(Fotografía facilitada poe el autor del artículo Julio Calvet)
MI SERVICIO MILITAR.
Hoy, 9 de marzo de 2021, se cumplen 20 años de la supresión
del servicio militar obligatorio. El Consejo de Ministro del día 9 de Marzo de
2001, que presidia Don José María Aznar, aprobó el Decreto por el que se
suprimía el servicio militar obligatorio después de haber estado en vigor
durante dos siglos.
Esta noticia me ha llegado casi como una sorpresa, mientras
veía el telediario de la primera edición. No me acordaba de esta fecha. Luego
de dar la noticia, se han pasado unas
entrevistas a unos pocos ciudadanos que el periodista les ha preguntado en la
calle su opinión, y la han dicho libremente.
Yo no voy a pronunciarme expresamente sobre ello, pues
respeto cualquier posición, pero si voy a contarles mi experiencia militar, y
las consecuencias que yo saque en ello.
Años 60 del Siglo XX. Yo estudiaba la Licenciatura de Derecho
en la Universidad de Murcia. Seria febrero o marzo de 1966, y yo estudiaba el
tercer curso de Derecho y tenía 20 años
cumplidos en enero. Con otros compañeros de curso, me aliste en la Instrucción
Premilitar Superior, 2ª Zona, Distrito de Murcia. Les llamaban las Milicias
Universitarias. Una vez presentada la solicitud, y puesto que el acceso a la promoción
de IPS, no tenía un número ilimitado sino determinado, se hacía una primera selección
académica. Se promediaban las notas de tu expediente académico hasta entonces y
por su orden de mayor a menor se llegaba hasta completar el número máximo permitido.
Había que tener un expediente como menos de notable. Los rechazados, podían optar
entre hacer la Mili ordinaria, o ir a Talarn, (Lérida), a hacer el curso de
Cabo Primero.
Yo pase la prueba académica, y luego unas pruebas físicas
(plínton, caballo, potro, subida de cuerda, salto de altura, carrera con un
límite de tiempo, triple salto…), y luego una prueba escrita donde tenías que
escribir sobre espíritu militar, hechos históricos… Y finalmente pasabas un
reconocimiento médico. Bueno, y si superabas todo esto, te nombraban Caballero
Aspirante a Oficial de Complemento: “Por reunir las condiciones que para su
ingreso establece la Orden de convocatoria del Curso 1965-66 (D.O. núm. 283), y haber superado las pruebas
de reconocimiento médico y aptitud física….
y “Por este título queda sometido a la disciplina militar…”. Bueno tengo
ante mí el documento, firmado por el Comandante Jefe de Distrito en Murcia a 30
de Mayo de 1966.
En los sucesivos días te vacunaban de todo lo de entonces, y
te daban un corte de tela para el
uniforme militar de paseo, y un juego de botones militares dorados. Tenías que
ir a un sastre particular que hiciera uniformes para que te lo hiciera a tu
medida con aquella tela y botones, y
también a una sombrerería miliar para la gorra de plato… Luego te asignaba tu
arma. Te podían da cualquiera menos la de Ingenieros. Como las daban por orden
a mí me dieron los rombos de Infantería para coserlos en la punta del cuello
del uniforme… bueno, y todo esto corría
de tu cuenta. También de mañana tenías que ir a las primeras clases de
instrucción militar en el cuartel de Murcia.
Te examinaban en la Carrera en el mes de mayo, antes que al
resto de compañeros, y te disponías a integrarte en el Ejército.
