El general Coll, ex JEME, exige impedir la investidura de Sánchez
El general Fulgencio Coll,
hoy en la Reserva y actual concejal del Ayuntamiento separatista de
Palma de Mallorca, no es un militar cualquiera. Ha servido en todas las
ocasiones a gobiernos de partidos distintos y a los socialistas muy
ampliamente. Él mandaba a nuestras tropas en Irak cuando a José Luis Rodríguez Zapatero,
de la mano de José Bono como ministro de Defensa, se le ocurrió la
destructiva idea de traernos a nuestros ejércitos de aquel país donde
habían acudido –esto nadie lo quiere recordar; es más, se miente sobre
ello– no a participar en combate alguno, sino a cumplir con las
resoluciones de la ONU que trataban de pacificar, ayuda humanitaria
incluida, el Irak del post Hassan.
Coll, como no podía ser de otra forma en un militar, obedeció disciplinadamente, y tocó retirada, no sin antes informar, por los cauces reglamentarios, de los inconvenientes de aquella decisión, uno de los cuales lo estaba sufriendo él en propias carnes. Coll y sus muchachos recibieron nítidamente el rechazo de otras fuerzas que sí permanecieron allí, muy concretamente las de Estados Unidos que, como siempre, ponía el dinero. Un oficial de la Legión, muy enfadado dijo entonces al cronista apenas regresado de Bagdad: “Lo peor que se le puede llamar a un soldado es traidor y a mí me lo han llamado”. El que, tras la guerra, fue embajador de España en el aquel país, Ignacio Rupérez, ya muerto, se expresaba de común así: “El Gobierno nos dejó solos ante el peligro”.
Coll fue también el jefe de la Unidad Militar de Emergencias, la gran creación de Zapatero a la que envió para dirigirla a su general de mayor confianza, además, permaneció durante cuatro años, de 2008 a 2012, en la Jefatura del Estado Mayor del Ejército, coincidiendo exactamente con el tiempo en que el citado Zapatero fue presidente del Gobierno.
O sea, no podrá decirse de Coll que haya sido un general desafecto al socialismo; antes bien, ha colaborado siempre con este partido y que, se sepa, sin la menor crítica a su gestión. Sin embargo, hace unos meses fue conquistado por la facundia de VOX, se alistó -así fue su expresión- en la filas del partido de Abascal, y ya anunció entonces que lo hacía cumpliendo, a lo castrense, un deber, porque España, a su parecer se encontraba en peligro. No salió alcalde en las elecciones municipales, pero sí concejal del municipio palmeño. Y ahora -perdón, por el casticismo- se ha soltado el pelo con unas rudas declaraciones que sin duda sembrarán, primero polémica y después –ya lo verán– un cierto mimetismo.
Coll ha manifestado en síntesis, que, por patriotismo, hay que hacer todo lo que se pueda para impedir que Sánchez pueda gobernar gracias a su pacto con los sediciosos de ERC de Cataluña. Es de pensar que, además, con los leninistas de Podemos que, en absoluto tienen la defensa de la unidad de España en el frontispicio de su ideología o de su posición política. Las declaraciones de Coll se ajustan milimétricamente –el que no lo constate así es un enorme estúpido– a lo que encierra el artículo 102 de la Constitución que, en su Punto Segundo y hablando de la responsabilidad del presidente del Gobierno reza textualmente: “Si la acusación fuera por traición o por cualquier delito contra la Seguridad del Estado en el ejercicio de sus funciones, sólo podrá ser planteada por iniciativa de una cuarta parte de los miembros del Congreso y con la aprobación de la mayoría absoluta del miso".
Recáigase en este pormenor: en su alegato, Florencio Coll se refiere inequívocamente a la “seguridad del Estado”, o sea, que verde y con asas. Como Coll no es precisamente un mindundi, es lógico pensar que sus declaraciones han sido autorizadas, tácita o expresamente por el presidente de su partido, Abascal. Nadie dice cosas como éstas sin consultarlas previamente. En todo caso, el exordio del militar precisa de varias preguntas: ¿Qué quiere decir exactamente Coll cuando pide que se “impida” la investidura de Sánchez? ¿Cómo sugiere él que sea efectúe esta operación?
