tiempo y el
espacio en un momento clave y preciso. Tal vez lo mejor es no decidir
jamás, y someterse a la vida contemplativa de los astros a la voluntad
de Dios como los ascetas. El ciclista pasó junto a mí en un segundo, era
una masa informe y oscura, rápida, como un flash en mi vida, como un
fantasma de esos que cruzan por nuestras vidas como una señal tétrica de
ultratumba.
Llegué al pueblo de San Miguel de Cabo de Gata a las
diez y media de la noche, ya no había nadie en la calle, las farolas de
mercurio alumbraban poco, me pareció muy oscuro. Bordeé la rotonda que
anuncia seguir para las playas hacia el cabo. Tomé dirección al faro, la
noche oscurísima del primer luto, sin nada de luna, o en luna menos
cuarto, porque en estas noches de junio la luna sale casi al amanecer y
va creciendo hasta que llegué el día de San Juan en la noche más corta
del año. A unos cinco kilómetros me sorprendió, a mi izquierda como un
ángel de alas desplegadas, la alta torre de la iglesia de las Salinas o
de Almadraba de Monteleva, tan alta y cuadrada como el faro de
Alejandría. A la derecha quedaban como cuerpos fantasmales al acecho los
botes y las barcas acostadas en el rebalaje, el mar en calma, sin
rotura de olas despistadas, calladas de espuma,«rubias olas» que
escribiera Antonio Machado. No había un alma a quien preguntar por el
Hotel Las Salinas, aunque el poblado se ha hecho muy grande por
urbanizaciones nuevas, eso sí, con orden urbanístico, y continué hasta
ver la luz amarillenta del cartel que me anunciaba el hotel. Aparqué el
coche en una bocacalle, yo era el único ser visible y lo seres invibles
seguro que tomaban nota de mi llegada. Llamé al timbre del hotel y me
abrió el recepcionista, un hombre de mediana altura, muy afable
entregado a agradar al cliente. Tras el mostrador de recepción me llamó
la atención un gran cuadro al óleo de una sirena sobre un islote del
famoso Arrecife de las Sirenas, cera del faro, un título de cuadro tan
perfecto que no puede ser sustituido por ningún otro.
-Buenas noches. Tengo habitación reservada a nombre de Ramón Fernández. El coche lo he dejado en la calle, ¿estará seguro?
-Esto
está muy tranquilo porque casi siempre está por aquí la Guardia Civil,
se ponen arriba en las curvas del faro y lo controlan todo. De noche por
aquí no viene nadie, ¿si no es mucho preguntar el desayuno a qué hora?
-A eso de las nueve -le respondí porque para qué iba a madrugar si la entrevista no era hasta la una de la tarde.
-No
sé si me quedaré alguna noche más depende como vaya el rodaje del
documental sobre el viaje de Goytisolo. -le digo la verdad para darme
importancia.
-Sabe usted que yo estando haciendo la mili en Cádiz
-me desveló el recepcionista con brillo en los ojos-, vi en el
escaparate de una librería el libro de Campos de Níjar, y cuando lo vi
me creía que era de otra Níjar de la que hablaba el libro, y luego leo
que habla del Cabo de Gata, de mi pueblo, y de una sueca que estaba allí
acampada. Porque en aquellos años venía mucha gente a hacer pesca
submarina.
El recepcionista conocía el libro, que ya era gran
alegría hablar sobre esta novela encubierta en un libro de viajes. Me
dio la llave 107, que supone una habitación en un primer piso lo que
implicaba ahorrarle esfuerzos innecesarios a mi rodilla protésica. La
escalera es amplia con terrazo de almagra, las paredes decoradas con
cuadros, todos con la misma firma. Percibí que allí trabajaba un artista
pintor.
La habitación no era muy grande, olía a manzanilla,
porque todo el campo en este tiempo huela a manzanilla, tenía una sola
cama de dos cuerpos, cuarto de aseo, armario antiguo y televisor. Tomé
la cama con ganas, me puse a ver un programa de televisión que no puedo
recordar ahora y me dormí enseguida, no sin antes abrir un poco la
persiana, porque no me gusta dormir en total oscuridad ya que si me
despierto a media noche y no sé donde estoy.
