Sí Presidente venceremos como
dijera el general francés Gaulle a los nazis, pero ¿Cuándo acaba la guerra
contra el virus?
Ramón Palmeral
Esta mañana llamé por teléfono a
la Moncloa y, muy decidido y resuelto le dije a la chica de la centralita:
«Quiero hablar con el Presidente». Y me puso con él, a veces, no es muy
frecuente, pero estas cosas pasan, te lo puedes creer o no, pero es así son carambolas o que la
chica de la centralita era una becaria con pocas tablas en esto de lidiar con
espontáneos… Y esta crónica no es un sueño como la del Domingo de Resurrección
con lo del running en las playas del Postiguet, esto es la verdad.
–Señor presidente, compañero: Soy
vecino de Alicante –no le dije Pedro, sino señor presidente–, soy padre de
hijos hipocondríacos, del Real Madrid, constitucionalista y contribuyente, y más cosas que no vienen a
cuento. Así que, si lo diré bien claro,
afloje un poco este confinamiento y permítanos salir con los niños a los
parques, a hacer footing, abrir los mercadillos locales, por supuesto con
debidas medidas de precaución, los supermercados se están forrando.
Sánchez no replicaba, me escuchaba en silencio pero con atención, o
es que, a lo mejor estaba hablando –a la vez- con Donald Trump por el temido
teléfono rojo (no rojo ideológico si no rojo férreo) sobre tropas en misiones
internacionales.
–También quisiera pedirle que permita abrir a los dentistas porque tengo
una muela rota que me está dando mucha lata. Señor Comandante en Jefe estoy escuchando
todos sus discursos por la televisión, asumo lo que dice aunque discrepo de
algunas cuestiones, como que esto del
confinamiento va para largo, y no sabemos si el próximo mes de mayo
continuará hasta que no quede un bicho
vivo, o por el contrario un español vivo. Sé que es cierto su eslogan: «Venceremos».
Sí señor presidente venceremos como
dijera el general francés Gaulle a los nazis, pero ¿Cuándo acaba la guerra
contra el virus?
Parecía un monólogo pero yo, oía ruidos de
sillas de fondo, en el despacho “ojival” de la Moncloa, como si se fuera a dar otra
rueda de prensa. Soy un ciudadano que paga sus impuestos religiosamente –insistí–,
y tengo derecho al cabreo –no recuerdo si le dije “cabreo ” o “pataleo”, sería
más bien “enfado” . Soy uno más de los millones
de españoles que sale cada tarde a las 20 horas a su balcón a aplaudir a los sanitarios, fuerzas
de seguridad, cajeras, repartidores, y ese gran grupo de personas que nos
auxilian, y me duelen las palmas de las manos de matar moscas gigantes. Esto es
una guerra contra una pandemia invisible. Pero señor presidente otro enemigo invisible son vuestros errores de gestión anticipación
al coronavirus como la manifestación del 8-M. Y para terminar quiero sugerirle
algo sobre la escena política actual que no me gusta...
Pero aquí, me colgó el teléfono sin decir ni siquiera ¡Vale!
Y eso fue todo lo que pasó señor inspector de guardia, manifiesto y me
ratifico que es la verdad y toda la verdad, y no tuve intención de insultar ni
ofender al presidente, la culpa de todo la tuvo la inexperta chica de la
centralita de la Moncloa, que me pasó con el Presidente directamente.
–Señor Palmeral, me dijo el
inspector después de firmar mi declaración- lo mejor es que se busque a un
procurador y abogado para cuando se celebre el juicio oral, por si el toca un
juez sahumérico.