El sinfín de
casos han llevado al renovado gobierno de Ada Colau (De Común socia de Unadas Podemos de Pablo Iglesias), ahora con el PSC
como compañero de batallas, a dar un giro radical en sus políticas de
seguridad y a incorporar la «mano dura» que tanto había ninguneado en el
anterior mandato con mano blanca y ciudad para todos.
La populista Aba Coalo se ha convertido en la Atila de los manteros. Ya no sale a manifestarse en favor de los desahuciados. Se va de vacaciones al paraisode la Isleta del Moro en (Almería).
La pacifista quiere ahora más policías y más Mossos de escuadra en las calles como preventinos (ahora en agosto casi el 50 porciento de las plantillas están de vacaciones o en Waterloo protegiendo al expresidente Puigdemont),
Barcelona seguridad Cero. Sin embargo, la delincuencia no se reduce con más policías de uniforme, sino con mejores servicio sociales de barrio, y más Fiscales y Jueces, con instrumentos legales de juicio rápidos y leyes duras, ¡Ah! y eso sí con más policia de paisano, la llamada brigadilla.
Los robos a extranjeros se han multiplicado por mafias que hablan, eso sí en catalán.
Tomo noats de La Vanguardia y de ABC:
Han votado 138693 personas
Eso sí, la inseguridad se mantiene como el principal problema de los barceloneses.
Y no sólo eso: si en el barómetro municipal de diciembre regresó a la
primera posición del ranking después diez años de ausencia porque el 21%
de los encuestados la consideraban el problema más grave de la ciudad;
en el sondeo del pasado mes de junio ya es la primera causa de
desasosiego para el 27,4% de los participantes en el estudio municipal.
La preocupación va en aumento.
Además, el reciente caso de la alto cargo coreana que sufrió un intento de robo violento en Barcelona, cuando un ladrón que iba en motocicleta trató de arrebatarle el bolso, ha vuelto a crear alarma social. No en vano la víctima, de 65 años, que cayó al suelo y se golpeó fuertemente la cabeza, acabó perdiendo la vida.
¿No habrá llegado ya el
momento de que Ayuntamiento, Generalitat y Gobierno español se tomen con
la máxima seriedad (tanto técnica como jurídicamente) la delincuencia
que azota sin descanso y con más virulencia que nunca a nuestra ciudad?
Tenemos derecho a vivir sin miedo”.
En
Viraje en marcha. Barcelona se ha ganado este verano el sobrenombre de la ciudad sin ley a costa de un preocupante aumento de las agresiones en la vía pública, los robos con violencia o las peleas y tiroteos, también con víctimas mortales, que han copado la actualidad. El sinfín de casos han llevado al renovado gobierno de Ada Colau, ahora con el PSC como compañero de batallas, a dar un giro radical en sus políticas de seguridad y a incorporar la «mano dura» que tanto había ninguneado en el anterior mandato.
Los datos son como para estar preocupado. Según cifras de los Mossos d’Esquadra, los hechos delictivos en Barcelona han subido un 9% en el primer semestre de 2019 y los robos con violencia en plena calle, un 35%. Son 4.207, 23 al día. Otro dato escalofriante: en julio se produjeron cinco homicidios en la vía pública (dos por tiroteos, otros dos por apuñalamientos y uno por una paliza grupal) y el pasado jueves se perpetró el primero de agosto: un fallecido en el Raval tras una pelea que acabó a botellazos.
Ayuntamiento y Generalitat se han arremangado para cortar de raíz el problema. Ambas instituciones parecen satisfechas con los dispositivos arrancados en las últimas semanas -contra el top manta y contra el repunte de los delitos en la zona de ocio del Puerto Olímpico- y con su nuevo modus operandi -el de extender la presencia policial visible-, aunque Mossos, consistorio y Guardia Urbana han declinado hacer valoraciones a ABC, quizás porque todavía no ven controlada la situación. Los últimos episodios -por ejemplo, dos heridos por navaja el miércoles cuando intentaban detener a un ladrón que robó el móvil a una turista- corroboran que la vuelta a la normalidad todavía queda lejos, a pesar del evidente desembarco de patrullas en la vía pública.