Y, si se realiza, ¿cuál será su posición y naturalmente la de su partido? ¿acusarán directamente a Sánchez de atentar directamente contra la Seguridad del Estado? Quedamos a la espera de posteriores explicaciones ya en el borde mismo de una investidura que todo el mundo apunta como cierta. Lo seguro es que si alguien puede beneficiarse de la felonía política que prepara Sánchez es el partido del general Coll: VOX. Pactando con lo peor de la España democrática, con los separatistas encarcelados y con los leninistas que quieren volar España, Sánchez pretende matar dos pájaros de un tiro: continuar en La Moncloa incluso a este precio, y azotar al Partido Popular por la vía del engorde de VOX. Eso no hay quien lo dude. A Sánchez le han rellenado la cara pero la sigue teniendo igual de dura.
Coll, como no podía ser de otra forma en un militar, obedeció disciplinadamente, y tocó retirada, no sin antes informar, por los cauces reglamentarios, de los inconvenientes de aquella decisión, uno de los cuales lo estaba sufriendo él en propias carnes. Coll y sus muchachos recibieron nítidamente el rechazo de otras fuerzas que sí permanecieron allí, muy concretamente las de Estados Unidos que, como siempre, ponía el dinero. Un oficial de la Legión, muy enfadado dijo entonces al cronista apenas regresado de Bagdad: “Lo peor que se le puede llamar a un soldado es traidor y a mí me lo han llamado”. El que, tras la guerra, fue embajador de España en el aquel país, Ignacio Rupérez, ya muerto, se expresaba de común así: “El Gobierno nos dejó solos ante el peligro”.
Coll fue también el jefe de la Unidad Militar de Emergencias, la gran creación de Zapatero a la que envió para dirigirla a su general de mayor confianza, además, permaneció durante cuatro años, de 2008 a 2012, en la Jefatura del Estado Mayor del Ejército, coincidiendo exactamente con el tiempo en que el citado Zapatero fue presidente del Gobierno.
O sea, no podrá decirse de Coll que haya sido un general desafecto al socialismo; antes bien, ha colaborado siempre con este partido y que, se sepa, sin la menor crítica a su gestión. Sin embargo, hace unos meses fue conquistado por la facundia de VOX, se alistó -así fue su expresión- en la filas del partido de Abascal, y ya anunció entonces que lo hacía cumpliendo, a lo castrense, un deber, porque España, a su parecer se encontraba en peligro. No salió alcalde en las elecciones municipales, pero sí concejal del municipio palmeño. Y ahora -perdón, por el casticismo- se ha soltado el pelo con unas rudas declaraciones que sin duda sembrarán, primero polémica y después –ya lo verán– un cierto mimetismo.
Coll ha manifestado en síntesis, que, por patriotismo, hay que hacer todo lo que se pueda para impedir que Sánchez pueda gobernar gracias a su pacto con los sediciosos de ERC de Cataluña. Es de pensar que, además, con los leninistas de Podemos que, en absoluto tienen la defensa de la unidad de España en el frontispicio de su ideología o de su posición política. Las declaraciones de Coll se ajustan milimétricamente –el que no lo constate así es un enorme estúpido– a lo que encierra el artículo 102 de la Constitución que, en su Punto Segundo y hablando de la responsabilidad del presidente del Gobierno reza textualmente: “Si la acusación fuera por traición o por cualquier delito contra la Seguridad del Estado en el ejercicio de sus funciones, sólo podrá ser planteada por iniciativa de una cuarta parte de los miembros del Congreso y con la aprobación de la mayoría absoluta del miso".
Recáigase en este pormenor: en su alegato, Florencio Coll se refiere inequívocamente a la “seguridad del Estado”, o sea, que verde y con asas. Como Coll no es precisamente un mindundi, es lógico pensar que sus declaraciones han sido autorizadas, tácita o expresamente por el presidente de su partido, Abascal. Nadie dice cosas como éstas sin consultarlas previamente. En todo caso, el exordio del militar precisa de varias preguntas: ¿Qué quiere decir exactamente Coll cuando pide que se “impida” la investidura de Sánchez? ¿Cómo sugiere él que sea efectúe esta operación?
Y, si se realiza, ¿cuál será su posición y naturalmente la de su partido? ¿acusarán directamente a Sánchez de atentar directamente contra la Seguridad del Estado? Quedamos a la espera de posteriores explicaciones ya en el borde mismo de una investidura que todo el mundo apunta como cierta. Lo seguro es que si alguien puede beneficiarse de la felonía política que prepara Sánchez es el partido del general Coll: VOX. Pactando con lo peor de la España democrática, con los separatistas encarcelados y con los leninistas que quieren volar España, Sánchez pretende matar dos pájaros de un tiro: continuar en La Moncloa incluso a este precio, y azotar al Partido Popular por la vía del engorde de VOX. Eso no hay quien lo dude. A Sánchez le han rellenado la cara pero la sigue teniendo igual de dura.
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