El 1 de junio de 1966, en un convoy miliar de ferrocarril especial
que procedía de Valencia, y tras pasar por Albacete, Sevilla, Granada y Córdoba
recogiendo a los aspirantes, llegabas a Ronda (Málaga), y desde allí en
autobuses al campamento de Montejaque. Allí llegábamos los Valencianos,
Murcianos, Sevillanos, Granadinos… Nos esperaban unas tiendas de campaña de 12
habitantes, con una colchoneta de paja y unos “charnaques” sobre los que
extenderlas. Si no te acostabas bien tus pies tropezaban con los pies del compañero
de a tu lado. Te tapabas con una manta cuartelera, pues por la noche después de
un día muy tórrido, hacia mucho frio. Y al día siguiente de llegar te daban la
“novia”, un fusil “Mauser”, el clásico fusil de cerrojo y tiro a tiro (yo creo
que aquellos habían hecho muchas guerras antes) y que pesaban como un demonio,
pues la culata era de madera, con su
peine de 5 proyectiles, uno más cabía en la recamara y una bayoneta. Tenía un
retroceso que como no te lo ajustaras bien al pecho te tiraba “de culo”, te
daban también unas trinchas negras de
piel muy usada con su cinto, y un capote
para las guardias nocturnas. Siempre me acordare de la guardia a las 3 o 4 de
la madrugada, en un puesto de la serranía, solo, muerto de frio, y escuchando
el cu-cú de alguna avecilla furtiva. Eran duros aquellos veranos, pero tenías
20 años. El día 17 de julio de 1966, presté juramento de fidelidad a la Bandera
ante la del Regimiento de Infantería Ceuta nº 54. Terminado el primer curso, el
30 de agosto, volvías a casa y aprobado el primero de los cursos, eras nombrado
como a todos los aprobados Sargento eventual de Complemento. El día 1 de junio de
1967, de nuevo a Montejaque, a hacer el segundo campamento que concluyo también
el 30 de agosto. El 14 de Octubre de
1967, recibo comunicación del Estado Mayor Central, Instrucción Premilitar
Superior 2ª Zona, comunicándome que “por O.C. de 22-9-67 se ha publicado su
ascenso a Sargento de Complemento, con el número 1931 de promoción”. Y sigue
diciendo, “Por necesidades de Movilización y disponerlo el E.M.C. del Ejercito
solo ha sido promovido al empleo de Alférez hasta el número 1238”. Nunca lo sabré porque me dieron ese número y
no otro mejor, pero la cosa fue así, aunque relativamente, como contare.
Termino la carrera en junio de 1968, y en la primera
convocatoria solicito plaza para hacer los 4 meses de Prácticas como Sargento
de Complemento. En el concurso había plazas para casi toda España, pero como
entre ellas se ofrecían 7 plazas de Sargento para Alicante, CIR. 8 Rabasa, yo
no había estado nunca en Alicante, y de verdad que tampoco sabía que CIR era
Centro de Instrucción de Reclutas, pues pedí una de esas plazas. Me la dieron y
me ordenaron en el nombramiento mi
incorporación el día 20 de agosto de 1968. Y allí me presente con otros 6 compañeros Sargentos de Complemento,
de Madrid, Albacete y Cataluña. Un Médico, dos Químicos, dos Ingenieros
Industriales, un Ingeniero de Caminos y yo, Abogado.
Al día siguiente y tras alojarnos en la Residencia de
Suboficiales, en unas magníficas habitaciones individuales, me presenté al
Capitán la Compañía número Siete a la
que fui destinado. Me recibió con mucha amabilidad y me dice: Bueno, mire Usted,
en la compañía hay un teniente, un alférez de complemento, y un sargento que es
usted, y claro, como en una compañía hay tres secciones y al mando cada una hay
un oficial, y solo hay ahora dos, pues usted tiene que ocupar el mando de la
tercera sección, pero sin dejar de cumplir su cometido de Sargento porque usted
es el único de la Compañía. Bueno, pues así, fui de alguna manera Alférez, y de
hecho, en la nómina mensual de la paga, porque ahora ya cobrábamos, me pagaban
un complemente de “Tareas de categoría superior”. Por eso cuando se me pregunta,
digo que fui Alférez, lo cual no es absolutamente cierto.