«En mis trece años como urbano jamás había visto la ciudad así», explica a este periódico un agente de la Policía Local. Desde hace unos meses pasa su jornada laboral en un punto fijo del Raval, pero duda de que la presencia policial frene la violencia: hace dos semanas, ejemplifica, un hombre asestó varias puñaladas a su mujer en una peluquería. «A plena luz del día, con el bullicio del barrio, y estando nosotros prácticamente al lado», explica atónito. Calcula que cada día, durante su turno, unas tres o cuatro personas se le acercan para contarle que le han robado.
«Saben nuestros horarios y ubicaciones y ver cómo actúan nos genera mucha impotencia. El malo no tiene que saber dónde está la Policía, hace falta más investigación, más prevención y más agente de paisano», añade otro agente. «No podemos trabajar poniendo parches y tapando agujeros», critica otro guardia urbano, que agrega que «nos estamos convirtiendo en patrullas estáticas, ya no somos dinámicos».
Visión similar tienen en los Mossos. «Hemos pasado de un modelo preventivo a ir con el coche a reacción de los hechos…», lamenta un miembro del Cuerpo en conversación con ABC. Para él, ir a remolque solo da alas a los delincuentes. «Ellos reciben el mensaje de que en Barcelona todo tiene cabida porque llegamos después…», comenta. A eso se le suma la profesionalización del delincuente. «Tenemos cada vez más incidentes con armas blancas. Existe un riesgo evidente para la ciudadanía pero también para nosotros mismos», sostiene.
En el Metro, uno de los puntos predilectos de los carteristas, la impotencia de los agentes es tremenda. Se estima que más de un centenar de ellos actúan, jugando al gato y al ratón con los policías que vigilan andenes y vagones, que conocen sus caras y también sus «habilidades» Los pasillos y las escaleras, automáticas o normales, son otros de sus emplazamientos preferidos, y allí no hay tanta Policía, solo cámaras que esquivar. Tal realidad ha llevado a extender la figura de las patrullas ciudadanas que se autoorganizan para ahuyentar a ladrones. Unos colectivos que preocupan especialmente a las administraciones, pero que de momento ayudan como guardianes de las potenciales víctimas.
La ampliación de plantillas tampoco paliaría los problemas actuales, según los sindicatos. «Los 320 mossos que promete la Generalitat llegarán en octubre, y de otras regiones que quedarán cojas», argumenta Imma Viudes, portavoz del sindicato SAP-Fepol de Mossos. «Estamos pagando la falta de la falta de inversión de los últimos años. Y lo peor es que todavía no estamos frenando la inseguridad…», avisa.
Colau, con su nuevo tono, también ha anunciado nuevos 1.000 urbanos en cuatro años, pero para entonces pueden haberse jubilado 300, dicen los sindicatos. «Lo peor que le puede pasar a esta ciudad es que esta situación se normalice» lamenta Eugenio Zambrano, representante de CSIF en la Urbana. Con todo, valora positivamente la llegada de Albert Batlle (PSC) al frente del área de Seguridad en Barcelona porque «existe un apoyo que con Colau no teníamos». El portavoz lo ve como un «balón de oxígeno» pero exige «menos intenciones y más dispositivos integrales».
La populista Aba Coalo se ha convertido en la Atila de los manteros. Ya no sale a manifestarse en favor de los desahuciados. Se va de vacaciones al paraisode la Isleta del Moro en (Almería).
La pacifista quiere ahora más policías y más Mossos de escuadra en las calles como preventinos (ahora en agosto casi el 50 porciento de las plantillas están de vacaciones o en Waterloo protegiendo al expresidente Puigdemont),
Barcelona seguridad Cero. Sin embargo, la delincuencia no se reduce con más policías de uniforme, sino con mejores servicio sociales de barrio, y más Fiscales y Jueces, con instrumentos legales de juicio rápidos y leyes duras, ¡Ah! y eso sí con más policia de paisano, la llamada brigadilla.
Los robos a extranjeros se han multiplicado por mafias que hablan, eso sí en catalán.
Tomo noats de La Vanguardia y de ABC:
¿Barcelona es la ciudad de los robos?
