Un feliz
encuentro con Alfredo Gómez Gil, con Nervio y Rilke, al fondo
Por Ramón Fernández
Palmeral
El lunes 15 de abril de 2019, en plena Semana Santa
me llamó por teléfono el recién conocido amigo Alfredo Gómez Gil (Seminario de
Vicente Ramos en la Sede Universitaria de Alicante), para quedar en la
cafetería Gourmet de El Corte Inglés la
de la planta baja, en la zona de las vidrieras que parece que estábamos en un
escaparate.
En una larga conversación que duró una hora y media,
Alfredo y yo hablamos de todo como si fuéramos viejos amigos de toda la vida,
aunque teníamos como vínculos de amistad el haber conocido a Vicente Ramos y a
Gaspar Peral Baeza. Como presente nos intercambiamos libros, Alfredo me regaló
dedicado su obra poética Nervio, de
2013, publicada en la prestigiosa Ediciones
Vitruvio, y yo le di mi libro Exégesis de
la Elegías de Duino de Rilke, publicado en Amazon. Venía Alfredo, juvenil,
vestido deportivamente con un aspecto diferente a cuando nos conocimos con
traje y corbata. Cuando llegó la camarera, de aspecto rubio ucraniana, le pedí
un descafeinado con leche de sobre y Alfredo un Gin-Tonic, que vino en una copa
grande con varios iceberg flotando, en una ginebra perfumada, que hasta a mi me
llegó el olor del enebro destilado.
Al día siguiente Alfredo me mandó un emilio que decía
entre otros temas: “…adecuadísimas y extraordinarias tus doce ilustraciones”. Lo cual me congratuló bastantes. Puesto que la
ilustración es mi fuerte. Además Alfredo tenía referencias mías por mi otra
obra de la edición no venal de Hermenéutica
de la Elegías de Guadalest de Vicente Ramos, y Rilke, que lleva las 18 elegías ilustradas. Una elegías, las de Ramos,
salidas después un unos momentos dolorosos, escritas en su casa llamada "Alone" en Benimantell.
Yo tenía el poemario Nervio, con su vestimenta de luto de los pies a la cabeza como es
propios de las ediciones de Pablo Méndez, director de Vitruvio. Y como es
frecuente, allí estaba en el montó de libros que me regalan o compro, amontonados, como una
pirámide asimétrica, como un jardín japonés. Hasta que ayer lo abrí, al fin, en
la cama que es mi sendero de lectura, era temprano, los primerizos rayos de sol
se abrieron paso a través de las rendijas
de la persiana de polietileno (domado en caprichosa arquitectura servil).
Nervio,
es un gran libro, puro nervio de sátiras, desahogos y experiencias de la vida, de
quien está a vuelta de todo, después de haberle dado la vuelta al mundo en
barco, en aviones y en globo como Phileas Fogg. Nervio tiene 206 páginas divido trece capítulos, un número 13 sin
adición a la superstición de su mala suerte popular y populista, iniciado con
un magnífico y extenso prólogo (pág. 7-13) de Vicente Ramos (1919-2011) que
fuera profesor, amigo personal y compadre de Alfredo Gómez, nacido en Alicante
en 1936, cuando este era alumno de los Maristas de Alicante; donde tras una
presentación acorde con su erudición literaria, no escatima en datos biográficos
y académicos del catedrático de Literatura y profesor en varias universidades
americanas como Yale, Hartford, en la madrileña Francisco Vitoria, Pekín, y doctor
honoris causa por la Universidad de Richmond de Londres. Y para remate de su
cosmopolitismo se ha casado con una japonesa doctora en Derecho Internacional.
En el primer capítulo «Didáctica» que agrupan como
gaviotas en la playa, 17 poemas, leo el número dos: «Safo encanallada», donde he de pararme en
la palabra «súcubo» e ir la diccionario para buscar la acepción de esta palabreja que significa: "Que
bajo la apariencia de mujer mantiene relaciones sexuales con un hombre" lo que
podía ser un travesti o travestido, porque en este mundo nuestro y sexual
abundan las tendencias de todo tipo. Hemos de saber primero que Safo fue una poetisa
griega de Mitilene, en Lesbos, que es de donde tiene su origen la palabra «lesbianas».
En los versos: «No me traigan al súcubo/ ladino jugador, perverso maricón de
playa,/ de suspiro al transverso del morro sexual/ de catinga habitación perspiratoria/
de estremecedor almizclado tufo…» (vv.1-5), se resume la intención sáfica. Este segundo poema es un anticipo
del librepensador, de la voz poética erudita de un poeta del que hay que tirar
de diccionario, porque el poesía no se compone para entenderla sino para
sentirla. El resto de los poemas se los dejo al juicio del lector interesado en
este fino y avizor poeta.
Recuerdo de Alfredo que es un hombre inteligente,
que sabe de todo y que a todos conoce, me dijo que en Murcia había estudiado
dos años de medicina, pero cuando entró a una sala de disección de cadáveres,
intuyó que no le gustaba la carrera de galeno, y se decidió por la carrera de
Cervantes, Azorín o Gabriel Miró, mucho más limpia y a la vez más abierta al
viaje y a la fantasía.
Gracias Alfredo Gómez por tu amistad, tertulia y este poemario que leeré con fruición y sumo
interés.
Alicante, Jueves Santo, 18 de abril de 2019