Y llego la promoción de Reclutas. Y yo les di a los de mi
Compañía, la instrucción, el orden cerrado, las clases de armamento y su
utilización, los lleve al Tiro en Fontcalent, les di las clases de táctica militar,…
Apenas bajé a Alicante, en aquellos cuatro meses, pero cuando lo hice, los
bares y las cafeterías de la Explanada y sus Salas de Fiestas, eran
espectaculares; pero quieren que les diga una cosa, no diré la palabra
“disfruté”, pero sí que fue para mí una extraordinaria experiencia mi estancia
en Rabasa. Allí yo estuve fenomenalmente. Bien instalado, bien alimentado (Yo
cobraba como unas 11.000 pesetas, y por todo mi alojamiento y manutención
pagaba unas 4.000 pesetas). Pero es que
a los reclutas se les trataba muy bien. Cuando hice el servicio de “Vista y
Compra” y baje con el camión y el encargado de cocinas al Mercado Central para
comprar toda la comida de una semana para la tropa, era todo de lo mejor.
Cuando baje de servicio de vigilancia acompañado de dos cabos gastadores con el
casco blanco y visite el hospital militar, estaba los soldados enfermos
admirablemente atendidos, cuando hice la guardia de tarde, no sancioné a
ninguno y eso que entre en el barrio, digo, el barrio de entonces… bueno y
alguna copa de más. Un regaño y vuelta a casa. Y allí, se les dio clase a los analfabetos,
que acabaron sabiendo leer y escribir. Allí, los reclutas, que eran Maestros,
se esforzaban con todo cariño. Yo les ordené, así, ordené, que sin falta y sin
falsedad, aquellos analfabetos salían de allí con el certificado de estudios
primarios. A la mínima indisposición los
mandaba al médico. Aclaro que no sé por qué, a este CIR llegaban los reclutas
de Granada. Algunos, los pobres, no habían visto el mundo “por un agujero”,
venían sin un duro, sin apenas ropa, y sin instrucción mínimamente cultural.
Pues bien, aquellos chicos salieron de allí instruidos, más repuestos y
contentos. Y termino con una anécdota. Como el Capitán contaba conmigo para
todo, y me dio toda la autoridad y respaldo posible en la compañía, pasó lo
siguiente. El día de la jura de bandera, y la conversión de los Reclutas en
Soldados, en el acto de la misma se le daba un premio honorífico al mejor de
cada una de las compañías. Era un diploma de esos bonitos, llenos de escudos de
colores. Bien. Me llamo pocos días antes mi Capitán y me dijo, venga usted que
tenemos que hablar. Entramos en su despacho y me dice que había que dar el
diploma al mejor de la compañía, y que él tenía previsto dárselo a un chico que
indudablemente era el mejor. Alto, atlético, había aprobado recientemente el
ingreso en el Cuerpo General de Policía, con lo que sabía de armamento, de
derecho, pues creo recordar que estudiaba Derecho o Criminología, en fin… El
mejor. Me pregunto mi Capitán si me parecía bien darle el diploma de mérito. Empecé diciéndole: claro que sí, mi Capitán, lo que usted ordene, pero
me va a permitir un comentario con todo respeto: Vera, este chico que me dice
ya lo tiene todo, un porvenir brillante y un horizonte despejado. Seguro que le
hará ilusión el obtener la felicitación honorifica militar… pero en la compañía
hay un chico que ha venido de Granada. Vive allí en una cueva, su oficio es el
de limpiabotas, ha venido aquí casi sin ropa, y con unos zapatos medio rotos,
demacrado, asustado… Cuando he pedido un voluntario para lo que fuera… ha sido
el primero que ha dado un paso al frente, le ha hecho el servicio a sus
compañeros los fines de semana sin pedirles nada, ha aprendido a leer y
escribir, y conseguido el certificado de estudios primarios, siempre ha estado
contento, me ha dicho que nunca ha comido mejor que aquí, siempre diciéndome,
mi Sargento si no hay otro, yo voy a cocinas… Es un chico que de aquí sale como
nuevo. Yo no sé si será justo o no, pero ese Diploma le abre al mismo la vida,
que tenía tan cerrada. Le haría mucho bien. El Capitán me miró muy atento, al
poco esbozo una sonrisa y muy despacio, me dijo… Bueno, Sargento Calvet, le doy
el Diploma de Honor al granadino.
La Mañana de la jura de bandera la plaza de armas de Rabasa
estaba espectacular. No cabía una chica
guapa más, ni una madre más llorando de emoción viendo a su hijo, ni un uniforme más planchado y lucido. Yo
llevaba mi uniforme de paseo con un cinto de cuero blanco y la espada de plata
que me prestó para ese día un Sargento profesional. Y mis cordones de cadete de
la IPS de color encarnado por Licenciado en Derecho, y mi Escudo de Cisneros en
el pecho. Llevaba mis guantes blancos, y me encontraba en el palco con los
Suboficiales. En la Tribuna de autoridades el Capitán General de Valencia, con los
mandos agrupados, y autoridades civiles. Con el Capellán Castrense, con su
sotana y en el pecho el distintivo de su grado militar, los tambores redoblando
y las músicas tocando el “Soldadito Español”, los reclutas, que contestaron a la lectura de la fórmula: ¡Si,
Juro¡, con un grito estentóreo. Luego pasaron de uno en uno descubiertos, y con
el fusil en posición, besando la bandera, luego de tres en tres bajo ella.
Quedo la formación en posición de descanso. A la voz de ¡Firmes, AR¡ retomaron
la formación.
El Coronel del CIR, anuncio los nombramientos de los mejores
soldados para otorgarles el Diploma: Compañía número uno… Y al llegar a la
Compañía número Siete, la mía, nombro al
recluta de Granada. Hasta ese momento habían permanecido en secreto los
premiados. Salió de la formación gallardamente. Al pasar a la altura donde me
encontraba no pudo dejar de echarme una mirada. Llego ante el Capitán General.
Se cuadro dando un rotundo taconazo y recogió el diploma sujeto con una cinta
encarnada de manos del mismo. Finalmente, tras el discurso o palabras del Alto mando
militar termino el acto con el ¡Rompan
Filas¡ de las compañías.
Cuando bajé del palco, no tardó en llegar a mí el ya soldado
de Granada. Se me cuadro, ¡A las orden de usted mi Sargento¡. Le correspondí el
saludo y le dije: Descanse. Y me dijo: Mi Sargento, Gracias, yo sé que esto es
cosa de Usted.
Y le replique, no, Soldado, esto es cosa tuya. Lo has ganado
con honor. Ahora, cuando vuelvas a Granada hazlo valer, no vuelvas a limpiarle
a nadie los zapatos. Ahora que sabes leer y escribir, y con ese Diploma que es
la mejor recomendación, búscate un buen trabajo que lo encontraras. No te
conformes, búscate un buen porvenir, y sí alguna vez te acuerdas de este día,
no te olvides que le has dado a tu Sargento una gran satisfacción. Me contesto,
así lo hare. Y dando media vuelta, marchó con sus compañeros de la compañía
número siete del CIR Ocho a celebrar la jornada.
Yo no supe nada de él, pero espero que la vida haya sido
buena con el soldado de Granada.
En la Orden nº 253, 1968,
Jueves 19 de Diciembre del Centro de Instrucción de Reclutas número 8,
Campamento Rabasa, dice “Baja de Suboficiales”. Art. 3º. En el día de mañana
causaran baja los Sargentos de Complemento que a continuación se relacionan por
haber finalizado las practicas reglamentarias: Sargento de Infantería D. Julio
Calvet Botella… El Teniente Coronel, Firmado Furundarena Gil (Rubricado).
En Mayo de 1970, Gane mis primeras oposiciones a Secretario
de la Administración de Justicia. Años más tarde gane las oposiciones a la
Carrera Judicial.
No me perjudico para nada mi servicio militar en mi vida
profesional, sino todo lo contrario.
Y este fue mi servicio militar. Es una parte muy importante
de mi vida. No se me pregunte si soy o no partidario del Servicio Militar
Obligatorio. Si era bueno o era malo.
La Constitución
Española, de 1978, en la sección Segunda, del Capítulo II, artículo 30,1, dice: “Los españoles, tienen el derecho
y el deber de defender a España”.
Yo me siento muy honrado en haber jurado la Bandera de
España.
JULIO CALVET BOTELLA.
9 de Marzo de 2021.