La muerte de la alto cargo coreana que sufrió un intento de hurto violento y los testimonios de víctimas de robo abren un intenso debate sobre la inseguridad
“Asistí a la celebración de la boda de unos amigos a más de dos mil
kilómetros de distancia de Barcelona. Durante la cena, sentado a una
mesa de ocho personas, donde cada una provenía de una ciudad diferente
(Dubái, Londres, Beirut, etcétera), mi turno al presentarme y decir que
yo era de Barcelona fue como abrir la caja de Pandora: resulta que cinco
de ellos habían sido víctimas de robos en mi ciudad. Sólo pude decir
“lo siento”.
De esta forma, el lector V. Carbonell Pérez, autor de la carta La ciudad de los robos, describe la creciente sensación en una parte de los barceloneses que se está incrementando la inseguridad en la ciudad.
Ahora bien, hasta el momento, la encuesta de La Vanguardia -en la que han participado 100.000 personas- indica que no hay más problemas de seguridad que antes:
¿Hay más inseguridad en Barcelona?
De esta forma, el lector V. Carbonell Pérez, autor de la carta La ciudad de los robos, describe la creciente sensación en una parte de los barceloneses que se está incrementando la inseguridad en la ciudad.
Ahora bien, hasta el momento, la encuesta de La Vanguardia -en la que han participado 100.000 personas- indica que no hay más problemas de seguridad que antes:
¿Hay más inseguridad en Barcelona?
Además, el reciente caso de la alto cargo coreana que sufrió un intento de robo violento en Barcelona, cuando un ladrón que iba en motocicleta trató de arrebatarle el bolso, ha vuelto a crear alarma social. No en vano la víctima, de 65 años, que cayó al suelo y se golpeó fuertemente la cabeza, acabó perdiendo la vida.
¿No habrá llegado ya el
momento de que Ayuntamiento, Generalitat y Gobierno español se tomen con
la máxima seriedad (tanto técnica como jurídicamente) la delincuencia
que azota sin descanso y con más virulencia que nunca a nuestra ciudad?
Tenemos derecho a vivir sin miedo”.
EnViraje en marcha. Barcelona se ha ganado este verano el sobrenombre de la ciudad sin ley a costa de un preocupante aumento de las agresiones en la vía pública, los robos con violencia o las peleas y tiroteos, también con víctimas mortales, que han copado la actualidad. El sinfín de casos han llevado al renovado gobierno de Ada Colau, ahora con el PSC como compañero de batallas, a dar un giro radical en sus políticas de seguridad y a incorporar la «mano dura» que tanto había ninguneado en el anterior mandato.
Los datos son como para estar preocupado. Según cifras de los Mossos d’Esquadra, los hechos delictivos en Barcelona han subido un 9% en el primer semestre de 2019 y los robos con violencia en plena calle, un 35%. Son 4.207, 23 al día. Otro dato escalofriante: en julio se produjeron cinco homicidios en la vía pública (dos por tiroteos, otros dos por apuñalamientos y uno por una paliza grupal) y el pasado jueves se perpetró el primero de agosto: un fallecido en el Raval tras una pelea que acabó a botellazos.
Ayuntamiento y Generalitat se han arremangado para cortar de raíz el problema. Ambas instituciones parecen satisfechas con los dispositivos arrancados en las últimas semanas -contra el top manta y contra el repunte de los delitos en la zona de ocio del Puerto Olímpico- y con su nuevo modus operandi -el de extender la presencia policial visible-, aunque Mossos, consistorio y Guardia Urbana han declinado hacer valoraciones a ABC, quizás porque todavía no ven controlada la situación. Los últimos episodios -por ejemplo, dos heridos por navaja el miércoles cuando intentaban detener a un ladrón que robó el móvil a una turista- corroboran que la vuelta a la normalidad todavía queda lejos, a pesar del evidente desembarco de patrullas en la vía pública.
