Aparentemente técnico y ajeno a las cuestiones políticas que lo han impregnado, el examen de ayer muestra a las claras el temor del Ejecutivo a que el coronavirus acabe por devorarlo
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EL Gobierno se tienta la ropa y, consciente de su responsabilidad directa,
por omisión, en la propagación del virus de Wuhan desde finales del
pasado mes de febrero, dictó ayer sentencia al decidir que muchos
territorios -y no solo Madrid, como ya se había encargado de anunciar
con voz experta Pablo Iglesias- se queden al margen de la denominada
«desescalada» a la fase 1, según la hoja de ruta diseñada por el
Ministerio de Sanidad. Han sido tantos los errores acumulados por el
Ejecutivo en estos últimos meses que Salvador Illa quiso pecar de la
prudencia que le faltó al Ejecutivo al retrasar en invierno su respuesta
a la amenaza del Covid-19. Poco más de la mitad de la población
española podrá disfrutar de los alivios que permite la fase 1, de la que
quedan fuera, junto a Madrid, las regiones que ni siquiera solicitaron
su progreso y buena parte de la Comunidad Valenciana y de Castilla-La
Mancha, además de las provincias de Granada y Málaga. Aparentemente
técnico y ajeno a las cuestiones políticas que han impregnado esta
evaluación, también marcada por la opacidad de su comité, el examen
muestra a las claras el temor del Ejecutivo a que el coronavirus acabe
por devorarlo ante la opinión pública.
Más allá de la torpeza con
que Madrid presentó su candidatura para pasar a una nueva fase de esta
desescalada y aligerar el confinamiento ciudadano y económico, las
reveladoras declaraciones del vicepresidente segundo del Gobierno
dejaron ayer entrever las obsesiones de la izquierda con el modelo
político que representa el PP. Las declaraciones de Pablo Iglesias, en
las que acusaba a Ayuso de «jugar con vidas», demuestran la disposición
de la izquierda a hacer y decir lo que haga falta para minar el respaldo
de los madrileños a la gestión del Ejecutivo autonómico. De poco sirve
que el ministro de Sanidad intente explicar con criterios científicos la
decisión de su oscuro comité de expertos si, horas antes, Iglesias hace
gala de su transparencia habitual para difamar a un rival político.Fue precisamente Isabel Díaz-Ayuso quien, pese a los errores de su equipo, supo poner el dedo en la llaga al plantear con toda su crudeza la necesidad de convivir con el virus para empezar a reactivar la economía. Es imposible esperar al riesgo «cero» para volver a trabajar. El impacto de las ayudas económicas, las rentas mínimas y los avales del Estado serán pronto un mero espejismo si España, cuyos polos industriales van a seguir en la fase cero, no pone su economía a producir riqueza. El Gobierno tiene que decir la verdad sobre las condiciones que considerará suficientes para permitir que este país empiece a trabajar, porque no es que nos estemos acercando al abismo económico. Es que estamos ya en el borde mismo, precisamente por la falta de prudencia que ahora exhibe el Ejecutivo.