Diario del aislamiento
Día 28
Esta
mañana salí a correr, temprano. Dejé atrás Caleta del Sebo con las
primeras luces. Los surcos de la carretera (ondas de arena y tierra)
castigaron mis tobillos; lo justo, sin consecuencias. Subí los dos
kilómetros que llevan al punto donde el camino se parte en tres. Dudé.
Todas las rutas son espectaculares. Finalmente decidí […]
Carreras mentales de cuarentena, recursos, trucos para dar esquinazo al encierro. Cada día elijo un trayecto. Ayer corrí por Celorio; llegué a Yanes, a poco más de siete kilómetros de Arredondo. La Graciosa. Celorio. Pedazos de nuestros mundos favoritos. Regresos tatuados a fuego. Futuros pluscuamperfectos. Planes para no flaquear, luces que mantengan a raya la tristeza que nos ronda (y muerde, a veces). Quienes corremos tenemos las distancias de nuestros recorridos preferidos en la cabeza. Estos días he corrido sobre la cinta por un montón de ciudades: París. Amsterdam. Praga. Berlín. Lisboa. También por Santa Cruz. Me la conozco al milímetro. Voy viendo (mentalmente) cada parterre, cada esquina, cada marca sobre la acera, cada corriente de aire cuando pasas por María Jiménez o subes hacia Tahodio. Aterrizo. Vuelvo. Me sacudo la arena de los pies, dejo La Graciosa para regresar al confinamiento.
Tengo anotado algo sobre Sánchez. Estoy convencido de que en quince días tendré que pedir otra prórroga -así lo dijo, en el Congreso-. Jugó sucio. Quiso con esa frase (forzada) invadir los informativos con un titular que tapara (silenciara) titulares de otros, frases horneadas por otros. Feo.
Imperdonable. No era el día. Desmoralizó a millones de confinados cuando no tocaba, ayer no. Disfrazó de primicia algo que ya había dicho el sábado anterior, jugó a que pareciera nuevo algo que no lo era. Prórrogas [hata el 26 de abril], sí, pero con las restricciones moduladas o territorializadas; ya lo había contado, hace días. Sánchez refritó a sabiendas. No tiene un pase. Tampoco lo tiene personalizar la decisión; no es él quien debe estar convencido, sino los expertos. Su pose presidencial agota, aburre -molesta-. Echo un vistazo a otras notas que voy haciendo a lo largo del día, para volcarlas en el diario; pero decido guardarlas. Sin pretenderlo he consumido el diario contando mi carrera por La Graciosa. No me apetecían frases cargadas de virus; que le den al virus, que se joda.