Mañana del día 14 de junio
Me desperté sobre las siete y media del día siguiente, había dormido
muy bien porque si hay algo que queda es este apartado lugar del mundo
es silencio, un silencio al que uno ya no está acostumbrado a disfrutar,
sobre todo por las noches, un silencio casi desagradable. Cuando abrí
la puerta de la terraza, la temperatura era corporal como de nido con
plumas, y a la vista, que chocaba con los cerros, estaba el muro natural
y soberbio del Sabinar y la Rellana, no al mar, porque el mar te puede
torturar con el romper de olas si el poniente se pone gracioso. Mis
ojos saltaban alegres en su cuencas, o como diría Gabriel Miró "brincan y
se revuelven en su delicias". Las montañas violáceas se recortaban en
contraste con el cielo del confín, porque el sol sale en esa dirección,
por el Levante, y, gran huevo de luz aún no había superado la línea de
las crestas y era un anuncio de un magnífico día, paraíso de luz. A lo
lejos, muy lejos, aunque próximo a la vista debido a la clara luz del
amanecer, un viejo cortijo muestra la cal de sus paredes entre algunos
arbustos, y, en el repecho la línea de los cerros se difuminan entre
colores de vegetación escasa, apenas de palmitos, lentiscos y atochas de
esparto, pero el color es de un ocre claro con tonos azules que a lo
largo de las horas va cambiado de tonalidades, al ritmo de las horas sin
espera. El cielo se mostraba limpio de nubes, inmaculado como sábanas
vírgenes recién lavadas, era un día de suerte. Estuve sobre la cama,
leyendo como Proust, repasando mis notas y las lecturas hasta la nueve
de la mañana.
Bajé al bar del hotel para desayunar, el holl se
muestra decorado con abundantes y variados objetos varios, típicos de
la zona: redes, barcos de marquetería, remos..., bajo la escalera tienen
una especie de fuente con flamencos de cerámica, al fondo hay un bar
amplio con mampara de comedor, la barra era de ladrillo visto, en las
paredes se colgaban premios de gastronomía y fotografías antiguas
enmarcadas de los embarcaderos de las salinas, ya que la industria de
esa zona es y sigue siendo, en menor medida que el turismo, la
producción de sal marina, producto de gran necesidad en el organismos
por el aporte de minerales. La primera empresa fue la Unión Salinera
Española.
En el bar y pegado a la cafetera me encontré como camarero al mismo recepcionista que me había atendido la noche anterior.
-Otra vez estás aquí, hombre, no paras.
-En
el negocio de la restauración no hay horas, todas las horas son pocas.
¿Y sabe usted una cosa?, no hay forma de encontrar empleados que quieran
trabajar ni en el bar ni en el hotel.
-Sí es verdad, la gente prefiere echar una jornada intensiva pero no partida.
-Efectivamente,
-admitió el camarero- y además tenemos la construcción donde pagan muy
bien, sueldos que nosotros no los podemos pagar. Así que esto se tiene
que convertir en un negocio familiar.
Mientras desayunaba mi café
con leche y unas tostadas con mantequilla y mermelada, sentado a una de
las mesas redondas y de cristal con patas de herrería sevillana, yo era
el único cliente, estuve hablando con el camarero, porque a mí me
interesa conocer a las personas de estos lugares tan lejanos y tan
próximos a la vez, conocer sus problemas. Al fin y al cabo a los seres
humanos nos acucian los mismos problemas: la familia y el trabajo... Me
enteré que se llamaba Manolo Morales, y al fallecer el padre le dejó el
negocio. Estos hoteles son los que a mí me gustan, familiares, coquetos,
de trato directo y discretos.
Salí con el coche dirección al
faro del Cabo de Gata, en el promontorio que los fenicios llamaron
Charidemo, luego de Ágata para acabar por deformación fonética como
Gata. Sobre este promontorio se construyó en el siglo VII el castillo de
San Francisco de Pau, y sobre este castillo el faro en 1863. Antes de
que se empine la carretera para subir al faro, entré en el poblado
pesquero de La Fabriquilla, es un encanto de casas encaladas al mismo
borde del mar con escollera que se pasa el día a bofetadas con el mar.
Aquí hay varios bares y un restaurante, porque la gente vive de la pesca
y del turismo. Al final de la casas, a la izquierda, veo a varios
hombres de pie, son típicos marineros con gorrillas con anclas, que a mí
me recuerdan a los pescadores o leones marinos de la Isleta del Moro.
Al
final de La Fabriquilla, en la punta del arrecife, se halla la toma de
agua de mar para las salinas, el agua sube cuando hay oleajes y entra
por una especie de alberca y luego por unas tuberías que la conducen a
los “charcones” o “granjas” y se reparte por las plataformas o "eras".
