Nuestro himno nacional sí tiene letra lo que sucede es que en España no hay unidad nacional desde que se decretaron las 17 autonomías. España carece de amor a la patria. En los partidos de fútbol, los catalanes se han acostumbrado a silbarlo. Los vascos también, lis gallegos, bueno callan, los valencianos tienen una vena nacionalista, lis Andaluces les da igual, los canarios ni fu ni fa,, los más españoles los Valladolid de Felipe II, y Madrid la ciudad más española de todas. Vamis abocados al federalismo y al cantonalismo. Una España de izquierda porgresista va camino del abismo. No hay futuro político, Vox es el uno camino posible de unidad de España. La envidia es nuestro pecado nacional. Somos envidiosos.
España es nuestra casa, y no la queremos. Las dos españas es un castigo que arrastramos desde tiempos inmemoriales. Hace falta es las escuelas un himno nacional. Hace falta una asignatura de educación nacional, y estudiar la Constitución o Carta Magana. No debe dar vergüenza ser español.
La forma politica del Estado español es la MONARQUI PARLAMENTARIA. En la figrua del rey Felipe VI.
Recordemos los datos históricos básicos. La primera mención de esta «Marcha de Granaderos» se encuentra en un «Libro de Ordenanza de los toques de pífanos y tambores» (1761), de Manuel Espinosa de los Monteros. (Pertenece a la leyenda que se trate de un regalo de Federico II de Prusia). En 1770, Carlos III la declara «Marcha de Honor» y así la acepta el pueblo. Después de la revolución de 1868, Prim convoca el concurso para un nuevo Himno Nacional pero se declara desierto. Durante las dos Repúblicas, se sustituye por el «Himno de Riego». Durante la guerra, Franco lo declara oficial, en el bando nacional (1937); así lo confirma, en 1942. La armonización que se usa es la realizada por Bartolomé Pérez Casas, inscrita a su nombre. En 1997, el Estado español adquiere los derechos: la versión revisada por el coronel Grau es, desde entonces, la oficial. Así pues, esta «Marcha de Granaderos» ha sido aceptada por el pueblo español como Himno Nacional desde 1770 hasta hoy, con las únicas excepciones de las dos Repúblicas.
Se han propuesto, para ella, varias letras. En 1927, para conmemorar las bodas de plata del reinado de Alfonso XIII, escribió una Eduardo Marquina: «¡Gloria, gloria, /corona de la Patria, / soberana luz, / que es oro en tu pendón!».
Durante la dictadura de Primo de Rivera compuso la suya José María Pemán: «¡Viva España!, / alzad la frente, hijos / del pueblo español, / que vuelve a resurgir. / Gloria a la Patria, que supo seguir / sobre el azul del mar / el caminar del sol». (En época de Franco, se sustituyó «la frente» por «los brazos»).
La benemérita Enciclopedia Álvarez incluía una, anónima, que se cantaba en los colegios, en la posguerra: «¡Viva, España, / mi patria esclarecida, / madre sin igual, / compendio del honor… / Veinte naciones coronan / tu sien, ¡arriba España!, / raza invicta es tu sostén».
En la Democracia, ha habido intentos para dotar al Himno Nacional de una letra acorde con la nueva etapa. En 1997, José María Aznar promovió una reunión de poetas: el vasco Jon Juaristi, el castellano Luis Alberto de Cuenca, el andaluz Abelardo Linares y el gallego Ramiro Fonte (se retiraron el castellano Jiménez Lozano y el catalán Joan Margarit). En ABC explicó Juaristi su intención: una letra breve, fácil de recordar, no bélica, de léxico sencillo y que trasmitiera tres ideas básicas, la trayectoria universal, el destino europeo y la exaltación de la libertad. Así comienza: «¡Canta, España!, / y, al viento de los pueblos / lanza tu cantar, / hora es de recordar / que alas de lino / te abrieron camino / de un confín al otro / del inmenso mar». En 2007, el Comité Olímpico Español convocó un concurso, para que los atletas españoles, igual que sus competidores, pudieran cantar su himno. Lo ganó un autor desconocido, Paulino Cubero: «¡Viva España! / Cantemos todos juntos / con distinta voz / y un solo corazón. / ¡Viva España!, / desde los verdes valles / al inmenso mar, / un himno de hermandad. / Ama a la patria, / pues sabe abrazar, / bajo su cielo azul, / pueblos en libertad».
