Ramón Palmeral
Llega la Semana Santa de 2019 con campaña
electoral y la tradicional subida del precio de los carburantes como un
impuesto indirecto más, pero directo al bolsillo de los españoles, como si fuéramos
tontos. ¿No cree amigo lector que esta costumbre debería ser investigada por
Industria, Comisión Europea u otro Organismo de papeleo burocrático de papel
marca Gvarro? Y luego dicen que los españoles somos muy latinos y viscerales,
pero es para cabrearse ¿o no?
Y este asunto medieval de hacer coincidir
la Semana Santa con la luna llena de abril, en una sociedad laica y
constitucional debería ser una fiesta religiosa con calendario fijo, en
beneficio los trabajadores, alumnos, profesores
y maestros que, los pobres míos, no ha descansado desde las vacaciones
de Reyes. Desde esas lejanas fiestas de
cabalgata de Reyes con magia, hasta mediado de abril existe una vara larga de
tres largos meses sin parar. ¿No sería mejor la Semana Santa, siempre, en la
mitad de marzo con San José en medio?, aunque los valenciano de Valencia son
más de fallas y petardos. Y digo lo de valencianos de Valencia porque cuando le
peguntas a un alicantino sin es valenciano responderá: ¡No, yo soy alicantino!
Me dice mi viejo amigo de biblioteca
Algazel que el primer dato escrito sobre Hermandades y Cofradías alicantinas se
remontan a primeros del siglo XVII, y que imagineros de misteriosas y hábiles
manos con la gubia afilada en la piedra de agua, esculpieron, por encargo del
cielo, figuras de cuerpos angelicales, semidesnudos y lacerados a la imagen de
la Pasión de Cristo, Dolorosas, Sepulcros y Cenas. Esos imagineros debieron ser impostores
ángeles ebanistas más que tallistas de la dulce madera de ciprés (no le ataca
la carcoma). Magos del escoplo y de la
gubia como Nicolás Bussy o Salzillo autor del Cristo del Hallazgo, Lastrucci
autor de la Virgen de Santa Rendición o un anónimo crucificado. ¿Quién dice que
esos ángeles de madera no sean inspectores camuflados de la Agencia Tributaria?
No debemos buscar en estos días el
folklore o la competitividad entre Hermandades, ni la playa con olor a incienso
en el Postiguet de la culona de Margot, ni que se parezca un paso la cabalgata
de Reyes o un desfile de Moros y Cristianos. No seamos hipócritas, todos
sabemos que la Semana Santa es un reclamo turístico y cultural en toda su
amplitud de diapasón con dulzaina y «tabalet». No debemos mezclar lo religioso
con lo turístico, a los hombres de fe con los laicos, agnósticos, los que
rematamos el Domingo de Ramos con el Lunes de Mona. Esta año se nos ha unido la campaña electoral
para completar el Contrarreforma.
Siento cómo mi río interior espiritual
se hiciera grande por las vena, eso sí que a la gula la llevo a raya en la
Cuaresma con potaje de bacalao el Vienes Santo. ¿Penitencia sin flagelos ni
cilicio de dolor? ¡Hipócritas!, gritaría los Cielos. Los pecados no se quietan
ni con confesión ni con dolor de penitencias. Seamos sinceros con nosotros
mismos y respetemos la tradición de esta santa semana a la que tanto quisieron
y respetaron nuestros antepasados.
La procesión que más atractivo tiene en
Alicante es la Hermandad de
la Santa Cruz: constituida en 1945, realiza su estación de
penitencia con cuatro tronos: el Cautivo, la Dolorosa y el Descendimiento de la
Cruz, todas obras de Antonio Castillo Lastrucci, y el Cristo de la Fe, conocido
como El Gitano, que fue realizado por Luis Ortega
Bru.
Llegó la
Semana Santa con una urna bajo el brazo o bajo el paso, con dos urnas: la del Santo
Sepulcro (con todos mis respetos y las urnas de dos elecciones: generales y
autonómicas). Pero no me censuren a mí,
amigos míos, que yo no tengo la culpa de este triplete folclórico y
ecléctico entre religión, política y subida de los carburantes como al Monte
Carmelo. Que yo solo soy un mensajero de esta sátira a lo Carlos Arniches, nada
más, el que escribe llevado por la observación de la realidad cotidiana, urbana
y rural. Es que estas semanitas son como para escribir un «haiku» y lo Matsuo Bashō, con patada a
la luna.
Qué lejos quedaron aquellos años de su nuestro
desamparo dictatorial cuando se cerraban hasta los bares y la carta de ajuste
se pasaba una semana en la pantalla de la televisión única y pública, cumpliendo duelo por la muerte de Nuestro
Señor Jesucristo de hace dos mil años que no abandonó a nuestra suerte. Lo
demás, todo son espinos. Lo dejo al juicio inteligente del lector.
Alicante, 14 de abril 2019
Semana Santa
Publicado en Diario de Alicante
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