Como a continuación veremos, el ambiente del barrio pudo ser tan importante que hasta influyó en el carácter de un escritor ilustre alicantino, como fue Gabriel Francisco Víctor Miró Ferrer, "Gabriel Miró". Su vida triste y monótona, de empleo en empleo, fue paliada con un mundo mágico de espléndida belleza trasvasada en relatos, cuentos y novelas, claramente influidos por la nostalgia y la melancolía con la que añoraba su ciudad natal, su barrio y sus vivencias de niño.
Retrato-dibujo del escritor Gabriel Miró reproducido en el libro "101 Hijos Ilustres del Reino Valenciano".
Nació en el seno de una familia conservadora y católica, en Alicante el 28 de julio de 1879,
y vivió los primeros años de su vida en la Calle Castaños, donde hoy
una placa conmemorativa recuerda este dato. Apenas cinco años después,
arrancaban las obras del Barrio de Benalúa, siendo su padre, el
ingeniero de Obras Públicas Juan Miró Moltó (casado con Encarnación Ferrer) uno de los doscientos accionistas,
pues adquirió un título que le daba derecho a una de aquellas nuevas y
preciosas casas lejos del entonces agitado y denso centro urbano.
La vivienda original
donde vivió la familia de Gabriel Miró, en el chaflán de la placeta
-Foglietti con Pérez Medina-, al trasladarse a Benalúa en cuanto se
construyó el barrio. Fotografía cedida por Elkiko.Los hermanos Juan y Gabriel Miró.
Gabriel Miró, según el historiador Vicente Ramos (su mejor biógrafo),
sintetizó en su carácter lo que es nuestra provincia, puesto que en su
espacio vital y anímico confluyeron la ciudad barroca, religiosa,
tradicional, que es Orihuela, donde nació su madre, con la ciudad
industrial, técnica, progresista, Alcoy, donde vino a la vida su padre.
A todo esto se unió que nació en Alicante, entonces una ciudad
eminentemente marinera, de cielos azules y de sol resplandeciente.
Durante la vida de Gabriel, Vicente Ramos recuerda que donde vivía el
escritor se disfrutaba de un horizonte limpio, abierto al mar, sin
límites, que le empujó espiritualmente hacia nuevos ámbitos estéticos,
hacia el Mediterráneo. El mar fue la puerta que le abrió el alma hacia
la cultura clásica, hacia un origen griego y latino.Y esto es cierto: su casa estaba en una posición privilegiada, en el chaflán entre la calle Pérez Medina y Foglietti, frente a la plaza, junto al casino (y posteriormente, el Salón Granados), gozando de unas estupendas vistas. Al asomarse al balcón, podía ver el mar al fondo de Pérez Medina, así como el chalet del que sería su gran amigo, Óscar Esplá. Si miraba al frente, podía ver los árboles, y el templete de la placeta.
Gabriel era un niño de carácter retraído. Vivió junto a sus padres y su hermano mayor, Juan, los primeros años de su infancia en Benalúa. En un primer momento estudió con el maestro D. Marcelino y con su tío, el pintor alicantino Lorenzo Casanova. Allí nació su vinculación con el arte. En la academia de su tío aprendió la estética de la pintura. Le emocionaba el color azul en todos los matices, al ser el color del cielo de Alicante.
Posteriormente ingresó a los diez años como alumno interno entre 1887 y 1892 en el Colegio de los Jesuitas Santo Domingo en Orihuela, junto a su hermano. Podemos imaginarlo cuando iba o volvía, quizá una vez al mes o incluso menos, a aquella ciudad, subido en el tren de vapor que salía desde la maravillosa Estación de Benalúa, junto a la playa del barrio.
Su estancia en el colegio se tradujo en una profunda melancolía y añoranza de su hogar y de su madre, que caló hondo en su ánimo y en un inexplicable reuma de su rodilla izquierda.
Allí aprendió a amar la naturaleza, y le concedieron su primer premio literario con un trabajo de redacción escolar titulado Un día de campo. Al enfermar de su rodilla, quizás por hipocondría, pasó largo tiempo en la enfermería del colegio, marcando esta larga estancia uno de los episodios que más influyó de forma decisiva en su prosa. Desde allí pudo contemplar el paisaje de la huerta oriolana, y sus costumbres y detalles que posteriormente quedaría recogida en su obra.
Su delicado estado de salud movió a sus padres a trasladarlo de vuelta a Alicante con doce años, y matricularlo en el Instituto de Enseñanza Media de Alicante, del que fue expulsado en numerosas ocasiones. Después marchó con su familia a Ciudad Real, como reflejará en su novela Niño y grande; allí terminó el bachillerato.