También lo intentó el popular cantante Joaquín Sabina (autor del nuevo himno al Atlético de Madrid) y lo defendió Albert Rivera: «Ciudadanos, / en guerra por la paz / y la diosa razón, / mano en el corazón...».
El 17 de febrero de 2018, en el Teatro de la Zarzuela, Marta Sánchez sorprendió al cerrar su recital cantando el Himno con una nueva letra: «Vuelvo a casa, / a mi amada tierra, la que vió nacer / un corazón aquí. / Hoy te canto, / para decirte cuánto orgullo hay en mí, / por eso resistí».
Conozco también las letras propuestas por Víctor Lago, Guillermo Delgado, Luis de la Rosa Fernández, José Antonio Camuñas... Habrá más, supongo. Y dos anécdotas recientes: entre la sorpresa general, la letra de Pemán sonó para celebrar la victoria de Carolina Marín en el Mundial de Badminton (2015) y en la cumbre europea de Salzburgo (2018). Conseguimos desconcertar hasta a algunos extranjeros...
Opinan algunos que se debe renunciar a un tema espinoso y sin importancia: se equivocan. Despreciar los símbolos (el Himno y la bandera) es un disparate. Somos animales simbólicos: ya dijo Aristóteles que no podemos pensar sin imágenes. Quedarse en la forma externa de un símbolo, obviando su significado, supone una lamentable ignorancia. El cristianismo eligió la cruz (antes, el pez: lo vemos en la película «Quo Vadis»): reducirla a dos palitos unidos supone despreciar los sentimientos de muchísimas personas.
Algunos símbolos nacionales e internacionales tienen gran fuerza: para los franceses, «La Marsellesa» (¿recuerdan la escena de «Casablanca»?); para los comunistas, la «Internacional»; para los falangistas, el «Cara al sol»… Despreciar un himno que mucha gente respeta, llamarlo «cutre pachanga fachosa» (sic), es propio de analfabetos faltones. Pero aceptamos resignadamente que muchos independentistas catalanes silben el Himno Nacional, en la final de la Copa del Rey: en Francia y Portugal, se suspendería automáticamente el partido y se aplicaría el Código Penal.
Todas las letras mencionadas reflejan el momento histórico en que se escribieron. Para que sea asumible por todos, el Himno Nacional debe reflejar valores que todos aceptemos y evitar retóricas pasadas: un español medio no suele usar hoy palabras como «pendón» y «esclarecida»; no es fácil que se emocione con «la diosa razón» o las «alas de lino». Pero lo esencial es otra cosa: no es un problema de letra sino de patriotismo. Recuperar el canto de nuestro Himno Nacional es perfectamente legítimo, como expresión del amor a nuestra patria, más allá de las diferencias políticas, y como vínculo de unidad. Por desgracia, cierta izquierda ignorante y sectaria confunde el patriotismo con el franquismo; cierta derecha pusilánime arguye que no es el momento oportuno (¿cuándo lo será?), por temor a que la tachen de franquista. Y muchos jóvenes españoles se sienten ajenos a estas «guerritas»…
Que la letra del Himno Nacional suponga un problema es síntoma claro de una grave enfermedad: la falta de amor a nuestra patria; de orgullo, por su historia; de esperanza, por lo que puede ser. Así nos va…
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Andrés Amorós es catedrático de literatura española
España es nuestra casa, y no la queremos. Las dos españas es un castigo que arrastramos desde tiempos inmemoriales. Hace falta es las escuelas un himno nacional. Hace falta una asignatura de educación nacional, y estudiar la Constitución o Carta Magana. No debe dar vergüenza ser español.
