La frase tiene su origen en una peculiar costumbre de la
Antigua Roma, que quizás tenga origen
sabino. Cuando un
general desfilaba victorioso por las calles de Roma,
tras él un siervo se encargaba de recordarle las limitaciones de la
naturaleza humana, con el fin de impedir que incurriese en la soberbia y
pretendiese, a la manera de un dios omnipotente, usar su poder
ignorando las limitaciones impuestas por la ley y la costumbre. Lo hacía
pronunciando esta frase, aunque según el testimonio de
Tertuliano1 probablemente la frase empleada era.
Respice post te! Hominem te esse memento!
|
"¡Mira tras de ti! Recuerda que eres un hombre" (y no un dios).
|