El recuadro de Antonio Burgo deesde el ABC de Sevilla
Contra quién votan
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Los
símbolos no siempre los carga el diablo. Hay veces en que los cargan
los ángeles, y tal ocurrió ayer. En la parada militar del Día de las
Fuerzas Armadas, la tribuna real estaba colocada justo frente a la
Puerta del Príncipe de la plaza de toros de la Real Maestranza de
Caballería de Sevilla, de la que (como de las cuatro restantes de
España, Ronda, Valencia, Granada y Zaragoza), Don Felipe VI es hermano
mayor. La tribuna de este Día de España, de la mejor España, estaba
donde tenía que estar: frente a la puerta por donde sacan a hombros a
los triunfadores en las corridas que se celebran en Sevilla. Y España
salió ayer por la Puerta del Príncipe de su propio orgullo de nación, de
Estado, de Reino. De Patria.
Hay pocas veces en que en España se sienta que estamos por fortuna en un Reino, elegido «por el sufragio universal de los siglos». Parece que hay como una vergüenza colectiva por proclamar lo que somos, una Monarquía Parlamentaria que nos devolvió las libertades, árbitro y garantía de la democracia. Como también nos avergonzamos a veces de nuestros Ejércitos o de la Guardia Civil que ahora cumple 175 años defendiendo los valores supremos de la ley, del orden y del honor.
Pues bien, todo esto ayer se puso de manifiesto «a la orillita del Guadalquivir», como en el romance de la Reina Mercedes del monárquico Rafael de León. Unos Ejércitos que son garantía de la Constitución y sus primeros cumplidores, y que defienden la paz desde hace 30 años allá donde la convivencia entre naciones está amenazada y las poblaciones civiles en riesgo. Nuestros Reales Ejércitos, los defensores de España, pasaban con lo mejor de sí mismos en el desfile, que por celebrarse en Sevilla, que aunque fluvial, es puerto de mar, podía enorgullecerse de lo mejor de la Fuerza Terrestre, de las Reales Fuerzas Aéreas y de la Real Armada, con sus buques surtos en el río donde Fernando III fundó en 1248 la Marina de Castilla al reconquistar la ciudad que luego sería la conquistadora de sus amores hasta la muerte.
Cuando en el Reino Unido de la Gran Bretaña veo cómo el pueblo llano se enorgullece de su Reina, de las instituciones de su Corona, de las tradiciones de la Corte de San Jaime, y lo he escrito varias veces, siento envidia. Aquí, aunque sólo sea en contadas ocasiones, y ayer fue una de ellas, en la «Convidá a Patria y a Monarquía» del Día de las Fuerzas Armadas, muchos nos sentimos orgullosos de contemplar esta proclamación de principios constituciones, históricos, hasta si me apuran, estéticos. Da orgullo sentir la presencia del Reino de España, el peso de su Historia, el papel de sus instituciones armadas en estas celebraciones, como la de ayer en Sevilla, donde el Reino de España, como un torero en triunfo, salió por la Puerta del Príncipe de una plaza de toros junto a la que tiene su monumento ecuestre Doña María, la Condesa del Barcelona, la augusta abuela del Rey, símbolo de la suprema continuidad dinástica, que también lo hizo todo, como Don Juan en palabras a Don Juan Carlos, «por España, todo por España». En pocos lugares como en Sevilla puede España encontrar a un pueblo que vibra y siente estas cosas como propias, como ayer se vio la unión de los Ejércitos con el pueblo, con la que llaman «sociedad civil», bajo la suprema comandancia de Su Majestad el Rey. Y junto al río que fue Puerto y Puerta de las Indias, donde es más fácil, por decirlo con verso de Pemán en la estrofa final de su himno para el Ejército del Aire, sentir «la gloria infinita de ser español». Tanto es así, que una vieja amiga, conociéndome, cuando terminaba el desfile, cuando en el río estaban los buques de la Armada, cuando sobre el cielo quedaban los colores de la Bandera trazados por la Patrulla Águila, me dijo:
-Espero que hoy no hayas envidiado a los ingleses...
