Avance del próximo VOCES: 'Una mañana en la cárcel de Estremera'
Noticia | 24 Agosto 2020
Valor:
Se acerca la publicación del próximo número de VOCES,
la revista del Movimiento Asociativo de Plena inclusión España. Y como
avance de los contenidos que traerá en su edición de septiembre, que
viene cargada de interesantes entrevistas y noticias de actualidad,
compartimos este extracto del reportaje escrito (y no publicado hasta
ahora) a partir de la visita realizada en agosto de 2019
por José Luis Corretjé, del Equipo de Comunicación de Plena inclusión
España, al módulo terapéutico del centro penitenciario de Estremera
(Madrid), que acoge a internos con discapacidad intelectual o del
desarrollo.
La sonrisa de David
Seis de las 28 personas que están en el
módulo terapéutico participan en talleres productivos. Para ellos hay
una jornada laboral que comporta un salario. Uno de los asalariados se
llama David (nombre ficticio). Se trata de un joven de 27 años que
trabaja como electricista desde hace algunos meses. En este tiempo se ha
convertido para sus compañeros en una referencia de superación
personal. Cumple una condena de cuatro años y seis meses por un robo con
fuerza. Su historia, tal y como nos la cuenta, habla de un chaval que
creció en un entorno social y económico muy difícil en el que delinquir
no resultaba raro.
"Éramos ocho hermanos. A una de mis
hermanas un día la atropelló un tren y todo cambió. Mi madre cayó en
depresión y mi padre se dio a la bebida. Los siete acabamos en
residencias. Ahora me doy cuenta de que nos faltó mucho afecto por parte
de mi familia", relata este joven que tiene un 57% de discapacidad
intelectual, una circunstancia que en el juicio no tuvieron en
consideración al condenarle. "No se lo creyeron", relata. "En mi barrio
lo normal era robar. Yo iba por la calle y me costaba entender por qué
yo llevaba unas zapatillas rotas mientras otro chico tenía unas de marca
nuevas. David, después de pasar por las cárceles de Soto del Real y de
Segovia, recaló hace año y medio en el módulo terapéutico de Estremera. Y
su vida dio un giro de 360 grados. "A mí nunca me han gustado las
drogas. Ni beber. No he fumado en mi vida", añade sin dejar de sonreír.
"Hice un curso de electricidad y ahora
soy encargado del taller productivo. Voy a empezar a estudiar 3º y 4º de
la ESO. En cuanto lo termine voy a hacer un módulo o un grado. Me gusta
la electricidad", prosigue con un hablar que parece propulsado por la
energía de mil protones y electrones. Las buenas noticias no paran de
llegar a la vida de David. En cuatro meses será padre. "Mi chica me ha
ayudado mucho. Cuando salga de aquí quiero tener una familia y una vida
estable". Para conseguirlo cuenta con el apoyo del equipo técnico que
han encontrado en el suyo, un caso que pretenden sirva de acicate para
el resto del grupo. David me enseña, orgulloso, la carta de
recomendación que le ha dado la empresa para la que trabaja y que le
será de gran utilidad cuando se enfrente al reto de buscar un empleo
cuando recupere su libertad. Salimos al patio. Entonces me presenta a su
hermano que también está internado en este módulo. Aunque a un extraño
le cueste verlo, la vida ahora sonríe a David y él está decidido a no
dejar de sonreír con ella.
Aunque no todos son casos de éxito. Esta
cárcel, como cualquier otra, se convierte a menudo en un lugar al que
se llega después de haber recibido muchos golpes y del que se sale
enfrentándose a un futuro incierto lleno de dificultades. Pedro es el
mayor de siete hermanos. Lleva siete pagando una condena de once años.
Antes pasó un calvario en la cárcel de Valdemoro. "Allí me sentía muy
solo. Me pasaba el día llorando y llamando a mi madre. La echaba mucho
de menos", recuerda. Presenta trastorno de la personalidad y una
discapacidad del 66%. Allí Plena Madrid detectó su situación y logró su
traslado al módulo de Estremera. Aquí ha encontrado un ambiente más
acogedor y se ha enganchado con el estudio. Durante estos años ha
cursado 3º y 4º de la ESO. Antes terminó la educación primaria. "Me
gusta el Inglés y las Ciencias Naturales. Siempre que puedo ayudo a mis
compañeros a hacer recursos ante permisos denegados", añade Pedro. Ya
lleva un tiempo disfrutando de algunas salidas que aprovecha para acudir
a una terapia sicológica que le facilita Plena inclusión. "Desde que
voy a terapia me siento mucho mejor", reconoce Pedro.
Plena inclusión Madrid
desarrolla proyectos de atención personalizada a internos con
discapacidad intelectual o del desarrollo en seis de los siete centros
penitenciarios en los que se cumplen condenas de primer grado
(internamiento) que existen en la región. En todos menos en Estremera,
la organización actúa a demanda, cuando llega una petición para que se
atienda las necesidades de un recluso. Aquí está presente desde hace una
década, desde el mismo momento en que empezó a funcionar esta cárcel,
en 2009.
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