Subí por la empinada cuesta de un carril, una vez tomado para levante y
tras unas vertiginosas curvas se ve el faro sobre el promontorio,
grande, luminoso, con sus instalaciones telefónicas, un faro que es
lanza y chorro de luz intermitente. Allí abajo está la playa de El
Corralete y una urbanización antigua, de las primeras que se hicieron
por aquí. La carretera sube y sube empinada con curvas de 360 grados
hasta Vela Blanca. Por la carretera subía a pie un hombre con su macuto a
la espalda. Una vez escalada la cumbre, arriba, en el mirador de Vela
Blanca, hay una torre vigía y unas instalaciones de telefónica. Aquí se
acaba la carretera asfaltada. Bajé del coche, y tenía dos vistas: al
Oeste o poniente hacia el faro con el arrecife de las Sirenas que fue
una chimenea volcánica y un peñón o isla tiesa como un obelisco que
llaman el Dedo e incluso algunos más devotos le denominan el Dedo de
Dios; al Este o levante hay una verja cerrada que impide el paso de los
vehículos pero permite el de los senderistas, y ante mis ojos como
metido en sueños veo el grisaceo volcánico de La Peineta (un islote con
su península de arenas), El Barronal y el Morrón de los Genoveses. Huele
a sal marina y a manzanilla, en esta fecha ya ha florecido. El mar en
mi alma arde. Al mar no le duele mi alma que palpita. El silencio es amo
del ambiente, no me espera el viento, la calma es absoluta y quieta, la
sensación espiritual y la claridad de la luz te obligan a usar gafas
de sol, toco las piedras, beso las rocas, rezo por tanta gloria natural.
¡Oh Dios mío, cómo creates esta maravilla y no me lo dijiste!
Desde aquí la vista llega a capturar la lejana silueta del cerro-morrón
de Genoveses, y hasta diviso el azul grisáceo de Torre Higuera pasado
San José, ya que las torres vigías de la costa eran visibles entre
ellas, se comunicaban de día por heliógrafos y de noche con hogueras que
hacían sobre las torres. Desde arriba se ve como en un rompecabezas la
costa, una costa salvaje, volcánica como cala Carbón, Mónsul y las dunas
de arena de Barronal, La Peineta donde tantas películas se han rodado,
el Morrón de Genoveses.
Tomé la cámara digital con la misma
liturgia con que se tomara un cáliz de salvación o «cotidiano cáliz de
la muerte» como escribiera Miguel Hernández, o un arma imprescindible
para todo turista o estudioso que pretenda dar testimonio de su paso por
este mundo. Luego ingenuamente me puse a buscar el gordolobo del cabo
(Verbascum Charidemi), el dragoncillo o la zamarrilla, vegetación
endémica del cabo por ello llevan el apellido de Charidemi. Mientras
hacía fotos a las pequeñas margaritas no blancas sino de amarillo cadmio
intenso, pequeñas y ralas, quizás plantas sometidas al viento que
procuran tener tallos cortos para adaptarse a los vientos en condiciones
de persistencia de vida. Todo el suelo era una vanidosa mancha de
flores y piedras de un peso plomizo. Toqué las flores siempre con su
eterna juventud, toqué unas piedras volcánicas cubiertas de líquenes
amarillentos y rojizos como crestas de gallos, quizás, como una forma de
percibir su alma mineral a través del tacto y cerciorarme de que yo
estaba allí arriba una mañana de las pocas en que no reina el viento de
ningún lado, cogí una piedra y la besé y luego la guardé como una
preciosa gema, como un tesoro que me traía luz a la memoria y al
recuerdo.
Mientras hacía mis fotos apareció el senderista que había adelantado antes en las curvas de la subida, era un joven alto.
-Buenos días.
Nos
saludamos mutuamente, porque en estos lugares solitarios uno se vuelve
educado, más humano, más civilizado más hospitalario, más bondadoso...
Como si quisiéramos participar o ser coparticipes de esta frágil
belleza, única y misteriosa.
-¿Cuántos kilómetros hay hasta San José? -me preguntó el senderista.
-A
unos diez kilómetros… –le respondí y estuvimos hablando, largo y
tendido, creo que yo más que él. Me dijo que era de Huelva, historiador y
que había cogido 4 días de vacaciones y pensaba llegar andando a
Carboneras.
-No te olvides de pasar por las dunas de Mónsul que
también llaman la Peineta, allí rodaron muchas películas. Ahí estuvo
Sean Cornery, Spilber e Indiana Jones en busca de el Arca perdida,
Brigitte Bardot…, luego no te olvides de pasar por los Genoveses, que
debe su nombre a una escuadra de barcos genoveses que en el siglo XII,
se guarecieron aquí para asaltar Almería.
Seguidamente le conté
al senderista la leyenda mitológica que me contó un viejo pescador de
San José, el tío Sebatián que ya murió y además tenía un restaurente en
la Calilla: “Hércules hizo la bahía de Genoveses en una noche, para
poner una de las columnas, pero cuando se dio cuenta que esto no era el
estrecho, se la llevó a lo que hoy es el Peñón de Gibraltar”.
