La ciudad de Cienfuegos llegó a tal nivel de adelanto industrial y
tecnológico que con solo apretar un botón en la Central a las 5 de la mañana de cada día la ciudad se ponía en marcha, y ninguno de sus habitantes tendría que trabajar,
pero el problema era que nadie quería levantarse a las 4 de la madrugada a
pulsar el botón. Ninguno de sus 700.000 adultos quería hacerlo mientras los demás dormían, estaban
acostados y no hacían ningún trabajo, pues todo era ocio y diversión.
El gran problema era encontrar a uno solo de los habitantes aduldos que quisiera madrugar para pulsar el botón para poner a toda la ciudad en marcha.
Entonces el gobernador ideo que se dividieran la ciudad de Cienfuegos en siete barrios, que se llamarían como los días de la semana: Lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado u domingo, y que un día de la semana se levantaran 100.000 vecinos adultos para ir a pulsar el botón de Cienfuegos.
Y así es como están hoy en día, y todos contentos porque todos madrugan. Y tuvieron que poner en marcha los autobuses y el metros, las guarderías, las escuelas la universidad, las tiendas, los supermercados, las gasolineras, la policía, bomberos y demás servicios públicos, y todo porque ninguno de ellos quiso levantarse a las 4 de la mañana para pulsar el botón de la Central, porque desconocían qué era la solidaridad y el sacrificio.
Cuento de Ramón Palmeral
1 de agosto de 2019
El gran problema era encontrar a uno solo de los habitantes aduldos que quisiera madrugar para pulsar el botón para poner a toda la ciudad en marcha.
Entonces el gobernador ideo que se dividieran la ciudad de Cienfuegos en siete barrios, que se llamarían como los días de la semana: Lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado u domingo, y que un día de la semana se levantaran 100.000 vecinos adultos para ir a pulsar el botón de Cienfuegos.
Y así es como están hoy en día, y todos contentos porque todos madrugan. Y tuvieron que poner en marcha los autobuses y el metros, las guarderías, las escuelas la universidad, las tiendas, los supermercados, las gasolineras, la policía, bomberos y demás servicios públicos, y todo porque ninguno de ellos quiso levantarse a las 4 de la mañana para pulsar el botón de la Central, porque desconocían qué era la solidaridad y el sacrificio.
Cuento de Ramón Palmeral
1 de agosto de 2019