Al comienzo de la década de los 60, empezó Orihuela, como ciudad, a despertar de su letargo; sus ciudadanos tomaron conciencia de que tenían un río que cuidar, una universidad que restaurar, unos monumentos que conservar y también, cómo no, una seguridad ciudadana que mejorar.
En mi juventud, los encargados del mantenimiento del orden público en la ciudad eran los llamados entonces “municipales” (hoy Cuerpo de Policía Local), que tenían su Retén en un piso frente a la iglesia de Santa Justa (junto al Juzgado), y el Cuerpo de la Guardia Civil, cuya cabecera de Compañía radicaba en Orihuela al mando de un capitán...
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