Acompañé
al senderista hasta unos cien metros carril abajo, era hombre entendido
en historia, interesado en saberes. Tras veinte minutos estuvimos
hablando, nos despedimos y le entregué una de mis tarjetas de visita. Y
al darnos la mano me dijo que se llama Antonio, sin apellido. Nunca sabe
uno donde se puede iniciarse una amistad, aquí arriba, en Vela Blanca
desde luego que es impensable. Lo que demuestra, es que los lugares nada
tienen que ver para iniciar una conversación, sino que son las personas
las que contactan entre sí.
Subí por la angosta carretera a la
torre vigía y a la estación de Telefónica. Desde el ángulo del muro
contemplé el mar, este mar donde fondean las gaviotas, donde habitó la
foca monje, donde se ven algunas regatas, botes y traineras que pasan
como diminutas moscas de mar, dejando su estela cual si fueran mechas de
cantiles.
Luego bajé al faro del Cabo de Gata donde se abre una
explanada y un puesto de información que acababa de subir la persiana
una joven de piel canela, muy simpática con la que estuve hablando y a
la que compré unos Indalos y una guía con plano del Cabo de Gata. Ella
me envolvió los Indalos como para regalos, y en cada sobrecito que llegó
a formar con paciencia le puso una flor seca violácea, parecida a
lavanda, todo un detalle de sensibilidad
-He venido a buscar el gordolobo y no lo he encontrado, le comenté sin más.
-Si
usted busca alguna planta de aquí, va a la Fabriquilla, al bar «La
Estrella» y pregunte por Antonio, padre o hijo, y le dice que va de
parte, de la niña del Cabo, que soy yo.
Me puse muy contento,
porque por fin podría encontrarme con un entendido que me informara de
la situación de un gordolobo del cabo, porque además este mes de junio
es tiempo de floración. Aunque la joya de la corona es el dragoncillo
del cabo. Os recomiendo ver esta web sobre flora almerienses, donde en
la sección de "Galería de endemimos" podéis ver estas dos plantas y sus
flores.
Bajé a La Fabriquilla y busqué el bar "La Estrella".
Daba la casualidad que por aquí había pasado yo una hora antes, donde
estaban los hombres sentados y uno leyendo el periódico, pero no me paré
en mirar el nombre del bar. Ahora entré al bar y primero pedí un zumo
de melocotón, tenía sed. Mientras me servía el zumo observé que en la
pared había dos cuadros enmarcados con los planos de la zona, algo
amarillentos y casi ilegibles. En una esquina del mostrador se muestran
dos botellas de esas gigantes tipo brindis para los campeones de la
Fórmula Uno.
-Me ha mandado la niña del Cabo para que pregunte por Antonio, el dueño del bar.
-Pues es ese que está leyendo el periódico, es mi padre.
Salí
a la puerta, y le pregunté al hombre indicado. Había tres hombres más y
por lo general, según mi experiencia, cuando hay otros vecinos, la
gente suele hablar poco.
-Me manda la niña del Cabo para que le pregunte si sabe donde puedo ver un gordolobo.
-Con ese nombre no le conozco, ustedes tienen unos nombres y nosotros otros.
Le
indiqué como era la planta, «es una escrofulariácea, hojas grandes de
verde oliva con tallo alto con flores amarillo cadmio…», y la verdad es
que no estaba muy dispuesto a hablarme de plantas del Cabo. Así que ante
este decir que no la conocía, me di por vendido y saqué la conversación
de la pesca deportiva y sus consecuencias en el medio pesquero.
-No, la pesca deportiva no merma el pescao, un anzuelo no hace nada. Son las vacas de arrastre las que rompen los fondos.
-Las puertas… –dijo uno de los hombres con gorra de pescador con ancla en la visera- «…puertas de dos toneladas».
Las puertas, se refiere a una especie de tablas que se hunden hasta el fondo y hacen como de arados.
Luego
me acerqué hasta la alberca de entrada de agua marina para los
saladares, pero quedan muy lejos en una especie de casilla al final de
un promontorio ya arrecife. Como estaba sudoroso me acerqué de nuevo a
la habitación de mi hotel, la 107, para darme una ducha no quería ir
poco aseado a la entrevista en el Hotel Barceló que la tenía a las una
de la tarde. Me duché, y a las 12.30 tomé muy contento el camino de
Retamar. Una vez en el Hotel Barceló y apenas llegar al hall, me sonó el
teléfono móvil, era Pepe Álvarez, para decirme que me esperaba en el
bar del Hotel. La gracia era es que yo estaba a diez metros de él y no
nos habíamos visto. Así que una vez reencontrados a la vista subimos en
ascensor al tercer piso donde habían instalado una especie de estudio
provisional para rodar cerrado con la pretensión del aislamiento de
ruidos exteriores. Me hice la foto con Nonio Parejo, una foto para el
recuerdo de mi viaje.
