QUE NO LLUEVA EN DOMINGO
Los domingos son esos séptimos días de la semana se nos visten de rojos en los calendarios para avisarnos de que son fiestas, días de descanso y que tenemos que ir a Misa y luego al campo.
Son los únicos días de la semana que yo tengo libre para ir con la mujer y los hijos a comer al campo, para hacernos una barbacoa, en lugar permitido. Dejar a los niños correr a sus anchas para que se desfoguen, que corran, que suba a los árboles, que se hagan su cabaña con ramas de pinos, y que se ensucien. Al llegar la tarde, todos cansamos regresar a casa, nos ducharnos y ver una película en la tele y a dormir a pata suelta para el lunes empezar de nuevo el trabajo, temprano a eso de la 6, montando en moto con el traje verde.
Si por el contrario el domingo lloviera, como hoy, nos tenemos que quedar en casa, sin saber lo que tenemos que hacer porque la lluvia nos rompe el programa y las ilusiones de pasarlo en familia en el campo.
Yo sé que tiene que llover, que es necesario que llueva, pero por favor que no sea en domingo.
Lo cierto es que nunca lleve e gusto de todos
Ramón Fernández
Castellón, un domingo lluvioso de febrero de 1980.