La forma politica del Estado español es la MONARQUI PARLAMENTARIA. En la figrua del rey Felipe VI.
Sí tiene letra
«Recuperar el canto de nuestro Himno Nacional es perfectamente legítimo. Por desgracia, cierta izquierda ignorante y sectaria confunde el patriotismo con el franquismo. Que su letra suponga un problema es síntoma claro de una grave enfermedad: la falta de amor a nuestra patria; de orgullo, por su historia; de esperanza, por lo que puede ser»
Actualizado:Guardar Es frecuente leer o escuchar que el Himno Nacional español no se canta porque no tiene letra: una singular excepción, dentro de los países de nuestro entorno. Por eso, cuando suena, en algún acontecimiento deportivo, los que intentan corearlo se limitan a tararear unos sonidos aproximados: «Lo-lo-lo». (Algunos catalanes, en vez de eso, se limitan a silbarlo). Pero la premisa es errónea: nuestro Himno Nacional sí tiene letra -y, aun, letras, diría Sancho-. Otra cuestión es que no tenga una letra que haya sido oficialmente declarada así y que nuestro pueblo haya aceptado.Recordemos los datos históricos básicos. La primera mención de esta «Marcha de Granaderos» se encuentra en un «Libro de Ordenanza de los toques de pífanos y tambores» (1761), de Manuel Espinosa de los Monteros. (Pertenece a la leyenda que se trate de un regalo de Federico II de Prusia). En 1770, Carlos III la declara «Marcha de Honor» y así la acepta el pueblo. Después de la revolución de 1868, Prim convoca el concurso para un nuevo Himno Nacional pero se declara desierto. Durante las dos Repúblicas, se sustituye por el «Himno de Riego». Durante la guerra, Franco lo declara oficial, en el bando nacional (1937); así lo confirma, en 1942. La armonización que se usa es la realizada por Bartolomé Pérez Casas, inscrita a su nombre. En 1997, el Estado español adquiere los derechos: la versión revisada por el coronel Grau es, desde entonces, la oficial. Así pues, esta «Marcha de Granaderos» ha sido aceptada por el pueblo español como Himno Nacional desde 1770 hasta hoy, con las únicas excepciones de las dos Repúblicas.
Se han propuesto, para ella, varias letras. En 1927, para conmemorar las bodas de plata del reinado de Alfonso XIII, escribió una Eduardo Marquina: «¡Gloria, gloria, /corona de la Patria, / soberana luz, / que es oro en tu pendón!».
Durante la dictadura de Primo de Rivera compuso la suya José María Pemán: «¡Viva España!, / alzad la frente, hijos / del pueblo español, / que vuelve a resurgir. / Gloria a la Patria, que supo seguir / sobre el azul del mar / el caminar del sol». (En época de Franco, se sustituyó «la frente» por «los brazos»).
La benemérita Enciclopedia Álvarez incluía una, anónima, que se cantaba en los colegios, en la posguerra: «¡Viva, España, / mi patria esclarecida, / madre sin igual, / compendio del honor… / Veinte naciones coronan / tu sien, ¡arriba España!, / raza invicta es tu sostén».
En la Democracia, ha habido intentos para dotar al Himno Nacional de una letra acorde con la nueva etapa. En 1997, José María Aznar promovió una reunión de poetas: el vasco Jon Juaristi, el castellano Luis Alberto de Cuenca, el andaluz Abelardo Linares y el gallego Ramiro Fonte (se retiraron el castellano Jiménez Lozano y el catalán Joan Margarit). En ABC explicó Juaristi su intención: una letra breve, fácil de recordar, no bélica, de léxico sencillo y que trasmitiera tres ideas básicas, la trayectoria universal, el destino europeo y la exaltación de la libertad. Así comienza: «¡Canta, España!, / y, al viento de los pueblos / lanza tu cantar, / hora es de recordar / que alas de lino / te abrieron camino / de un confín al otro / del inmenso mar». En 2007, el Comité Olímpico Español convocó un concurso, para que los atletas españoles, igual que sus competidores, pudieran cantar su himno. Lo ganó un autor desconocido, Paulino Cubero: «¡Viva España! / Cantemos todos juntos / con distinta voz / y un solo corazón. / ¡Viva España!, / desde los verdes valles / al inmenso mar, / un himno de hermandad. / Ama a la patria, / pues sabe abrazar, / bajo su cielo azul, / pueblos en libertad».
