La leyenda de la Cara del Moro
Entre su dilatada historia destaca un capítulo de tal importancia que esconde el porqué del nombre de la ciudad de Alicante. Cuenta la leyenda que en sus orígenes el castillo estaba habitado por un califa cuya bellísima e inteligente hija sería a su muerte la heredera del título y pasaría a gobernar la ciudad. Llegó el momento en que Cántara, que así se llamaba la princesa, debía casarse y fue a raíz de la lucha suscitada entre sus dos pretendientes donde se originó el nombre de Alicante.
Los dos hombres eran honestos, educados y apuestos, pero mientras Ali era un muchacho sencillo al que apreciaba la princesa, Almanzor era un famoso guerrero que provenía de una familia adinerada de Córdoba para desposarse con la princesa.
El califa no consentiría que su hija contrajese matrimonio con un simple muchacho y decidió ordenar una gesta heroica a ambos hombres para que demostrasen su valía y ser dignos del corazón de su querida hija. Así encargó a Almanzor viajar hasta la India y regresar cargado de especias y tesoros para el reino.
En cambio, mandó a Ali construir una acequia que condujese hasta Alicante las aguas cristalinas de la montaña para el consumo de sus habitantes. Quien antes cumpliera con su hazaña sería proclamado vencedor y obtendría el favor del califa.
Almanzor se lanzó al mar con la mayor diligencia mientras Ali aprovechaba cada noche después de trabajar en su encargo para verse con Cántara a la luz de la luna y recitarle poemas y canciones de amor. El califa no lo sabía, pero el corazón de su hija ya tenía dueño, cumpliese o no su encargo.
Pasaron los meses mientras Ali y Cántara disfrutaban como dos enamorados cada atardecer, hasta que una noche de luna llena irrumpió en el puerto Almanzor a bordo de un enorme velero cargado de seda, oro, marfil e innumerables clases de especias.
El califa ordenó a Cántara desposarse con Almanzor pese a que ella no podía dejar de llorar. Ante tal inmenso dolor, Ali no dudó en quitarse de en medio y saltó desde lo más alto del castillo. El impacto de su cuerpo en la ladera del Benacantil fue esculpiendo en la roca un rosto familiar tocado por un clásico turbante.
La efigie de Ali había quedado para siempre grabada en la montaña a la vista de todo el mundo como castigo a ese padre que prefirió para su hija el dinero y la fama antes que el amor. Cántara, desolada, quiso para sí misma un final como el de su amado y también saltó.
El padre estaba muy arrepentido y nunca pudo volver a ser el mismo. Desde entonces procuró ser un gobernante justo con su pueblo hasta el fin de sus días. La historia corrió como la pólvora en todo el reino y sus súbditos, conmovidos con la tragedia, decidieron compensar a aquellos dos jóvenes amantes y que sus nombres estuvieran para siempre unidos en el topónimo de la ciudad: Alcántara, que acabaría derivando con el paso del tiempo en Alicante.
Romance de Alí y Cántara
Anónimo
Cuenta la historia que hace muchos siglos -donde se haya la ciudad de Alicante- vivía un califa con su familia. El califa tenía varios hijos; pero solo la princesa Cántara era famosa por su extraordinaria belleza. Cántara tenía muchos pretendientes. La lucha entre ellos dio origen al nombre de Alicante.
Y fueron dos jóvenes quienes disputarían por el amor de la princesa: Almanzor y Ali. Almanzor era un general -llegado desde Córdoba- que había logrado celebridad en la Península por sus hazañas militares. Ali no era tan conocido; pero como provenía de una familia noble estaba a la altura de merecer a la hija del califa.
La princesa Cántara no sabía por cual decantarse, ya que ambos eran atractivos y gentiles. Entonces a su padre se le ocurrió lo siguiente: evocando a las 12 pruebas de Hércules les solicitó que realizaran una complicada tarea. Y el que primero la terminase, sería el elegido como marido para la princesa musulmana.
He aquí pues las tareas encomendadas: Almanzor tuvo que viajar a la India para traer especias y sedas a la princesa y Ali se comprometió a hacer una acequia de la que se sacaría el agua con el que abastecer a la ciudad.
Mientras Almanzor puso rumbo a la India, Ali inició su tarea; y al estar tan cerca de Cántara no dudó en cortejarla. El joven le escribía, cantaba o recitaba poemas. Así fue como la princesa se enamoró de él locamente. Cántara no necesitaba que los jóvenes finalizan las tareas: su corazón ya había elegido, y quería casarse con Ali.
Pasado el tiempo Almanzor regresó de la India con la tarea terminada, desconociendo el amor que había entre la princesa y su rival. El califa, que era un hombre justo, al ver que Almanzor había concluido la tarea, le entregó la mano de Cántara.
Cuando Ali se enteró se lanzó por un barranco roto de dolor en el punto que a día de hoy se conoce como Presa de Tibi. Y ocurrió que donde su cuerpo cayó, la tierra se abrió y brotó agua.
Al enterarse Cántara de la desgracia, asimismo se tiró al vacío en la Sierra de San Julián. Desde entonces al lugar se le dice ‘el precipicio del Salto de la Mora’. Con la pérdida de la princesa el califa se sumió en una fuerte depresión. Y finalmente decidió lanzarse al abismo desde lo alto de su castillo para matarse.
Cuando los habitantes conocieron lo ocurrido quedaron muy afligidos. Y para que los nombres de los enamorados quedaran eternamente unidos decidieron llamar a la ciudad Alicántara.
Con los años, Alicántara pasaría a llamarse Alicante.