...............
Que por cierto, Antonio Burgos, de has olvido de decir que Pedro Sánchez no estuvo en Sevilla junto a sus Magestades los Reyes, ni con el Ejécito Español. Si vino la Mistra de Defensa.
Hoy no envidio a los ingleses
España salió ayer por la Puerta del Príncipe
Hay pocas veces en que en España se sienta que estamos por fortuna en un Reino, elegido «por el sufragio universal de los siglos». Parece que hay como una vergüenza colectiva por proclamar lo que somos, una Monarquía Parlamentaria que nos devolvió las libertades, árbitro y garantía de la democracia. Como también nos avergonzamos a veces de nuestros Ejércitos o de la Guardia Civil que ahora cumple 175 años defendiendo los valores supremos de la ley, del orden y del honor.
Pues bien, todo esto ayer se puso de manifiesto «a la orillita del Guadalquivir», como en el romance de la Reina Mercedes del monárquico Rafael de León. Unos Ejércitos que son garantía de la Constitución y sus primeros cumplidores, y que defienden la paz desde hace 30 años allá donde la convivencia entre naciones está amenazada y las poblaciones civiles en riesgo. Nuestros Reales Ejércitos, los defensores de España, pasaban con lo mejor de sí mismos en el desfile, que por celebrarse en Sevilla, que aunque fluvial, es puerto de mar, podía enorgullecerse de lo mejor de la Fuerza Terrestre, de las Reales Fuerzas Aéreas y de la Real Armada, con sus buques surtos en el río donde Fernando III fundó en 1248 la Marina de Castilla al reconquistar la ciudad que luego sería la conquistadora de sus amores hasta la muerte.
Cuando en el Reino Unido de la Gran Bretaña veo cómo el pueblo llano se enorgullece de su Reina, de las instituciones de su Corona, de las tradiciones de la Corte de San Jaime, y lo he escrito varias veces, siento envidia. Aquí, aunque sólo sea en contadas ocasiones, y ayer fue una de ellas, en la «Convidá a Patria y a Monarquía» del Día de las Fuerzas Armadas, muchos nos sentimos orgullosos de contemplar esta proclamación de principios constituciones, históricos, hasta si me apuran, estéticos. Da orgullo sentir la presencia del Reino de España, el peso de su Historia, el papel de sus instituciones armadas en estas celebraciones, como la de ayer en Sevilla, donde el Reino de España, como un torero en triunfo, salió por la Puerta del Príncipe de una plaza de toros junto a la que tiene su monumento ecuestre Doña María, la Condesa del Barcelona, la augusta abuela del Rey, símbolo de la suprema continuidad dinástica, que también lo hizo todo, como Don Juan en palabras a Don Juan Carlos, «por España, todo por España». En pocos lugares como en Sevilla puede España encontrar a un pueblo que vibra y siente estas cosas como propias, como ayer se vio la unión de los Ejércitos con el pueblo, con la que llaman «sociedad civil», bajo la suprema comandancia de Su Majestad el Rey. Y junto al río que fue Puerto y Puerta de las Indias, donde es más fácil, por decirlo con verso de Pemán en la estrofa final de su himno para el Ejército del Aire, sentir «la gloria infinita de ser español». Tanto es así, que una vieja amiga, conociéndome, cuando terminaba el desfile, cuando en el río estaban los buques de la Armada, cuando sobre el cielo quedaban los colores de la Bandera trazados por la Patrulla Águila, me dijo:
-Espero que hoy no hayas envidiado a los ingleses...
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Que por cierto, Antonio Burgos, de has olvido de decir que Pedro Sánchez no estuvo en Sevilla junto a sus Magestades los Reyes, ni con el Ejécito Español. Si vino la Mistra de Defensa.