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El encuentro
entre la Virgen y su Hijo Resucitado, plaza del Ayuntamiento
Por Ramón
Palmeral
El Domingo de Resurrección (20-04-2019) amaneció lloviendo en Alicante acertando en
los pronósticos del tiempo como un gurú el satélite meteorológico Meteosat como espía de nuestras nubes, y de
nuestros nublo físicos y mentales. A eso de las diez de la mañana dejó de
llover en La Florida, es decir que escampó (tregua de agua bendita), a eso de
las once oí en mis duros tímpanos las campanas de la Parroquia de San Francisco
Javier, de la plaza de Magallanes, llamando a la misa del domingo tan señalado
para la Iglesia Católica: el día de la Resurrección de Cristo, la fe en estado
puro y vivo.
Mi mujer se vistió de domingo, tan guapa ella y se
fue a misa de las once, y yo tomé la Nikon 500 de 36x de teleobjetivo, y me acerqué en mi
coche hasta el aparcamiento del puerto, que por cierto unos policías portuarios
me persuadieron de aparcar mal donde había unos coches, frente a la antigua
Aduana en batería, y estaban multando. Pero yo aparqué en la zona subterránea
de pago porque uno ya no está para
grúas, pago de multas y demás sustos arancelarios directos.
Al salir al exterior por unas escaleras dirección
Este, vi a unas «belleas» pagar en el cajero automático del parking (tan bellas estaban que debería estar exentas de pago alguno) y les pedí
permiso para hacerles unas fotografías, pero como las hice sin flash salieron
turbias, lástimas, prime fallo. Luego en la superficie el cielo esta nublado,
encapotado (según los más gramáticos), amenazando lluvia, pero en calma de
paraguas cerrados, frente al Hotel Meliá, en el espigón del puerto que ya nadie
se acuerda que está en zona de protección de Costas en Dominio público, hice una
fotos a la playa del Postiguet, cuyas olas movidas como en una batidora que no
permitía el baño; a pesar de ello, y como era domingo había gente paseando por
la lengua del agua, esa zona de arena humedecida que, sesgada, impide que el mar se salga de sus bordes.
Saqué fotos, y también al altivo y vigilante del
castillo de Santa Bárbara en el monte Benacantil con su Cara de Moro en un
pedrusco de cantera beligerante, y su turbante adornado con garitas pétreas
como corona. También hice fotos al puesto de periódicos y a la regata en la
plaza de la Puerta del Mar que se eleva pobre el suelo, es el anuncio de la
Race Word Ocean, que cada cierto tiempo sale desde Alicante, esta ciudad de la
Región Autónoma de Levante, que es el nombre que debería tener nuestra Autonomía,
y no la de una de sus provincias Valencia, de las tres que la componen, este
asunto político que resta identidad valenciana a los alicantinos, a pesar de
que tenemos la Señera las barras de Aragón, y una franja azul coronadas junto
al mástil. No faltó tampoco la foto a la bandera de España y a los soldados que
de bronce hablan entre ellos, es del homenaje al Ejército español.
Al pasar el paso de cebra de la Avenida de
Vallellano (regulado por dos semáforos de minutos digitales), que todo el mundo
conoce como el kiosco de Peret, y teniendo en frente el edificio modernista de
Carbonell, tomo la calle de Cervantes, esquina de la Cámara de Comercio
(antiguo Hotel Palace), para pasar debajo del adarve hacia la plaza de
Ayuntamiento. ¡Qué alegría! ¡Qué bullicio de personas mujeres, hombres, niño,
carritos…! Toda abarrotada de gente hablando y comentado la procesión, llegó la
Virgen de la Alegría de la Hermandad de Nuestra Señora de la Alegría desde la
basílica de Santa María, después de bajar las escaleras, con banda de música.
En los balcones del Ayuntamiento de Alicante, lucían estandarte en los pretiles
de hierro forjado (barandas), funcionarios,
alguaciles, alguacilillos, fotógrafos oficiales, damas de honor, capellanes,
autoridades, y el alcalde Luis Barcala
en primera fila. Asomados a la baranda estaba como en un escaparate sin cristal
blindado, en lugar privilegiado, y cerca de la puerta principal bajo el relieve
del III tercer centenario de El Quijote de
Cervantes, estaban todas las «belleas de las Hogueras» de todos y cada uno de
los barrios, con deslumbrante mantillas blancas de pureza, como testigos de
acto litúrgico que se iba a celebrar en la plaza.
Pero ¡Aleluya! Cuando por la calle Jorge Juan
apareció el Aparecido Cristo Jesús el Resucitado de la Concatedral de
San Nicolás, y se acercó a la Virgen de la Alegría
que dejó de ser Dolorosa, para abrazar a su hijo, en un encuentro emotivo,
grandioso, espectacular, y allí estaba yo con mi cámara del fotos para capturar
el preciosos acto, y grabar en vídeo las palabras u homilía que pronunció un
sacerdote desde el micrófono del balcón principal.
Luego como una desbandada de hormigas los feligreses
que llenan la plaza la evacuaron y todo lo demás es historia
Domingo de Resurrección, 20 de abril de 2019
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