Ciudadanos rusos hacen cola en una entidad bancaria para retirar efectivo en Moscú
La economía rusa comienza a dar señales de corralito. El cobarde de Putin se ha esconddio en su búnker de oro en Siberia a dode ha traladado su Estado Mayor. Las sanciones, los recortes a las exportaciones de energía y materias primas y la paralización de la actividad de prácticamente la totalidad de las empresas extranjeras en suelo ruso han torpedeado la línea de flotación de su sistema financiero. Desde que se inició la invasión, las potencias occidentales han aprobado una batería de medidas económicas que han puesto en jaque sus estructuras económicas y hundido su moneda más de un 80%. Además de expulsar a siete de sus principales entidades financieras del sistema interbancario Swift
–salvo Sberbank y Gazprombank, los bancos que operan con los suministros energéticos–, la UE ha congelado los activos del Banco Central ruso en territorio comunitario, ha congelado los activos en el extranjero del presidente ruso, Vladimir Putin, los altos cargos gubernamentales, la cúpula militar y el resto de oligarcas del país –ayer mismo se amplió la lista a 160 dirigentes más–, además de mantener el embargo comercial a varios sectores de importancia estratégica para la economía rusa, como el gas y el petróleo.
La consecuencia directa ha sido que la deuda pública se encuentre ya al borde del impago y la nota de solvencia como emisor a largo plazo de la deuda soberana del país haya vuelto a rebajarse. Tras la desvalorización llevada a cabo el lunes por la agencia de calificación Moody’s –de B3 a Ca–, ayer Fitch Ratings volvió a rebajar su propia nota, que pasó a situarse en C desde B, como reflejo del «riesgo de impago inaminente».
Este recorte se debe, en gran parte, a la aprobación del decreto gubernamental que «potencialmente» podría obligar a «redenominar los pagos de deuda soberana en moneda extranjera a moneda local para acreedores en países específicos». Tal y como detalla el análisis de Fitch., ante el desplome de su moneda – el rublo ha perdido más del 80% de su valor desde que se inició la invasión de Ucrania–, esto provocaría una situación financiera de posible insolvencia y, de ahí, el castigo de su calificación.
Ante esta situación, el Banco Central de Rusia decidió actuar de inmediato y ordenar un «corralito» de emergencia para evitar la fuga de capitales y acotar una posible sangría de divisas. Por ello decidió fijar un límite máximo de 10.000 dólares para las retiradas en efectivo de los depósitos en moneda extranjera para los ciudadanos del país. Esta medida, que estará en vigor hasta el 9 de septiembre, lleva consigo que las cantidades que excedan de ese umbral serán abonadas en rublos al tipo de cambio correspondiente, en pleno desplome de la moneda.
La publicación de esta orden, tomada de madrugada, fue una reacción directa a la decisión de Estados Unidos y Reino Unido de prohibir la compra de energía, gas y petróleo ruso en sus países, que se suma a la decisión de la Unión Europea de ampliar las sanciones económicas al Gobierno de Putin. Este «corralito» es un recorte más que se une a las medidas aprobadas el 28 de febrero, cuando se prohibió la transferencia exterior de divisas y se ordenó la obligatoriedad para las empresas con actividades económicas en el extranjero de la conversión del 80% de sus ingresos en rublos.
Pese a esta situación, al menos hoy la energía dará un respiro en los mercados. El precio medio de la electricidad en el mercado mayorista bajó un 21,82%, el barril de Brent cayó un 6% y los futuros del gas, un 30%.