ARTICULOS DE OPINION


Revista digital de arte, cultura y opinión en Alicante. Enlace con POESIA PALMERIANA. En estas páginas no podemos estar ajenos a lo que pasa en España ni en el mundo. Dirigida por el escritor, poeta y pintor Ramón PALMERAL. Los lectores deciden si este blog es bueno, malo, o merece la pena leerlo. El periodismo consiste en decir lo que a algunos no les gustaría leer.

jueves, 15 de junio de 2023

Por qué la institución monárquica es mejor que una república

 


 

 La institución monárquica parlamentaria representa la unidad de España y respeta la Constitución, es neutral y el rey como Jefe de Estado no pertenece a un partido político, el presidente de la república sí, como el republicano como Donal Trump siempre favorecerá a  los suyos, y los demás se quedan fuera, esta implicado en más de 30 causas y con sospecha de alentar el asalto al Congreso. O Macron, Napolitano, Lula da Silva o países sudamericanos. Demás el presidente de una república tiene unoz gastos increíbles, como Italia 220 millones de euros anuales.

Cada 4, 5 ó 6 años se elige a un nuevo presidente de la república, y este cuando se jubila  cobrará pensión vitalicia además de haber colocado  a todos su amigos y familiares (despotismo). Prefiero privarme de tener que votar a un presidente de república. En España ha habido dos repúblicas en 1873 y en 1931, y  han sido un desastre porque los españoles somo ingobernable, no somo suizos.

Que un Jefe de Estado sea elegible democráticamente no significa que el pueblo (el electorado) acierte. Podría pasar como Hitler cundo el pueblo en las urnas de 1932 votó al partido nacionalista nazi que los llevó a la II Guerra mundial muriendo millones de personas. O como Putin presidente ruso que mintiendo al parlamento como "una operación especial" los mete en una guerra de invasión contra Ucrania que va a perder.

Te imaginas a Pedro Sánchez como presidente de la república  y a Yolanda Díaz de presidenta de gobierno.

 Otro artículo:

Monarquía vs República, ventajas y desventajas de cada sistema

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HOY SE HABLA DE

Los sistemas de gobierno que integran monarquías están representados en hasta 44 países en los que debemos incluir los 16 reinos en los que la Reina Isabel II todavía tiene el papel de jefe de estado, como es el caso de canadá, aunque ello no suponga que Canadá ceda soberanía al reino unido si no se trata más bien de un papel simbólico en actos oficiales.

Existen muchos tipos de monarquías. Tenemos las protagonizadas en Oriente Medio donde los monarcas son a su vez los jefes de estado. En las monarquías del el Asia Oriental tienen un papel más bien religioso. Y en las monarquías europeas se apoyan con sistemas parlamentarios que no ofrecen un poder político real pero sí una representación institucional.

Pero las monarquías tienden a estar cuestionadas ya que no nacen por sufragio universal en contraposición a las repúblicas, por ello, existe un debate profundo sobre esta cuestión y nos planteamos las ventajas y desventajas de ambas formas de gobierno.

El papel de jefe del Estado

En las monarquías el rey, como jefe de estado, tiende a ofrecer un papel más imparcial ajeno a las disputas políticas. Por el lado de las repúblicas, vemos a muchos partidos políticos que compiten por el control de los escalones más altos del poder político.

En consecuencia, en las repúblicas con varios partidos políticos, la figura del presidente representaría los intereses de una parte muy reducida de la población y puede degenerar en disputas serias en las que se empujan entre sí para acabar obteniendo ventajas políticas.

Puede considerarse de dudosa legitimidad que el cargo de jefe de estado venga por herencia. Pero el apellido en forma de dinastía no solo lo tenemos en las monarquías, en Estados Unidos familias como los Bush o los Clinton han estado en la primera línea política al paso de los años. Incluso, el diseño del sistema electoral puede suponer que el partido con más votos no sea necesariamente el que termine gobernando u obtenga mayor representación.

Más allá de la institución, desde el punto de vista del monarca, en ciertos países cuentan con ventajas fiscales. En las repúblicas las desgravaciones fiscales son limitadas y los beneficiarios de las monarquías de Suecia y España tampoco tienen privilegios fiscales.

Sin embargo, tales beneficios fiscales existen en Bélgica, Noruega, Holanda, Luxemburgo y Dinamarca. Algunos miembros de la familia real británica están exentos de impuestos, aunque han renunciado voluntariamente a estos privilegios.

Si hablamos puramente de las asignaciones, en las repúblicas se hace una asignación solo al Presidente. Encontramos que en Holanda, el sistema se limita al monarca reinante y al príncipe heredero, con la posibilidad de asignaciones al antiguo monarca y a su cónyuge. En esa línea y, en cierta medida, comparten sistemas con Noruega y en Luxemburgo. Se reserva una suma global para la familia real tanto en Suecia como en España. Bélgica y Dinamarca utilizan un sistema de asignaciones más generoso y amplio porque todos los hijos del jefe de estado tienen derecho a una asignación.

