Una España difuminada entre la bruma
En cuestiones políticas, la democracia es como tirarse
por un terraplén y no saber dónde vas a caer, si a un abismo o una charca de
cocodrilos rojos
Ramón Palmeral
Me siento mosqueado
(sentirse enojado
por alguna actitud
de otra persona o instituciones) y «quien
se mosquea ajos come», dice el dicho popular, como para indicar que quien se
enfada se amarga él solito por dentro, pero yo no voy a comer ajos, hoy, porque
una vez me comí una cabeza a ajos cruda y,
por poco reviento, me dio arcada. Me lo recomendaron contra la artritis
de una rodilla que acabó al final como la pata de palo de un pirata del Caribe.
Estos días ando
mosqueado porque no he visto a los presidentes autonómicos en la celebración
del lustro de la coronación del rey Felipe VI, al que sí he visto, esta vez de
chaqué ha sido al presidente en funciones Pedro Sánchez, en el Palacio Real,
salón de Carlos V de Madrid (capital del Estado, y kilómetro Cero de todas las
comunicaciones). Felipe VI condecoró el miércoles 19, a 41 ciudadanos anónimos de todas las
comunidades autonómicas por ser ejemplos para la sociedad civil, entre los que había
una sacrificada ama de casa Clotilde Veniel, valenciana de 107 años, lo cual demuestra que estas tierras levantinas tienen una especie
de magnetismo de longevidad garantizado, y que nosotros lo veamos.
A Pedro Sánchez le eché
de menos en el desfile de la Fuerzas Armas celebrado en Sevilla el 1 de junio,
su cuenta de Twitter se llenó de insultos soeces, y cuando los borró se produjo
el efecto conocido como Streinsand, que cuando cierta información se
quiere tapar porque parece contraproducente,
esta acaba siendo ampliamente divulgada o reconocida por todos los
medios sociales, de modo que recibe mayor visibilidad de la que hubiera tenido
al callar o dejarla pasar, es como remover los cienos que no sabes lo que te
puedes encontrar debajo, hasta una caja fuerte.
Es que este
fallo de presencia el día de F.A., del presidente en funciones (por eso se
llama presidente porque debe estar presente en los actos institucional, ¿dijo
yo?). En esa edición hubo un recordatorio muy especial para los
173 miembros de las Fuerzas Armadas que murieron en acto de servicio en estas
misiones en el exterior, no se puede perdonar porque por la tarde, sí que
estuvo en el palco del Wanda Metropolitano viendo la final de la Liga de
Campeones de la UEFA entre el Tottenham y el Liverpool (0-2, más el árbitro),
pero esta vez sin fotos en prensa (haz lo que quieras pero que no te vean). No
como cuando se dejó fotografiar con su esposa Begoña Gómez al concierto en
Castellón a ver la banda "The
Killers" al que acudió en el avión oficial que pagamos todos.
Pues en esta
península de España (que parece un puño entre dos mares), de que te miro y no
te reconozco, la eterna España dividida entre monárquicos y republicanos, entre
gente derecha y de izquierda, centro y otros lugares invisibles, donde España camina (como un equilibrista)
difuminada en la bruma del destino, aunque asida del brazo, menos mal, a una
Europa que es como un mosaico romano del
imperio de Octavio Augusto. Un mosaico de todos los colores políticos,
religiones, tendencias y opiniones, pero todos andando por la cuerda floja de
la desunión. Pero en fin, en cuestiones políticas, la democracia es como tirarse
por un terraplén: no sabe uno dónde vas
a caer, si a un abismo o una charca de cocodrilos rojos.
Volviendo a la
realidad de las noticias por las que estaba mosquedado, pienso que el Rey es
galante de estabilidad institucional y que sin Corona nos iría mucho peor. Bien
es cierto que con aquellas noticias de su padre cazando elefantes y con la
Corina por medio, más el ingreso en prisión de su cuñado Urdangarín, marido de
su hermana Cristina, nos dejó a todos
pasmados, y la izquierda radical hizo caldo de puchero con pólvora para
presentar en el Congreso una moción de acabar con la monarquía, que no
prosperó. O sea, la propia monarquía se autodestruía, menos mal que su padre le dio, por abdicar a tiempo.
Los
separatistas dicen que no tienen Rey, y que quieren acabar con lo que ellos
llaman “el régimen del 78”, por la sucesión directa de la Jefatura del Estado
de Franco en Juan Carlos I. Pero a los separatistas vascuences, navarros y
catalanes, nunca jamás los vas a contentar con nada que no sea la imposible
independencia del territorio nacional.
Pienso con el
corazón en ascuas, que los antecedentes
de los presidentes de las repúblicas en España I y II, han sido todos un
desastre. Por todo lo comentado, veo a
una España que se va difuminando entre la bruma de un paisaje en gris.
Publicado en Diario de Alicante.
20 de junio de 2019