¿EDUCACIÓN LIBERAL O IGUALITARIA?
¿Educación liberal o igualitaria?
¿EDUCACIÓN LIBERAL O IGUALITARIA?
Los socialistas promulgaron, en 1990, la Ley de Ordenación General del Sistema Educativo, la conocida LOGSE. No
trato de analizar exhaustivamente la aportación socialista a la
educación, que fue un intento de cambiarla de arriba abajo. Bastará con
citar unas palabras de J. Orrico en ‘La enseñanza destruída’:
‘El
fracaso ha sido completo. La combinación de permisividad e
irresponsabilidad tenía que resultar necesariamente letal… desprecian
la autoridad intelectual, exigen derechos e ignoran por completo sus
deberes’.
Ahora comparemos estas palabras con las que se recibía a los estudiantes del colegio de Eton, hace ya más de un siglo:
‘Al
venir a esta escuela os comprometéis en una tarea no tanto de
adquisición de conocimientos cuanto de realización de esfuerzos
intelectuales mientras os sometéis a la crítica… para adquirir artes y
hábitos: el hábito de la atención, el arte de la expresión, el arte de
daros cuenta en un simple momento de una nueva idea , el hábito de someteros a censura y refutación …’
Seguramente
se dirá que estamos hablando de un colegio elitista, como Eton. Tal
vez se dirá que es mejor nuestro sistema educativo, a pesar de que está
en la cola de Europa en
calidad educativa, como repetidamente nos dice el informe PISA. O sea,
más iguales y más ignorantes. Esto nos empuja, por contraste, a tener
que hablar de las élites.
Los conocidos teorizadores de las élites, G. Mosca. W. Pareto o R. Michels comprobaron que en todas las sociedades hay
grupos que gobiernan y otros que son gobernados. Las élites
gobernantes pueden serlo ‘a la luz del día’, o bien ‘en la sombra’. Pero no hay sociedad sin élites gobernantes. Por tanto, nuestro problema no es si vamos a tener élites, o no. El problema es que con este nivel educativo tan bajo, nuestras élites serán de bajo nivel. Porque élites, ‘haberlas hailas’.
Pero
antes de hablar del igualitarismo de las leyes educativas socialistas,
recordemos que Mercedes Rosúa, catedrática de Lengua y Literatura, en
su libro “El archipiélago
Orwell”, cuenta sus andanzas como profesora de español en China.
Curiosamente, hay semejanzas entre el sistema educativo chino y el que
los socialistas establecieron en España con la mencionada LOGSE.
Nos dice en su libro que la revolución
cultural china impuso la consigna de que los alumnos debían progresar
conjuntamente (…) También se consideraba deplorable servilismo
confuciano la exigencia de que se trabajase para aprobar (…) Otro
atentado a la igualdad consistía en el desdoblamiento de las clases en
grupos según el nivel lingüístico de los alumnos (…) En ningún caso se
citaba el mérito o la inteligencia, sino el igualitarismo”.
Como
puede verse, hay semejanzas entre los objetivos educativos de los
comunistas chinos y las propuestas socialistas materializadas en la
LOGSE. En ambos casos, se defiende el igualitarismo, se desconfía del
mérito y se avanza en grupo, por no decir en manada. O sea, el
individuo es sospechoso. El grupo es lo que importa. Esto nos obliga a
hablar de la igualdad.
En
los sistemas democráticos, habitualmente, se intenta un cierto
compromiso entre la igualdad formal (la igualdad entre la ley) y la
igualdad material (o igualdad de resultados). Un ejemplo extremo de
igualdad formal lo tendríamos en propuestas como la de Robert Nozick.
En estos planteamientos lo que importa es la justicia procesual o
procedimental. Es decir, lo importante es el proceso o conjunto de
reglas del juego que hay, y que utilizamos, en un momento determinado, y no el resultado de este proceso o de estas reglas del juego.
Según
esta doctrina, es justo lo que se conforma a un proceso o reglas del
juego. Por ejemplo, si aceptamos las reglas de juego del código civil, y
usted realiza negocios jurídicos de acuerdo con estas reglas, no podrá
protestar si los resultados finales son malos para usted. Lo único
injusto es violar las reglas de juego.
Una
posición contraria es la que se preocupa de los estados finales más
que de los procedimientos. En el ámbito educativo, esto significa que
lo que importa es que, al final, todos los alumnos sean iguales o casi
iguales. De ahí que estas doctrinas educativas desconfíen del mérito.
¿Por qué? Porque el mérito diferencia entre los mejores y los peores. Y
los igualitarios no lo quieren así. Quieren la igualdad de resultados
más que la igualdad de oportunidades. Tanto los comunistas chinos como
los socialistas españoles.
Uno
de los problemas que plantea esta visión de la igualdad, a la que se
suele llamar ‘igualitarismo’, es que no hay igualdad más que a la baja.
Al menos en la práctica. Con otras palabras, podría suceder que todos
los alumnos se igualaran por arriba, consiguiendo todos ellos
resultados sobresalientes. Pero no sucede.
Lo que sucede, en la realidad, es que
los alumnos se igualan a la baja. Pero las autoridades educativas no
desean esto. De modo que, entre otras medidas, hacen que suspender sea
difícil. Una de las maneras de conseguirlo es exigir a los profesores
una amplia y detallada justificación en caso de suspender a un alumno. O
en caso de que se alcance un determinado porcentaje de suspensos. Los
profesores quedan avisados.
Esto
hace que, en la práctica, sea muy difícil (por no decir imposible)
subir el nivel de los alumnos. Objetivo, por otra parte, del que
siempre se habla y se anuncia a bombo y platillo. Pero no es factible.
¿Por qué?
Porque
los alumnos se enteran de que no está bien visto que los profesores
suspendan. Porque, además, han devaluado la autoridad del profesor. Y
porque solamente suben el nivel los que se esfuerzan de manera
constante, lo que no está de moda .
O sea, los que tienen más mérito. Pero los igualitaristas desconfían
del mérito, como hemos visto. ¿Y qué sucede en este caso? Que se
desmoraliza y se desmotiva a los alumnos estudiosos y trabajadores.
Algo
parecido a lo que siempre ha sucedido en el socialismo realmente
existente. El constante fracaso económico del socialismo real se debía,
entre otras razones, a la desincentivación de los mejores
trabajadores. Si resulta que Pepe, que trabaja más y mejor que Antonio,
tiene que cobrar lo mismo ¿para qué se tiene que esforzar? Seamos
iguales. A la baja, por supuesto.
Demos un paso más. La imposición legal del igualitarismo educativo perjudica o elimina la libertad
de los mejores a mejorar. Porque se les impone igualdad en los
resultados finales. O sea, no destaques que podrías humillar a los
demás. Pero el resultado final no sólo es más igualdad sino, también,
más mediocridad. Y en eso estamos.