Rodaje del día 14, al mediodía, Hotel Barceló, en Retamar
Había
preparado en Alicante unos comentarios para le entrevista, que a
continuación adjunto, y una síntesis del comentario para leer en la
entrevista.
Comentarios: EL ASPECTO LITERARIO DE LA NOVELA SOCIAL RESPECTO A CAMPOS DE NÍJAR.
1) La novela social en el contexto de la literatura española
En
realidad todas las novelas son sociales porque tratan de representar
una realidad, la realidad del hombre y su condición social en cada época
desde El Quijote pasando por La Regenta o el Jinete Polaco. Lo que a
nosotros nos interesa estudiar aquí es la que lleva la etiqueta de
“Novela social española de la década de los años 50”, novela también
llamada “Realismo social”, de “Denuncia” o de “Crítica socio-política”
como causa de la dureza de la vida en tiempos franquistas. El apelativo
social de la novela o sociológica, implica la acepción de modificar la
sociedad a través de la concienciación de los lectores, para erradicar
la injusticia social y el abuso de las burguesías dominantes. Campos de
Níjar, es una novela social encubierta en un libro de viajes de
testimonio documental.
Tras la guerra civil se pueden ver dos
corrientes la que corresponde a los que participaron directamente en la
contienda, sobre todo de exiliados Ramón Gómez de la Serna, y los
excombatientes caso de Camilo José Cela, Miguel Delibes, Zunzunegui…
Como algunos eran falangistas, Cela trabajaba como funcionario en el
sindicato vertical, de afiliación obligatoria como forma de controlar a
los trabajadores, consigue evitar la censura con La familia de Pascual
Duarte (1942), que es precursora de la novela social, luego llegará La
Colmena (1951), editada en Buenos Aires, censurada en España por su
contenido erótico y, está considerada como la novela social que inicia
este género, donde nos habla del Madrid de 1942, de miserias y
necesidades a través de las anécdotas de unos trescientos personajes.
Miguel Delibes Mi idolatrado hijo Sisí (1950); Juan Antonio de
Zunzunegui Esta oscura desbandada (1952). Torrente Ballester con la
trilogía Los gozos y las sombras (1957-62).
El éxito de estas
primeras novelas de posguerra atraen a escritores jóvenes que por edad
no habían participado en la contienda pero sí tienen influencias e
información de sus familiares directos. Los nuevos autores, muchos de
ellos nacidos ya en los años 30, algunos hijos y víctimas inocentes, que
habían subido y visto los desastres de la guerra, que son en realidad
hijos de la burguesía desencantada, algunos habían hechos fortuna en el
estraperlo, falangistas trásfugas, es decir un nuevo pesimismo
existencialista ante la angustia de las impotencias y el
nacionalcatolicismo del régimen que mantuvo en atraso al pueblo. La
Iglesia y el Estado, Franco iba bajo palio en el Concordato de 1953. La
Iglesia está más por sus intereses que por los intereses sociales del
pueblo.
Tenemos a Luis Romero La noria (1952), sobre arrabales de
Barcelona; de Jesús Fernández Santos Los bravos (1954), gentes
pueblecito leonés; Juan Goytisolo con Juegos de manos (1954) y La resaca
(1958). Encubierta crítica política, llevados por un periodo de
desencanto y represión deciden usar la “Novela social” como arma
política, porque en aquellos tiempos era muy importante, aunque su
eficacia como instrumento de acción de políticas antifranquistas es
relativa. Entre las mujeres hay que destacar a Ana María Matute que
quedó finalista en el premio Nadal con Luciérnaga en 1949 y la censura
prohibió su publicación. Se incorporan Rafael Sánchez Ferlosio El Jarama
(1955) (hijo de Sánchez Maza) casado con Carmen Martín Gaite El
balneario (1955), o Luis Martín Santos, médico psiquiatra con Tiempo de
Silencio (1962). Ignacio Aldecoa El fulgor y la sangre (1954).
El
teatro estaba más censurado y controlado porque tenía más capacidad de
llegar al público, Buero Vallejo y el teatro de crítica social Historia
de una escalera (1949), Las cartas boca abajo y El tragaluz. El teatro
social con Alfonso Sastre (Prólogo patético y Escuadra hacia la muerte
son prohibidas. Firma con José María de Quinto el Manifiesto del Teatro
de Agitación Social (TAS). El cine es de lo más censurado.
La
poesía también tiene su tiempo de activismo social de los 50, famoso en
la antología de Juan Garcia Hortelano, pero debido a la escasa difusión
de la poesía prácticamente no se somete a censura: Ángel González,
Caballero Bonald, Francisco Brines, José Ángel Valente…
La obra
literaria de los años 50 al 65 adopta una aptitud contraria al régimen
franquista, y resulta bastante eficaz como instrumento político, y
además tenía mucho éxito. Una de las formas de sortear la censura e
imponer su publicación eran los premios, como el Café Gijón, sobre todo
el Nadal, ganar este premio suponía la gloria y la fama inmediata.
