Los
pactos y las alianzas han puesto patas arriba el tinglado de este país, antes
llamado España unida jamás será vencida, es decir la patria común de los
españoles y muchos otros extranjeros con derecho a voto. Esta palabra de
extranjero, cuando no eres turista y, por el contrario, llevas más de
cinco años residiendo en esta alfombra soleada entre el Atlántico y el
Mediterráneo, no es a mi entender correcta. Lo más parecido a extranjero
residente es «persona residente» o quizás «residespañol». Pero este
neologismo aunque lo veo afortunado, lo dejo para aquellos linces de los
compuestos léxicos, que sé que los hay como pulgones en los viñedos. Quedará
España dividida por los nacionalismos que necesitaremos microscopio electrónico
para reconocerla, volveremos a las tarifas.
Pero
como el tema abordado hoy es de cómo quedarán las administraciones estatales,
autonómicas o municipales, quiero destacar lo más cercano a nosotros los
alicantinos, que no somos valencianos, sino levantinos, por lo mucho que
erraron nuestros políticos en el bautizo de nuestra región de las tres provincias del lateral derecho
(carrilero en fútbol) en el Estatuto de Autonomía. Tema que ya he dejado
expuesto a la opinión en otros artículos que se pueden leer en esta mágica y
diabólica Red de Internet, aunque no lo compartan. Sin duda alguna,
con toda duda forjada a fuego, lo más destacado es que tenemos a nuestra
disposición legal dos lenguas: castellano o español (en Hispanoamérica) y
valenciano (antes dialecto del catalán) aunque yo no soy partidario del
pantacatalanismo, contra el que tanto luchó Vicente Ramos como diputado de las
Cortes españolas en los años ochenta, como en sus múltiples artículos en prensa
opuesto al escritor valenciano de Sueca, Joan Fuster I Ortells, figura clave
del nacionalismo valenciano, Compromís es uno de sus engendros.
Libertad y democracia
Lo
bueno de vivir en democracia es la libertad, una libertad individual y
colectivo (un bien jurídico inalienable) que nunca debe colisionar contra
las libertades de otros. Por ello en la región levantina uno puede, en el
Registro Civil, ponerle el nombre del neófito o neófita (lenguaje inclusivo) en
castellano o en valenciano, porque la tendencia política de la Generalitat es
la de «valencianizarnos con el idioma» a todos los residentes en el cuerno
levantino penibético y «residespañoles», como una forma de gueto regional, o
nacionalismo para que otros españoles no puedan venir a trabajar por no tener
el valenciano como segunda lengua y por lo tanto exclusivista y endogámico. A
los judíos en la Alemania nazi nacionalista le obligaban de llevar un símbolo visible
(una estrella de David amarilla con la palabra JUDE y acabaron en los campos de
concentración).
Libertad
y democracia son elementos esenciales para la convivencia, pero para ello se ha
de construir andamios que la construyan y la sustenten: arquitectura del
empleo, sanidad, viviendas sociales, reparto de beneficios, igualdad de géneros,
y sobre, todo democracia y transparencia.
Los nacionalismos se quedan ciegos
mirándose el ombligo
Con
los nacionalismos se llega siempre a la ceguera, pueden quedarse ciegos
mirándose el ombligo, a que aquí, en nuestra autonomía llevemos una “V” los
valencianos con limpieza de sangre” y el resto vetados como no valencianos de
sangre e idioma vernáculo o dialectal. Sí, ya sé que a algunos de mis
lectores les puede subir la mueca de la risa hasta las orejas, pero
cuando se empiezan a hacer distinciones de todo tipo (nacionalismos sectarios)
se puede acabar como los catalanes, en su mayoría independentistas (51%) como
hemos visto en estas últimas elecciones) por el adoctrinamiento de años atrás
en la letanía de no somos españoles. No se debe enseñar valenciano con el
propósito de que sea una lengua vehicular con fines políticos nacionalista e
independentista, fin celestial. Porque no me da igual que Cataluña
se convierta en un gueto de catalanes, y los vascos con Navarra, en otro gueto
con fronteras, con su étnico Rh negativo endogámico. Con la cantidad de
sangre que costó derribas de los mástiles con las ikurriñas antes de la
Constitución del 78.
No se puede gobernar a gusto de
todos
En
fin, que visto que España quedará patas arriba como un alcachofal puesto al
revés en un contenedor de basura, no hay más que un camino posible: adaptarse,
aceptar y esperar que pase este chaparrón de rayos y centellas, porque España
será lo que quieran nuestros jóvenes que sea. Y no hay oro en el río porque
otros buscadores se lo llevaron antes que nosotros por su pecado capital de la
avaricia y la desunión. No se puede gobernar a gusto de todos, es cierto, pero
al menos que no nos toquen la cartera con una subida de impuestos y una bajada
de pensiones, que todo es posible cuando se quiere «venezuelizar» a un país
europeo, por el camino del trasnochado comunismo repartitorio de las élites, no
de los obreros. Nos va a quedar una España que necesitaremos microscopios
para verla y reconocerla en el mapa.