Doce piezas que no encajan en el asesinato de Carrero Blanco
50 años después, sigue sin aclararse quién ayudó a ETA. El Régimen pudo detener antes y después a los etarras, pero no lo hizo
Hoy 20 de diciembre han pasado 50 años desde que la banda terrorista ETA asesinara en la calle Claudio Coello de Madrid al presidente del Gobierno de España, su chófer y su escolta a las 9 horas, 28 minutos y 40 segundos de la mañana (el momento exacto en el que se paró el reloj que llevaba en la muñeca Luis Carrero Blanco). En este medio siglo, ninguno de los ocho presidentes del Gobierno, tres jefes de Estado, 19 ministros del Interior, 20 fiscales generales, 5 directores de seguridad y 16 responsables de la Policía ha mostrado el más mínimo interés por aclarar cómo fue posible que un grupo de terroristas de ETA sin experiencia alguna en explosivos cometiera el magnicidio más salvaje, preciso y espectacular realizado jamás en Europa.
No hay memoria histórica que valga para el muerto más incómodo de la Transición española. Ni para los terroristas que le mataron. Ni, por supuesto, para los responsables políticos y policiales que permitieron el asesinato. Solo un mes antes de morir, Carmen Carrero-Blanco, la única de los cinco hijos del almirante que quedaba con vida, confesó a este autor en la que sería su última entrevista: «Todos se querían quitar de en medio a mi padre. Incluida la casa de Franco».
La muerte de Carrero fue la mayor campaña de marketing para ETA, convertida de la noche a la mañana en la campeona de los grupos terroristas del mundo y en la supuesta defensora de la Democracia. Pero en los años posteriores el trabajo de apenas una docena de investigadores ha ido demostrando que ni el magnicidio trajo el fin del Franquismo (Carrero había anunciado al Príncipe Juan Carlos que no estaría dispuesto a pilotar la Democracia) ni ETA pudo realizar en solitario el atentado sin que otra mucha gente mirara para otro lado. Estas son algunas de las piezas que siguen sin encajar en el asesinato de Carrero Blanco:
1. La precuela de un atentado con «making off». Dos años antes, la Policía desarticula un plan para secuestrar a Carrero a la salida de la iglesia de los Jesuitas de Madrid a la que iba cada mañana. La acción es idéntica a la acción inicial de ETA que luego se sustituye por el asesinato. El Régimen sabe entonces que el almirante es una pieza fácil y vulnerable pero no trata de cambiarle ni uno solo de sus hábitos.
2. Un comando imprudente y osado. Durante casi dos años, hasta 30 etarras se pasean por las zonas más vigiladas de Madrid, roban armas y documentos, dejan huellas, alquilan 9 pisos y 4 coches, hacen prácticas de tiro y construyen un túnel a 100 metros de la embajada de Estados Unidos, a 150 de la casa de Carrero y en las mismísimas narices de una policía armada y escolta de un ministro de Franco. Algo impensable, por ejemplo, para la oposición comunista, que no movía un dedo sin ser detectada.
3. Los etarras, fichados y controlados. El comisario de Bilbao infiltra a dos confidentes en ETA que telegrafían todos sus movimientos. 7 meses antes del 20-D envía a la temida y eficaz Dirección General de Seguridad el nombre, apellido, alias y hábitos de los 27 jefes de ETA y 41 «liberados». La información se guarda en un cajón.
4. Protección para todos menos para Carrero Blanco. Los confidentes destapan al menos 4 operaciones para atentar contra altas personalidades. Se refuerza la seguridad del príncipe Juan Carlos y el director de la Guardia Civil, Carlos Iniesta Cano, pero nadie cambia los itinerarios de Carrero Blanco.