¿A
que se debe el éxito de la novela social? Se debe a que como ha escrito
Juan Goytisolo en su ensayo El furgón de cola, corresponde a las
lagunas de información por una prensa sometida a la censura y la
curiosidad del lector le lleva a informarse del mundo real por medio de
estas novelas.
Por ello los autores de estas novelas sociales, se
convierten en conciencias que denuncian a través de sus obras la
miseria, pobrezas, contrastes... Son considerados como verdaderos
agitadores sociales, novelas que serán en muchos casos prohibidas, tema
tabú y por ello muy leídas. Es decir, que la novela social se convierte
en arma literaria arrojadiza contra el franquismo, para denunciar la
injusticia, el abuso de los caciques, los poderes fácticos, y se enmarca
dentro del socialismo, que lo que busca en el interés colectivo sobre
los particulares, lo que se llama una política de izquierdas. A alguna
forma se pone en relación la novela social europea de esa época como
Jean Paul Sartre y el existencialismo es humanismo, que denuncia la
náusea de un mundo pesimista y caótico. Por ello, Goytisolo que vivía en
París desde 1956 y leía, sin duda alguna, a Paul Sartre, pues era amigo
de Simone de Beauvoir, la amiga de Sartre, pone en práctica el efecto
del drama social, la pobreza y angustia de los personajes que nos hace
sentir incómodos, suspendido en el hilo de araña que nos atrapa que, en
definitiva, son los desequilibrios sociales de la época.
Campos
de Níjar, tiene mucho de existencialismo y parangón con Viaje a la
Alcarria, como novelas encubiertas de libros de viajes, que en realidad
lo que pretenden es denunciar injusticias, caciquismos, mundos rurales
atrasados y marginados. El narrador se mantiene distante y cuenta lo que
ve. La salida a la venta de Campos de Níjar en España en 1960 (antes se
publicó en Francia 1959) más su relación con exiliados republicanos y
en el entorno de PCE en Francia y actividades antifranquistas; la obra
de Juan Goytisolo fue prohibida en España en 1963 por el franquismo
hasta la muerte del dictador. Con los socialistas es nombrado hijo
predilecto de Níjar y vecino de honor de La Chanca; luego, 1998
declarado persona non grata en El Ejido por un artículo en el País
«¿Quién te avisto y quien te ve?» en defensa de los inmigrantes en el
Ejido.
2) La censura en el franquismo
La censura es un
instrumento represor, la primera medida que toma todo régimen
dictatorial. El franquismo no lo fue menos, que lo aplicó principalmente
y por este orden: al cine, al teatro, la radio, la prensa, y en
literatura, la novela, en menor grado la poesía. Los creadores se ven
afectados por las medidas restricciones en la libertad creativa que el
nuevo régimen lo implantó como medida preventiva de posibles disidencias
ideológicas.
Todos los medios de comunicación e información
estaban sometidos a la censura. La radio era controlada por Radio
Nacional de España, las radios privadas tenían que conectarse cada hora a
RNE, para los informativos, en lo que se llamaba el parte, y todos
oíamos lo mismo, lo mismo que pasa ahora con los telediarios,
informativos que son gemelos. Los partes eran elaborados por el
gobierno. Y los guiones radiofónicos revisados para que nada se filtrara
que no estuviera controlado evitando consignas y la propagación de
ideas subversivas, e impedir que se reorganizaran los movimientos
obreros instigados por republicanos ya en la clandestinidad y en el
exilio. No querían que se supiera la penosa realidad en España, desde el
hambre de posguerra, los racionamientos, los presos políticos, los
campos de concentración en Alemania de los republicanos salidos al
exilio al final de la guerra civil. Nada se sabía en las ciudades sobre
maquis, guerrilla antifranquista, de resistencia huidos a la sierra, o
los también llamados bandoleros con los que no se acaban hasta 1952.
El
régimen franquista, bajo un control feroz informativo, controla, la
vida de los españoles, para evitar cualquier crítica desfavorable al
régimen y cualquier evolución del pensamiento liberal o de izquierdas.
Hay una concentración absoluta de poder; Franco es Jefe de Estado y
Presidente de Gobierno. Hay un control de protección de la moral,
pensamiento y religión de los ciudadanos. Esta censura se ejercía a
través de los gobernadores civiles de cada provincia, la autoridad a
través de la composición de la Junta de Censura, formada desde amas de
casa y militares y eclesiásticos y escritores. De todo había. El censor
era como un Dios omnipotente.
