Elecciones
europeas. ¿Hacia los Estados Unidos de Europa?
El domingo 26
M a votar, cada cual por sus preferencias, pues de lo contrario luego no hay
derecho al pataleo ni al cabreo. Luego a la playa si Lorenzo lo permote.
Ramón Palmeral
El domingo 26 de mayo tenemos los alicantinos dos
encuentros con las urnas; las elecciones municipales y las europeas. Hoy toca
hablar de las elecciones europeas, porque sí, porque no tengo ni idea, dicen
que es la “oportunidad de elegir a quienes los representarán en el Parlamento
Europeo”. Y quiénes son estos señores que se hacen llamar eurodiputados, y se
sientan en las gradas de un gran circo, o de un semicírculo o hemiciclo
compuesto por 751 sillones que ganan un pastón.
Primero he de deciros que yo veo a la Unión Europea como un gran jarrón
chino compuesto por 28 pedazos pegados, cada uno, con una estrella amarilla de
cinco puntas sobre fondo azul, rodeados por un alambre galvanizado enrollado
para que se sostenga en el concierto de las naciones. Un jarrón delicado que se
nos puede romper en cualquier golpe, o movimiento, como ocurre ahora con el
Brexit de Gran Bretaña, que no sabemos si salen o entran, porque estos hijos de
Albión, que no están en el euro ni en Schengen, están con un pie en las islas y
otro en el continente, con el Canal de la Mancha por debajo de los cataplines.
A mí nadie me ha explicado qué es la Unión Europa, lo
que sé es de oídas, ni sé dónde está
Bruxelas (me gusta con x de incógnita), si en Flandes, en Benelux o vete a
saber qué quesos comen. No tengo idea de donde está Estrasburgo (si por Burgos
o lindando con Francia). Quizás un documental de TV explicando
qué es Europa no estará de más, pero no en inglés, evidentemente. Lo único que sé es que
los euros cuestan mucho trabajo ganarlos y que fue el 1 de enero de 2002 cuando
entró en vigor en 12 Estados, yo estaba en aquellos años currando de verde
oliva en los campos de Andalucía. Lo del Tratado de Maatricht, me suena a
Matrix, como algo de ciencia ficción.
La organización de la Unión Europea es un lío tremendo
que si por un lado el Parlamento Europeo, por otro la Comisión Europea, el Consejo
de Europa, Banco Central Europeo, Tribunales de Estrasburgo… Son tantos
organismos que yo no sé quién manda, quién es el jefe, el presidente de Europa,
cada vez sale uno distinto en la tele hablando entre ellos bajo un montón de
banderas, que si el italiano
Antonio Tajani, Jean-Claude Juncker o Donald
Tusk, es como la Santísimo Trinidad: Tres personas distintas y un solo Dios
verdadero. A mí esto no me entró nunca en la cabeza, y el organigrama de Europa
tampoco. Y luego que si el Secretario General de la OTAN, el noruego Jens
Stonltenberg sin Ejército propio, es como un general siempre lloriqueando.
(Bueno, lo que bien recuerdo es lo que hicieron
los socialistas “OTAN de entrada NO” y entramos en referéndum en 1986 con
Felipe Gonzáles, el sevillano de los
puros cubanos de la marca Cohiba).
Nosotros los ciudadanos con pasaporte europeo que
somos más de 500 millones, nuestra obligación es ir a votar a nuestro partido
político simpatizante, y que luego sean ellos los que reparten a tortazos el
bacalao en el Parlamento Europeo, defendiendo un montón de cosas como la
unidad, el cambio climático, la igualdad, los acuerdos económicos con China y
EE.UU, la inmigración y las frontera europea o el Acuerdo Shengel, y un montón
de asuntos más; pero, pienso, si es que no estoy soñando que, en lo que se
tienen que poner las pilas es en la cuestión del empleo, porque el paro lleva a
los nacionalismos y a los populismos que no quieren más Europa, sino menos Europa,
que es lo que quiere Rusia: la fragmentación, que no seamos fuertes, no debemos
imitar aquellos países como la antigua Yugoslavia o Checoslovaquia, que se han
fragmentado y se escapan por las costuras rotas de las catiuscas.
En líneas generales, y mi opinión (que no me hagáis
ni caso porque soy un lego) es que necesitamos más Unión Europea, porque es lo
que nos pudiera salvar de una crisis económica futura global. Pienso en la idea del
modelo federalista europeo, que es comúnmente atribuida a Jean Monnet,
uno de los padres fundadores de la UE, quien predicaba que los estados-nación
deben ser subordinados a en una administración central y única, aunque esto
suponga menos soberanía nacional de los 28, que se seguramente seremos 27 sino
no se he hace un segundo referéndum en
Gran Bretaña, sumida en una caída por el abismo de los acantilados de La Mancha
(Albión por los romanos). A lo mejor todo lo que está pasando es un sueño como
en el relato «La visita del ladrón” de mi buen amigo Carlos Bermejo.
En resumen, el 26 M voy a votar en mi colegio de
siempre de la Florida, cada cual puede hacer con su voto una pajarita de papel,
o votar según sus preferencias políticas o ideológicas, pues de lo contrario luego
no hay derecho al pataleo ni al cabreo por defecto, más que efecto. Porque, os
tengo que decir y que no se entere nadie que, los asuntos domésticos de este
perro mundo siempre van mal, lo que sucede es que algunos años son peores y
otros «menos peores».
Con Europa,
España es más fuerte y representativa con respecto a los países
Latinoamericanos y el Mediterráneo. En esta vida de hipocresías persiste el
refrán castizo: «Quien a buen árbol se cobija buena sobra le cobija». Porque te
considerarán según la calidad de tus amistades o socios, y sobre todo, cuentan
aquellas que tienen títulos o son ricos,
los pobres no cuentan. Los familiares pobres no suman ni existen en nuestra
filiación mental hacia la amnesia.
Lo que sí queremos
(votando sería más efectivo que gritando) es una Europa para todos, no una
Europa a dos velocidades y que sea inclusiva (todos y todas), donde hombres y
mujeres, no solo tengamos los mismos derechos, sino las mismas oportunidades.