5. La sombra de la CIA. El atentado se produce a menos de 100 metros de la embajada de EEUU y horas después de que el secretario de Estado de EEUU, Henry Kissinger, mantenga con Carrero una reunión que termina como el rosario de la aurora y demuestra a Washington que es imposible entenderse con el sucesor de Franco. Esos días, policías españoles y estadounidenses han peinado la zona en una operación conjunta. ¿Cómo no detectan la presencia del túnel y el comando? Cualquier vecino habría comunicado sus sospechas, como hicieron después en el sumario.
6. «No entren en el piso franco de ETA». Un alto mando de la Guardia Civil ordena parar en el último momento el registro al piso franco de ETA. Estaba lleno de huellas y pruebas, incluido el plano de huida de los etarras desde Claudio Coello. Esta operación habría permitido por si sola desarticular el comando y frustrar el magnicidio.
7. El despacho de Carrero, desvalijado. Horas después del atentado, alguien vacía el despacho de Carrero Blanco, en la sede de Presidencia, y se lleva todas sus pertenencias, incluidas las anotaciones oficiales del almirante. Nunca aparecieron.
8. El Gobierno deja escapar a los etarras. Al mismo tiempo, los servicios secretos franceses detectan a los cabecillas en el sur de Francia y ofrecen a España llevarlos a la frontera para ser detenidos y llevados a Madrid. El embajador en París, Pedro Cortina Mauri, se niega. Diez días después es ascendido a ministro de Asuntos Exteriores.
9. «No hay mal que por bien no venga». En el discurso de Navidad del 30 de diciembre, Franco resume con esta frase el magnicidio. Ni estaba gagá ni le escribieron el discurso, como lo demuestra el hecho de que él mismo retocó e hizo anotaciones en las palabras que leyó ante las cámaras.
10. El responsable político de evitar el atentado, ascendido a presidente. En lugar de dimitir o ser cesado, el ministro de la Gobernación (hoy Interior) y máximo responsable de proteger a Carrero y evitar el magnicidio, Carlos Arias Navarro, es ascendido a presidente del Gobierno para sorpresa de todos. El entorno de Franco (con su mujer a la cabeza) convenció al Caudillo para que le designara en lugar de su primer candidato, Pedro Nieto Antúnez. Carrero era el adalid del príncipe Juan Carlos, a quien la familia de Franco quería descabalgar y situar a su primo Alfonso, casado con la nieta del dictador, como futuro rey. Fue lo que se conoció como la «Conspiración de El Pardo».
11. Muere el fiscal que quería llegar hasta el final. El ministro del Movimiento, Fernando Herrero Tejedor, había prometido como fiscal del Estado llegar hasta el final en la investigación y anunció públicamente que había alguien detrás de ETA en la comisión del atentado. Murió en un accidente de tráfico que, según algunos agentes de inteligencia, fue provocado por los servicios secretos para que no hablara.
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12. El sumario perdido. El sumario de 3.009 folios del caso (142/1973), el más importante de la historia reciente de España, permaneció oculto durante décadas. En él no están incluidas partes fundamentales de la investigación, entre ellas lo más destacado de la declaración del jefe etarra «Ezkerra». Fue de mano en mano y de jurisdicción en jurisdicción. Uno de sus jueces instructores, Luis de la Torre, llegó a denunciar que fue apartado tras decir que la CIA estaba detrás y conocía los planes de matar a Carrero.
La grieta imposible de tapar
Abrir un armario, encontrar un cadáver y escarbar en las cloacas del Estado no parece la mejor carta de presentación para estrenar una democracia como la española. Y mucho menos acusar a EEUU de haber conocido un plan (como se ha sabido después) que le reportó grandes réditos geopolíticos. Por eso todos se han afanado en tapar una grieta que, a modo de metáfora, reaparece siempre en el punto exacto donde ETA excavó su túnel por mucho que la Operación Asfalto municipal haga su trabajo. La historia se resiste a ser enterrada.
Ernesto Villares autor del documental «Carrero Blanco: las cuatro muertes del presidente», que emite esta noche La 2, y del libro «Todos quieren matar a Carrero: la conspiración dentro del Régimen»