Hetera, o la perpetuidad de la servidumbre de la mujer
"Día contra la violencia de género"
Ramón Palmeral / Opinión Información
En los debates del Congreso y de los Ayuntamientos se discute la erradicación de la prostitución (tema tabú) como una forma de esclavitud contemporánea para las mujeres, buscando una imposible sociedad perfecta. No obstante, este flagelo no es reciente, sino que se remonta a tiempos remotos en todas las civilizaciones. Ha perdurado como un medio de subsistencia que ha sostenido a parejas de proxenetas, ha alimentado a hijos e hijas, así como a padres desprovistos de pensiones.
La figura de la prostituta o hetera, que anteriormente transitaba las carreteras o
las calles, ha evolucionado hacia los clubes nocturnos y los denominados
"puticlubs", saunas de ocio y clubes de alterne. Esta actividad se ha
transformado en una fuente de ingresos significativa. Convencer a las mujeres,
muchas de ellas inmigrantes, para que abandonen esta práctica, ya sea engañadas
o no, implica desarticular una red económicamente compleja que involucra a mujeres de todos los
oficios. La palabra "prostituta" es peyorativa como se hijo de alguien que no ha cocido a su padre. Unas son solteras, otras casadas que buscan ingresos, viudedad o sin mercado laboral estable. Sin embargo, en las sociedades de alto nivel adquisitivo existen más
La solución radicaría, en primera instancia, en la educación, la persuasión
y proporcionar un sustento vital mínimo. Sin embargo, ¿es esto suficiente? En
un entorno marcado por el consumo de drogas y donde el dinero de los llamados
"clientes" o consumidores de prostitución es abundante, las mujeres
se encuentran inmersas en un mundo en el que todos y todas tienen su precio. Es un mercado con ofreta y demanda. Es decir un negocio ilegal.
Según algunos autores, el concepto de las heteras de la antigua Grecia podría haber surgido como trabajadoras sexuales en simposios antes de diversificar sus funciones y atributos. Su atractivo proverbial, sumado a su disposición para posar desnudas, convirtió a algunas heteras en modelos admiradas por artistas como Apeles (Campaspe) o Praxíteles (Friné). Además, el templo de Afrodita en Corinto ofrecía servicios de heteras a los visitantes como parte de una forma de prostitución sagrada, complementando así las donaciones y proporcionando ingresos adicionales al templo. Existía el refrán "el viaje a Corinto no es para todo el mundo" para expresar las grandes sumas de dinero que un hombre podía gastar allí.
No obstante, estas heteras podrían haber ejercido más como prostitutas de lujo que como damas de compañía completas, ya que la naturaleza itinerante de su clientela les habría impedido trabajar para ellos durante períodos prolongados. Las heteras, al menos las independientes, gestionaban sus ganancias por sí mismas, lo que les permitía acumular grandes fortunas. Sin embargo, estaban obligadas a pagar impuestos como cualquier otro oficio. Sus carreras podían ser breves debido a la edad y a las demandas de su trabajo, y aquellas que no reunían suficiente dinero para retirarse cómodamente podían continuar trabajando en burdeles, ya sea como propietarias del negocio, como prostitutas o como celestinas en el oficio más viejo del mundo.
En la mayoría de los casos la mujer se prostituye por necesidades económicas, porque los sueldos mínimos no llegan a cubrir sus necesidades bien de solteras, de pareja o viudedad; otras extranjeras vienen sabiendo en lo que les ofrecen, y un porcentaje relativo son obligadas o encerradas retirándoles los pasaportes, esto sí que es prostitución violenta y no consentida.