Un gesto doloroso en defensa de la Corona
Estamos ante otra decisión de firmeza de Felipe VI coherente con su elevado listón de la ejemplaridad.
La Monarquía parlamentaria, clave de bóveda del sistema democrático que consagra la Constitución, es la única de nuestras instituciones necesitada de un especial vínculo afectivo con los ciudadanos. Y la Corona ha gozado y sigue gozando de esa estrecha comunión con los españoles, que a buen seguro habrán sentido conmoción por la decisión de Juan Carlos I de irse al extranjero.
Entre las medidas que barajaba la Casa del Rey para desmarcarse del hoy Emérito, su salida del Palacio de La Zarzuela era improrrogable. Máxime desde que el Gobierno, con una actitud escasamente responsable, empezó a presionar a Don Felipe en este sentido de forma pública y reiterada. Don Juan Carlos ha facilitado las cosas a su hijo y sucesor aceptando con serenidad la marcha de la residencia que habitaba desde 1960. Pero, además, en un afán por intentar reducir la presión que lleva meses soportando la Corona, el ex Monarca ha preferido marcharse al extranjero, lo cual conlleva una excepcional carga simbólica añadida porque remite irremediablemente a los dolorosos exilios a los que en el pasado se vieron abocados varios de sus antepasados. El desgarro del destierro de la Familia Real marcó, de hecho, a Don Juan Carlos muy profundamente en su infancia. Ahora, sin embargo, como expresa en el comunicado de ayer, lo considera imprescindible para "facilitar el ejercicio de las funciones, desde el sosiego y la tranquilidad que requieren la alta responsabilidad" del actual Rey.
A nadie se le escapa que estamos ante otra decisión de firmeza de Don Felipe absolutamente coherente con el elevado listón de la ejemplaridad que ha impuesto en la Monarquía desde que accedió al trono en 2014. No se trata, como algunos populistas pretenden, de ninguna condena del padre al hijo, sino de marcar distancias necesarias porque de lo que no cabe duda, por desgracia, es de que Don Juan Carlos protagonizó en los años finales de su reinado comportamientos que no son compatibles con la grandeza y dignidad de la institución que él mismo contribuyó a impulsar y prestigiar. Por ello, independientemente del recorrido que pueda tener la investigación judicial en marcha sobre las millonarias cuentas opacas en el extranjero que se han conocido, el actual titular de la Corona ha dejado claro por la vía de los hechos que en la "monarquía renovada para un tiempo nuevo" que él encarna no caben conductas reprobables desde el punto de vista ético o moral. Y de ahí que ya en marzo Felipe VI protagonizó un primer y contundente distanciamiento con Don Juan Carlos al privarle de su asignación oficial y anunciar la renuncia simbólica a la herencia que pudiera corresponderle. Y ahora ha dado un paso más con esta salida de Zarzuela, imprescindible para que hechos pasados no sigan interfiriendo en el presente de la institución.
No le ha temblado la mano al actual Jefe de Estado a la hora de adoptar decisiones para robustecer la Corona. Pero es precisamente la institución, por cuanto simboliza la unidad y permanencia de la nación española y personifica todo un rico legado histórico de 500 años que nos ha traído hasta aquí, contra lo que arremeten y combaten quienes intentan así derribar el sistema que nos dimos los ciudadanos en 1978. De ahí que, no nos engañemos, ni siquiera un gesto tan desgarrador como el de Don Juan Carlos detendrá en su cruzada a cuantos han puesto en la diana a la Monarquía. Lo grave es que entre ellos estén incluso algunos de quienes se sientan en el Consejo de Ministros y desde luego todos los sostenes separatistas del Gobierno. Pedro Sánchez ha reclamado gestos contundentes en la Casa del Rey. Ya los tiene. Ahora su obligación es empezar a proteger a la Corona y cumplir con su palabra dada de evitar que sea socavada por tantos motivos espurios.
La Justicia está realizando su labor, que en modo alguno interfiere ni condiciona la marcha de Don Juan Carlos de España. Pero hoy también es el día para destacar su excepcional legado histórico. Es de justicia reconocer los grandes aciertos y la actuación sobresaliente durante un largo reinado que permitió que nuestro país pasara, de forma modélica, de una dictadura a la democracia plena de la que gozamos. Y esa gran obra solo se puede ignorar desde el puro sectarismo. El ex Rey se enfrenta hoy a los fantasmas por sus errores personales, pero sus aciertos en la esfera pública merecen que se le trate al menos con respeto.
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Carta a su magestad Rey Felipe VI
El rey Juan Carlos ha comunicado a Felipe VI su “meditada decisión” de trasladarse a vivir fuera de España ante la repercusión pública de “ciertos acontecimientos pasados” de su vida privada, informa el Palacio de la Zarzuela en un comunicado este lunes.
COMUNICADO DE LA CASA DE S.M. EL REY
1. Su Majestad el Rey Don Juan Carlos ha dirigido a Su Majestad el Rey la siguiente carta:
“Majestad, querido Felipe:
Con el mismo afán de servicio a España que inspiró mi reinado y ante la repercusión pública que están generando ciertos acontecimientos pasados de mi vida privada, deseo manifestarte mi más absoluta disponibilidad para contribuir a facilitar el ejercicio de tus funciones, desde la tranquilidad y el sosiego que requiere tu alta responsabilidad. Mi legado, y mi propia dignidad como persona, así me lo exigen.
Hace un año te expresé mi voluntad y deseo de dejar de desarrollar actividades institucionales. Ahora, guiado por el convencimiento de prestar el mejor servicio a los españoles, a sus instituciones y a ti como Rey, te comunico mi meditada decisión de trasladarme, en estos momentos, fuera de España.
Una decisión que tomo con profundo sentimiento, pero con gran serenidad. He sido Rey de España durante casi cuarenta años y, durante todos ellos, siempre he querido lo mejor para España y para la Corona.
Con mi lealtad de siempre.
Con el cariño y afecto de siempre, tu padre.”
2. Su Majestad el Rey le ha transmitido a S.M. el Rey Don Juan Carlos su sentido respeto y agradecimiento ante su decisión.
El Rey desea remarcar la importancia histórica que representa el reinado de su padre, como legado y obra política e institucional de servicio a España y a la democracia; y al mismo tiempo quiere reafirmar los principios y valores sobre los que ésta se asienta, en el marco de nuestra Constitución y del resto del ordenamiento jurídico.
Palacio de La Zarzuela, 3 de agosto de 2020