«En mis trece años como urbano jamás había visto la ciudad así», explica a este periódico un agente de la Policía Local. Desde hace unos meses pasa su jornada laboral en un punto fijo del Raval, pero duda de que la presencia policial frene la violencia: hace dos semanas, ejemplifica, un hombre asestó varias puñaladas a su mujer en una peluquería. «A plena luz del día, con el bullicio del barrio, y estando nosotros prácticamente al lado», explica atónito. Calcula que cada día, durante su turno, unas tres o cuatro personas se le acercan para contarle que le han robado.
«Son profesionales»
Los agentes notan el nuevo rumbo y también la buena, crucial, cooperación que han recuperado guardias urbanos y mossos. Con todo, dudan del método usado: «El ciudadano ve más policía y está más tranquilo, pero así no resolvemos el problema. Nosotros somos profesionales de la seguridad, pero ellos de los robos: si estamos en plantados en la calle Riera Baixa delinquen en la calle d’en Roig o de las Egipciacas», argumenta el policía local.«Saben nuestros horarios y ubicaciones y ver cómo actúan nos genera mucha impotencia. El malo no tiene que saber dónde está la Policía, hace falta más investigación, más prevención y más agente de paisano», añade otro agente. «No podemos trabajar poniendo parches y tapando agujeros», critica otro guardia urbano, que agrega que «nos estamos convirtiendo en patrullas estáticas, ya no somos dinámicos».
Visión similar tienen en los Mossos. «Hemos pasado de un modelo preventivo a ir con el coche a reacción de los hechos…», lamenta un miembro del Cuerpo en conversación con ABC. Para él, ir a remolque solo da alas a los delincuentes. «Ellos reciben el mensaje de que en Barcelona todo tiene cabida porque llegamos después…», comenta. A eso se le suma la profesionalización del delincuente. «Tenemos cada vez más incidentes con armas blancas. Existe un riesgo evidente para la ciudadanía pero también para nosotros mismos», sostiene.
En el Metro, uno de los puntos predilectos de los carteristas, la impotencia de los agentes es tremenda. Se estima que más de un centenar de ellos actúan, jugando al gato y al ratón con los policías que vigilan andenes y vagones, que conocen sus caras y también sus «habilidades» Los pasillos y las escaleras, automáticas o normales, son otros de sus emplazamientos preferidos, y allí no hay tanta Policía, solo cámaras que esquivar. Tal realidad ha llevado a extender la figura de las patrullas ciudadanas que se autoorganizan para ahuyentar a ladrones. Unos colectivos que preocupan especialmente a las administraciones, pero que de momento ayudan como guardianes de las potenciales víctimas.
«Trabajamos en cuadro»
«La seguridad ciudadana es cosa de Mossos pero a veces llegamos antes nosotros, por falta de efectivos suyos o porque simplemente estamos más cerca», argumenta el guardia urbano. En Ciutat Vella, algún día ha quedado libre solo una patrulla por turno para afrontar la rutina diaria: el dispositivo contra la venta ambulante, la custodia de juzgados (por orden judicial desde el pasado febrero), los puntos fijos de vigilancia y el operativo habitual en las Ramblas, por ejemplo, ocupan todas las unidades disponibles. En otros distritos funcionan igual: la labor de los policías de paisanos queda aparcada porque no hay efectivos. «Al final muchos días trabajamos en cuadro, no damos abasto», reconoce el mosso.La ampliación de plantillas tampoco paliaría los problemas actuales, según los sindicatos. «Los 320 mossos que promete la Generalitat llegarán en octubre, y de otras regiones que quedarán cojas», argumenta Imma Viudes, portavoz del sindicato SAP-Fepol de Mossos. «Estamos pagando la falta de la falta de inversión de los últimos años. Y lo peor es que todavía no estamos frenando la inseguridad…», avisa.
Colau, con su nuevo tono, también ha anunciado nuevos 1.000 urbanos en cuatro años, pero para entonces pueden haberse jubilado 300, dicen los sindicatos. «Lo peor que le puede pasar a esta ciudad es que esta situación se normalice» lamenta Eugenio Zambrano, representante de CSIF en la Urbana. Con todo, valora positivamente la llegada de Albert Batlle (PSC) al frente del área de Seguridad en Barcelona porque «existe un apoyo que con Colau no teníamos». El portavoz lo ve como un «balón de oxígeno» pero exige «menos intenciones y más dispositivos integrales».