La complejidad de la comparativa de costes

En Europa, las monarquías más caras las podemos encontrar en Noruega, Holanda y el Reino Unido con un coste alrededor de 40 millones de euros. El resto de monarquías -Suecia, Dinamarca, Bélgica, Luxemburgo y España- soportan costes inferiores a los 15 millones de euros.

Las Repúblicas cuentan con presupuestos más generosos. Alemania sufraga un coste de 25 millones que podría estar en la medida de las monarquías europeas, pero Francia e Italia disparan la media con costes vinculados de 228 y 113 millones de euros.

Esos presupuestos están diseñados para afrontar las retribuciones, cuotas y prestaciones sociales del personal, gastos de funcionamiento, gastos de protocolo y de representación.

A pesar de todo, cometeríamos un grave error si comparamos los costes oficiales del sistema de República en Francia (113 millones de euros) frente a la monarquía española (8 millones). Y es que existen notables dificultades para comparar los costes entre los sistemas vinculados a una monarquía frente a aquellos que se encuentran bajo el mandato de una república, debido esencialmente a la transparencia de los costes. En este caso, los costes imputados a las monarquías tienden a ser menos transparentes que en las repúblicas por lo que se desconocen plenamente los costes vinculados.

No solo existe la complejidad en la transparencia de los datos para determinar los costes, sino la rentabilidad generada por un sistema u otro. Para determinar si es barato o caro se debería cuantificar los frutos de las relaciones institucionales desarrolladas o el volumen de negocio generado por sus actos oficiales de cada uno de los sistemas.

Las monarquías absolutistas han sido un problema para el crecimiento económico

En un sistema en forma de república, los intereses de la población están representados en sus distintas formas políticas. Los partidos políticos quieren votos y el único modo de conseguirlos es interesándose por los quehaceres de los ciudadanos.

Las monarquías absolutistas han sido históricamente un palo en las ruedas para favorecer el crecimiento económico, salvo en contados supuestos como Arabia Saudí por su papel global destacado en la producción de petróleo.

Y es que facultar a un monarca que concentre los poderes del Estado, supone un ataque contra los derechos de propiedad. Si los derechos de propiedad no están garantizados, no existe una motivación para invertir y acumular capital.

De hecho, hay una razón por la que la Revolución Industrial se inició en Inglaterra y es que, institucionalmente, fue el primero en desarrollar una forma de gobierno de monarquía parlamentaria.

La Revolución Gloriosa fue crucial en este proceso, incluyendo el acuerdo constitucional de 1689 entre la Corona y el Parlamento, en el que la Declaración de Derechos sometió al rey ante el Parlamento en materia de legislación y fiscalidad. Por lo tanto, la reducción de los poderes arbitrarios de la Corona dio lugar a libertades económicas y derechos de propiedad más seguros, que permitió, entre otros factores, el auge de la economía.

 

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 Ramón Pérez-Maura /ABC

1. La Monarquía representa la pluralidad de identidad y la constante renovación dentro de la continuidad . La democracia exige el cambio cíclico de gobernantes. Ningún partido puede estar permanentemente en el poder y la alternancia es un componente básico del sistema. Pero en ese mismo sistema, el Monarca puede y debe representar los valores de un país en el que ostenta la jefatura del Estado. Y al representarlos se convierte en un elemento de convergencia entre diferentes intereses de identidad política y étnica.

Un Rey de España que ostenta títulos como Rey de Castilla, de León, de Aragón, de Navarra, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Córdoba, de Murcia, de Gibraltar, de las Islas Canarias, Conde de Barcelona y Señor de Vizcaya, por hablar sólo de los territorios que hoy son españoles o aspiramos unánimemente a que lo sean, necesariamente es visto como una referencia incluso por quienes no necesariamente se sienten españoles.

2. La Monarquía es un sistema más moderno . La República es un sistema más natural; es decir, es más elemental, más atrasado. Toda manifestación de civilización es una resta a lo natural. Todo lo que es más natural es más inferior. El reparto comunal de los bienes es más natural que la propiedad. Así, toda la civilización -los Reyes, la propiedad, el contrato matrimonial- implica un elemento de modernidad y es complicación y artificialismo, sobrepuestos, como freno y límite, a esas naturalidades. Como son también añadiduras a lo natural la educación, los modales o la corbata. Y precisamente por la elaboración y decantación -a través de los siglos- que conlleva una Monarquía, hay que entender que no está en la mano de cualquier pueblo tener una Monarquía, pero sí lo está el tener una República. Una revolución se hace en 24 horas; una Monarquía resulta de la decantación de los siglos.