También lo intentó el popular cantante Joaquín Sabina (autor del nuevo himno al Atlético de Madrid) y lo defendió Albert Rivera: «Ciudadanos, / en guerra por la paz / y la diosa razón, / mano en el corazón...».
El 17 de febrero de 2018, en el Teatro de la Zarzuela, Marta Sánchez sorprendió al cerrar su recital cantando el Himno con una nueva letra: «Vuelvo a casa, / a mi amada tierra, la que vió nacer / un corazón aquí. / Hoy te canto, / para decirte cuánto orgullo hay en mí, / por eso resistí».
Conozco también las letras propuestas por Víctor Lago, Guillermo Delgado, Luis de la Rosa Fernández, José Antonio Camuñas... Habrá más, supongo. Y dos anécdotas recientes: entre la sorpresa general, la letra de Pemán sonó para celebrar la victoria de Carolina Marín en el Mundial de Badminton (2015) y en la cumbre europea de Salzburgo (2018). Conseguimos desconcertar hasta a algunos extranjeros...
Opinan algunos que se debe renunciar a un tema espinoso y sin importancia: se equivocan. Despreciar los símbolos (el Himno y la bandera) es un disparate. Somos animales simbólicos: ya dijo Aristóteles que no podemos pensar sin imágenes. Quedarse en la forma externa de un símbolo, obviando su significado, supone una lamentable ignorancia. El cristianismo eligió la cruz (antes, el pez: lo vemos en la película «Quo Vadis»): reducirla a dos palitos unidos supone despreciar los sentimientos de muchísimas personas.
Algunos símbolos nacionales e internacionales tienen gran fuerza: para los franceses, «La Marsellesa» (¿recuerdan la escena de «Casablanca»?); para los comunistas, la «Internacional»; para los falangistas, el «Cara al sol»… Despreciar un himno que mucha gente respeta, llamarlo «cutre pachanga fachosa» (sic), es propio de analfabetos faltones. Pero aceptamos resignadamente que muchos independentistas catalanes silben el Himno Nacional, en la final de la Copa del Rey: en Francia y Portugal, se suspendería automáticamente el partido y se aplicaría el Código Penal.
Todas las letras mencionadas reflejan el momento histórico en que se escribieron. Para que sea asumible por todos, el Himno Nacional debe reflejar valores que todos aceptemos y evitar retóricas pasadas: un español medio no suele usar hoy palabras como «pendón» y «esclarecida»; no es fácil que se emocione con «la diosa razón» o las «alas de lino». Pero lo esencial es otra cosa: no es un problema de letra sino de patriotismo. Recuperar el canto de nuestro Himno Nacional es perfectamente legítimo, como expresión del amor a nuestra patria, más allá de las diferencias políticas, y como vínculo de unidad. Por desgracia, cierta izquierda ignorante y sectaria confunde el patriotismo con el franquismo; cierta derecha pusilánime arguye que no es el momento oportuno (¿cuándo lo será?), por temor a que la tachen de franquista. Y muchos jóvenes españoles se sienten ajenos a estas «guerritas»…
Que la letra del Himno Nacional suponga un problema es síntoma claro de una grave enfermedad: la falta de amor a nuestra patria; de orgullo, por su historia; de esperanza, por lo que puede ser. Así nos va…
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Andrés Amorós es catedrático de literatura española
Artículo 1 de la Constitución Española de 1.978
1.
España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que
propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la
libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.
2. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.
3. La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria.
2. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado.
3. La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria.