JUEGOS | ESPAÑA 5 - COSTA DE MARFIL 2
Victoria de coraje y corazón
Rafa Mir apareció en el último minuto para provocar la prórroga y luego firmó un hat-trick. Dani Olmo hizo el 1-1 y Oyarzabal, de penalti, el 3-2. España, en semis.
La Roja se vio de salida en una situación completamente desconocida para ellos en este torneo: ir por detrás en el marcador. Tras un inicio esperanzador en el que Merino erró un disparo en posición franca, los de De la Fuente vivieron un minuto fatídico: en el 9’ Mingueza volvió a lesionarse y en ese mismo saque de esquina Bailly adelantó a los africanos. Un directo a la mandíbula que dejó groguis durante varios minutos a los españoles. Pudo incluso llegar el segundo.
Poco a poco, España asimiló el nuevo panorama, muy favorable para una Costa de Marfil que sólo buscaba esperar agazapaba hasta encontrar el error rival. Zubimendi se hizo con el control en el medio y Dani Olmo apareció. Avisó en el 24’, con un disparo que se estrelló en la defensa, y seis minutos más tarde su insistencia tuvo premio: creyó, fue a la presión y aprovechó el regalo de Singo en una cesión al portero para igualar la contienda. Tiene el de Terrasa tanta calidad como fe. Oxígeno para España en el momento más crítico del campeonato (hasta ese momento, claro). En el tramo final, Simón evitó otro susto con un paradón a remate de Dao.
En la segunda mitad el calor, la humedad y la intensidad empleada en el primer acto pasaron mucha factura. El partido, por tramos, entró en un ida y vuelta que perjudicó siempre a España. Costa de Marfil sufre con el balón en los pies, es errática si le presionan, pero son un cuchillo con metros por delante para correr. Su indisciplina táctica la compensan con físico y velocidad. La Roja siguió con la maldición que le ha perseguido desde que comenzaron los Juegos: la persiana se baja en los metros finales. Otra vez Olmo mandó un chut claro a las nubes, Asensio se encontró con el larguero en un buen zurdazo desde la frontal y Oyarzabal falló otro mano a mano más en el último minuto. De esa ocasión desperdiciada se cambió de área y un error en cadena, primero de Vallejo y después de Simón, puso a España en la puerta de embarque hacia Madrid. Ese avión aún no era el suyo, porque en el descuento Mir puso un empate que hacía, como mínimo, justicia. Otra vez necesitó España un regalo para marcar.
Las prórrogas suelen ser para quien llega con la moral más alta, porque las piernas están para pocos trotes y menos aún en el clima japonés. A ese subidón anímico contribuyó que en Costa de Marfil los Reyes Magos deben ser en verano, porque al poco de empezar la prórroga Bailly regaló otro gol a La Roja, esta vez en forma de penalti absurdo por saltar con la mano por delante en un saque de esquina. Error de alevín que no perdonó Oyarzabal, al que hay que poner en valor: sólo con una tremenda personalidad se puede lanzar con esa sangre fría un penalti después de todos los fallos que ha tenido en los últimos dos partidos. En el tramo final Mir, héroe indiscutible del partido, hizo su segundo y su tercer gol para cerrar definitivamente el pase a semifinales.
España está en la lucha por las medallas. A trompicones, con mucho corazón y menos juego. Pero entre las cuatro mejores del mundo. Del sufrimiento, la falta de gol o los errores defensivos nadie se va a acordar si aterrizan en Barajas el día 8 de agosto con la medalla de oro colgada al cuello.