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domingo, 26 de abril de 2020

"AMOR FIGURADO", por Agustín Conchilla


AMOR FIGURADO


Sus piernas de mariposa estremecen sentimientos de primavera,
agitan el tambor de mi pecho y relincho como potro ante la yegua.
Dos luceros de selva emergen, pestañean, me vigilan y sonríen
a través de perlas de plata que destellan ante el ojo del cielo.

Bajo manto de noche, millares de pepitas iluminan mi sendero,
luciérnagas decoran la oscuridad y grillos entonan sus melodías
entre susurros, guitarras de fauna y arrullos sobre aguas de río.

Sus manos son suaves como el terciopelo y finas como el coral;
su nombre es Magdalena, digno de recuerdo, perfume de azahar,
que extiende a su boca fresca, de cual escapan suspiros que anhelo.

Me lanzo a tocar el cielo con las manos y despierto en el intento,
¡Ay, Magdalena! Es tan bella que despierta codicias y ensueños,
y me sumerge en caudal y remedio sobre presa de sus brazos.

Los árboles florecen de fragancias y lucen sus mejores vestiduras,
cubren la piel suave, tersa, blanca y liviana como cuartilla de poeta;
y sus ojos brillan como luceros y hechizan como esmeraldas al sol;
y su cabello de oro, Magdalena, es fragancia y deseo para mi lecho.

¡Ay, Magdalena de nostalgia!, esclavo soy de su mirada y sutileza;
y por ella sueño y dormiría noche eterna sobre susurros de ruiseñor.
Pesas sobre mi conciencia, Magdalena, más que un pleito en litigio
de letra que sobrevuela ante los hilos del tiempo y ocaso del poeta.


Agustín Conchilla