3. La Monarquía permite la independencia . El sucesor o Príncipe Heredero, igual que su padre o pariente el Rey, no puede ser utilizado por políticos, ya que debe su condición a la naturaleza; está designado desde que nace y la nación lo conoce como tal anulando luchas por el poder en la cúpula. En una época racionalista como la nuestra, puede parecer anacrónico el principio hereditario : se basa en la parte física del hombre que el racionalismo e idealismo desprecian y que nuestra sociedad cultiva sin medida. Pero en realidad el cuerpo es tan humano como el espíritu, y la herencia es la única forma de designación de jefe de Estado que no es manipulable , lo que inviste al Rey de independencia, la condición más importante en su función.

Lo que da un valor inigualable a la Monarquía es la herencia en la jefatura del Estado por la independencia de que le dota la condición hereditaria. Y la condición hereditaria ha de darse dentro de una familia. Es lo que el político y diplomático francés Charles Benoist resumió en la máxima «una dinastía, siempre la misma, en una Monarquía siempre renovada» . Como sostenía don José María Pemán en sus «Cartas a un escéptico en materia de formas de gobierno»: «Por mucho que se aguce el ingenio no se encontrará jamás ninguna forma de transmisión inmediata, sin intervalo ni solución de continuidad, comparable en claridad y rapidez a la transmisión familiar de padre a hijo.

Por eso todos los fundamentos sociales que requieren características de continuidad y permanencia tienen histórica y científicamente carácter familiar ; por eso «el padre» es la gran palabra sillar e inconmovible que aparece escondida en la raíz etimológica de todo cuanto designa algún sostén fundamental de la sociedad humana.

A cosa de padre suena la patria, que es la nación; y el patrimonio, que es la propiedad, y el patriarca, que es la autoridad. A cosa de padre tiene que sonar también, si no en su nombre, en su realidad entrañable, la mejor forma de Gobierno», la Monarquía . Y para rematar su idea Pemán concluye: «La familia, que no el individuo, es secularmente el sujeto de la propiedad, de la preeminencia o del honor. ¿Qué tiene de extraño que sea también el sujeto del Gobierno?» Y fuera de la herencia , no hay otra salida que la elección, con sus condicionantes de dependencia, incluso servilismo y de busca de beneficio en el plazo de poder.

4. El peor Rey sigue siendo mejor. La condición humana es impredecible. La historia de todas las monarquías que en el mundo hay o hubo ha generado buenos y malos Soberanos. Y con frecuencia no han sido los peores los que estaban en el trono en el momento de un cambio de régimen. Pero la Monarquía ha evolucionado con el concepto de soberanía nacional y hoy en día, en Occidente, forma parte de regímenes constitucionales.

En un sistema constitucional -como, por ejemplo, el español- la potestas de la que dispone un Rey está muy limitada . Y un mal Rey tendría pocas posibilidades de hacer daño a la nación precisamente porque sus poderes están muy circunscritos. En cambio un buen Rey se va llenando de auctoritas gracias a su forma de reinar -de ninguna otra manera puede lograr esa autoridad. En cambio un mal presidente de una república está constantemente actuando para conseguir dar continuidad a su labor; con frecuencia intenta desbordar sus competencias para justificar su presencia al frente del Estado y genera crisis como las que hemos visto en algún país europeo muy relevante, donde nos enteramos de quién era el presidente por su corrupción y su dimisión tras meses negándose a aceptar sus responsabilidades.

5. No es el sistema perfecto; es el mejor posible . Si es relativamente fácil diferenciar entre los políticos que piensan siempre en las próximas elecciones y los que piensan en las próximas generaciones cabe afirmar, a priori, que de natural, el político sometido a las urnas tiene que pensar en las próximas elecciones mientras que para el Príncipe es más fácil pensar siempre en las próximas generaciones . Porque el Rey es el diputado de todos: los que votan a unos, los que votan a otros y los que no votan.

El hombre es capaz de entender los principios universales, y como consecuencia, a veces, piensa que existen en el mundo creado: grave error, pueden habitar su entendimiento, impulsar su voluntad, pero no son aplicables porque son entes de razón . Le hacen buscar la perfección, mas se equivoca cuando ajusta normas a entelequias. La Monarquía hereditaria no es la pauta perfecta para el gobierno de la sociedad, es, nada más y nada menos, que la mejor posible para el gobierno de unos seres limitados. Y la distinción entre límite y perfección es clara, pero se olvida a menudo. Recordemos el ejemplo clásico: el mulo no entiende un silogismo, pero no es por imperfección del silogismo, es por limitación del mulo, que es, sin embargo, un perfecto mulo sin saber la teoría del conocimiento.

Terminemos con un sentimiento. Irracional y, quizá por ello, muy cierto. Decía don José María Pemán en la obra citada: «Al lado del Carlos V de Tiziano, un presidente de República tiene un cierto aire de retorno , no diré que hacia el jefe de tribu, pero sí hacia el alcalde pedáneo o el juez de paz». Esa afirmación es de 1937. A muchos nos parece plenamente válida.