La propaganda es un arma de las
dictaduras. NO-DO, propaganda pura y dura que sostenía el régimen en una
información interesada en alabar los avances y no los retrocesos. La
prensa estaba sometida a censura para evitar las críticas al régimen,
que no se supiera la represión política, sindicalismos libres no había,
la huelga estaba prohibida. La radio era un instrumento ideal de
propaganda desde la guerra civil con los partes de guerra.
Ley de
Prensa de Imprenta (1966) o Ley Fraga supuso un tímido intento
aperturista en un régimen que no admitía cambios, fueron arreglos de
fachada pero dentro todo seguía igual, un control sobre medios,
profesionales y mensajes informativos.
3) Descripción de los personajes en la novela Campos de Níjar.
Los
personajes, que aparecen en la novela encubierta como un libro de
viajes Campos de Níjar son bocetos, gente pobre y mísera, algunos de
ellos sin nombres, les faltan profundidad psicológica y desarrollo. El
protagonista es un viajero que viene de Barcelona a Almería en autocar y
recorre el campo de Níjar a pie y autostop durante tres días de
vacaciones, de quien no sabemos su nombre ni apellidos, y finalizado su
viaje. Sale un sábado. Por la forma de narrar en primera persona y lo
que cuenta, parece identificarse con el autor se identifica en con el
personaje. También en verdad que la novela social se caracteriza por
pérdida de lirismo a favor de la información, pretende llegar al
público, aunque tiene algunas descripciones muy poéticas. Aquí no hay
trama. El viajero cuenta lo que ve y escribe lo que le dicen los
nijareños, más la información que el tiene de los libros que haya podido
leer.
Los personajes anónimos:
El primer personaje
anónimo es el compañero de viaje en el coche de línea de Almería hasta
el Alquián con el que habla de agricultura. El segundo es el camionero
que le lleva de Rodalquilar a Níjar en la caja del camión junto a otros 8
ó 9 obreros de las minas de oro. El tercero es un hombre bajito, que en
Níjar lo mete en su casa y le presenta a Modesta, su mujer embarazada y
a sus 4 hijos, uno de ellos es cieguecito. El cuarto es el barbero de
Níjar que le recomienda no ir ni a Lucainena ni a Carboneras, sino a
Cabo de Gata porque “es más curioso”. El cuarto es un viejo que le da
tunas o chumbos que encuentra entre en el camino entre Níjar y Cabo de
Gata, aunque luego sabremos, por otro personaje, que le apodan El Tigre y
de nombre Rodegario. Aquí se encuentra a unos turistas franceses en un
Peugeot 403 que se queda sin agua en el radiador.
Los personajes con nombres:
Tenemos
los personajes con nombres concretos. El primero es Sanlúcar, un
camionero bigotudo que viene de hacer un viaje de Motril, y como tiene
sueño para a su altura y le pregunta que adónde va, el viajero le hace
la misma pregunta “¿Y adónde va usted?”. Sube en la cabina y charlan,
queda muy bien retratado, sobre todo en el documental de 1984 de Nonio
Parejo. En su ignorancia de la grandeza de Barcelona, Sanlúcar le
pregunta al viajero si conoce a varios amigos en Barcelona y también a
Paco González uno que tiene una cicatriz y descarga carbón en el puerto.
Lo deja en Rodalquilar, no le quiere acompañar al bar porque está
cansado, sin embargo, le recomienda a otro camionero que irá hasta los
Pipaces con 8 ó 9 obreros. Suponemos que los Pipaces se situaban en el
cruce con la N-34. Ya que el camión de los mineros tiene que ir a dejar a
otros obreros a Aguamarga. Esta última localidad, fue puerto de
embarque de mineral de hierro que venía desde Lucainena de las Torres.
Feliciano
Gil Yagüe, tiene tracoma en los ojos, es un peón caminero, viudo, que
vive en un cortijo cerca de Torre García al que encuentra en el camino a
Cabo de Gata. Éste le explica que había la costumbre de ciertos mozos
de echarse mostaza y polvillo en los ojos, para libarse del servicio
militar.
Victorio Fernández es un mecánico naval y ha venido con
un tal Carratalá a reparar el un motor de un pesquero averiado en la
había del Cabo de Gata.
Argimiro es el carretero que el lleva de
Cabo de Gata al cortijo Nazarenos en el carro. Chismorrea sobre el lío
de faldas del patrón de la fonda de Cabo de Gata con la sueca acampada
en una playa, cerca del Cabo. También habla sobre un accidente de moto
de los que iban de noche a algún baile a los cortijos.
Otro de
los personajes importantes de la novela es don Ambrosio, propietario de
terrenos en los escullos y la Isleta, cacique, dice que es castellano de
Valladolid. Viste traje y conduce un coche, pasan por el cuartel de los
Escullos donde el cabo de la guardia civil que se llama Elpidio, le
pide una recomendación salir del cuartel de los Escullos. Pasan por La
Isleta del Moro saludan a los hombres y reparte caramelos a los niños,
un tal Juan le pide prestado una casilla por dos meses, y don Ambrosio
se lo niega y le dice que ya se lo comunicará por carta. Don Ambrosio y
el viajero se comen unas gachas con vino en casa de un tal Joaquín.
Salen de la Isleta de regreso a Níjar, y en el capítulo IX, don Ambrosio
le explica que los almerienses “no son como nosotros, porque no dicen
las cosas a la cara”. Mantienen una larga conversación paran en los
Nietos. Lo deja en el cruce de Níjar con las Negras.
A media hora
escasa de camino llega nuestro viajero a Fernán Pérez, pasa por las
Hortichuelas y llega a Las Negras. Aquí se le presenta un tan Juan
Gómez, que le conocía de haber ido con él en la caja del camión que le
llevo de Rodalquilar a Los Pipaces. En la taberna tendrá ocasión de
hablar con el brigada de las Negras y con un hombrecillo que parece en
pedáneo por al forma de hablar. Asiste al duelo de un entierro de un
chico que por despecho amoroso se muere, asiste al entierro y cosa
inusual cae una tormenta y la gente sale en desbandada. Juan Gómez se
emborracha y se quiere ir con el viajero, pero el viajero se quita de en
medio con un motorista que lo deja en el cruce de Níjar San José,
seguramente N-344. Monta en el coche de líneas y se va a Carboneras,
pide un litro de vino en una taberna, encuentra a dos hombres uno es
aguador y el otro apareaba carros. Pasa toda la tarde vagando por el
pueblo y se tiende en la arena de la playa, uno niños se le acercan y
creen que está muerto.
Se sabe cómo pero en el último capítulo,
el viajero aparece de nuevo en Almería, dice que ha estado 36 horas
vagando, son más horas si se cuentan.
La guardia civil y el cura
aparecen por todas partes, los civiles dan la sensación de una presencia
misteriosa casi fantasmal de un tercer ojo que le vigilan.
4) Como se vincula la realidad social en el relato.
El
lector se enterará de los problemas de las gentes y de la región, su
propósito está cumplido, como se ha dicho es denunciar la pobreza en que
se encuentran: apatía, conformismo, miseria, incapacidad para salir de
la situación si no es con la emigración. Un lenguaje llano y directo sin
virtuosismos literarios, aunque encuentro cierta poesía en algunas
descripciones.
La realidad social de los almerienses de los años
60, se retratan aquí desde el punto de vista de la ignorancia, la
tristeza, la pobreza y la miseria, mineros harapientos que por contraste
trabajan en las minas de oro de Rodalquilar, gitanos en burros,
pescadores y las ganas de emigrar a Cataluña y de buscar una vida mejor
porque aquí era imposible. Niños flacos, morenos del sur, alguno con
bocio, ciegos, tracoma y enfermedades y de ahí hasta que un joven muere
por desamor en Las Negras. Nos describe los bellísimos paisajes del Cabo
y de las tierras resecas de cantizales y de pitas o sisales. Retrata la
parte social negativa de Almería, porque no todo el mundo vivía así.
Pero Goytisolo busca en la novela social, la critica, la oportunidad de
denunciar las injusticias sociales en tiempos del régimen franquista
como una forma arma política.
Dice Goytisolo en la novela la
patria chica puede elegirse, a él le gusta la claridad de este cielo y
de este mar, la visitaba cada año, estuvo en un varios viajes, uno en
1959, se le sirve para escribir la novela. Lo que sí hay que tener muy
en cuenta es que este tipo de libros podían meterte en la cárcel como
agitador y aplicarte el ley de Orden Público por delitos contra la
seguridad del Estado, por ello, Goytisolo demuestra cierto valor, ahora
testimonial de un pasado que no podemos ni debemos olvidar como puente
al futuro, y más aun cuando esta novela pasa al cine y a la televisión
como un documental, el de Nonio Parejo en 1984, que es una verdadera
obra artística documentalista.
De regreso a Alicante, vine bordeando la costa, vi las obras del hotel El Algarrobico, era una bofetada blanca en el paisaje del Parque Natural del Cabo de Gata. No me gustó esa masa de cemento como una ciudad en la Luna, ¡horrible! Pasé por Carboneras, donde hay una térmica de carbón y subí a la Mesa Rodán, Águilas en Murcia, hasta llega a Alicante.
Ramón Fernández Palmeral
(Se hizo un video para You Tube que anda por ahí en la nube)