En Octubre de 1895 entró a estudiar Derecho en la Universidad de Valencia. A causa de sus amistades, no se centró lo suficiente en sus estudios por lo que al finalizar el segundo curso, sus padres decidieron trasladarle e ingresarle en la Universidad de Granada donde se licenció en 1900. Al finalizar sus estudios, volvió a Alicante, a la casa de sus padres, en el barrio donde vivió de pequeño, por tratarse de un lugar tranquilo, apartado y silencioso, donde dio inicio a su prodigiosa carrera de escritor, dedicado por entero a la lectura de los clásicos castellanos. Miró era objeto de admiración y respeto por parte de sus contertulios en el Ateneo Senabrino, donde se fraguó su su afinidad con Óscar Esplá, con Francisco Figueras Pacheco, y con los que se reunían en aquella Zapatería de los hermanos Senabre.
Debido a la precaria situación económica en la que se encontraba decidió presentarse a unas oposiciones a Judicatura, con el deseo de complacer a sus padres. Pero fracasó en las dos convocatorias y pasó a ocupar cargos modestos de escribiente en el Ayuntamiento de Alicante y en su Diputación provincial. Aquí comenzó su existencia gris, de pobres empleos mal remunerados.
También desempeñó el cargo de oficial en el Hospital Civil de San Juan de Dios; del que no estaba muy entusiasmado. Posteriormente desempeñó las funciones de auxiliar administrativo de la Junta de Obras del Puerto y secretario particular del Ayuntamiento de Alicante.
Gabriel Miró y su familia en 1915
En 1901, a los veinticuatro años contrajo matrimonio con una chica del barrio de la que se había enamorado: Clemencia Maignon, hija del Cónsul de Francia en Alicante, de cuyo matrimonio nacieron sus hijas Olympia (1902) y Clemencia
(1905). Los primeros años de su vida en pareja los vivieron en el piso
superior que se había añadido a la casa de sus padres, que lo
acondicionaron como una vivienda aparte.
Fue entonces cuando escribió su primera
obra, La mujer de Ojeda (1901), que fue tachada por el escritor de muy
naturalista y la eliminó de sus obras completas.
Posteriormente, parece que se fueron a
vivir a un chalet propio, al final de la Calle Foglietti, junto al
puente por el que entraba el Tranvía al barrio, donde hoy una escueta
placa recuerda su figura, sin aportar muchos más datos. Durante los
veranos (probablemente en su etapa como soltero) disfrutaba de la calma
de la alejada Finca Benisaudet, hoy en un estado lamentable junto a la
Gran Vía, próxima al Parque Lo Morant.
El
edificio levantado sobre la antigua vivienda en la que residió Gabriel
Miró, en la confluencia de la calle Foglietti con Óscar Esplá, por
la que el tranvía que venía por la calle de Ramales (actual Reyes
Católicos) entraba al barrio de Benalúa. Si bien las viviendas del
barrio original se reducían a un perímetro más pequeño, la relevancia de
esta conexión con la ciudad hizo crecer al barrio a lo largo de esta
calle.
Esta es la placa que recuerda a Gabriel Miró en Benalúa,
homenajeado en el 75 aniversario de su fallecimiento. Una placa similar
podemos encontrar en la que también fuera su vivienda en la Calle
Castaños.
Chalet donde pasaba los veranos Gabriel Miró, en compañía de Daniel Bañuls. Fotografía de Alicante Vivo.
Su primera novela fue La mujer de Ojeda, y su segundo libro Hilván de escenas.
Abandonó la profesión de abogado para dedicarse a escribir novelas y
preparar artículos periodísticos, pues deseaba vivir tranquilo en
Benalúa, en paz y serenidad de alma, sin anhelos de grandezas, a pesar
de los consejos dados por sus padres para que se creara un porvenir
desahogado y seguro.
En 1908 ganó su primer galardón:
el primer premio de novela organizado por El Cuento Semanal,
adquiriendo rápidamente gran fama de narrador y estilista: en ese mismo
año le dieron un homenaje varios escritores, entre ellos Valle Inclán, Pío Baroja y Felipe Trigo; también en ese año falleció su padre, el mismo día en que publicaba su novela Nómada.Colaboró en muchos diarios y revistas españolas y americanas, entre ellas El Heraldo, Los Lunes de El Imparcial, ABC y El Sol de Madrid, y Caras y Caretas y La Nación de Buenos Aires.
En 1911 le nombraron cronista de Alicante, un puesto que anhelaba, pero el puesto no le satisfizo y tres años después, en 1914, se trasladó a vivir a Barcelona para trabajar como empleado en la Diputación de Barcelona. Allí trabajó como cronista de Barcelona en la Casa Provincial de Caridad.En la ciudad condal combatió el tedio de la burocracia realizando traducciones del francés y dirigiendo una Enciclopedia sagrada para la editorial catalana Vecchi & Ramos, proyecto que no se llegó a concluir pero que le satisfizo íntimamente, y entre 1914 y 1920 colaboró en la prensa barcelonesa: Diario de Barcelona, La Vanguardia y La Publicidad.
Allí conoció al editor de muchas de sus novelas, Domenech.
En Barcelona escribió: Dentro del Cercado, Del Huerto Provinciano, Los amigos, Los amantes y la muerte, Las cerezas del cementerio, El Abuelo del Rey, El libro de Sigüenza, Figuras de la Pasión del Señor y el Humo dormido.
De nuevo volvió a cambiar de residencia, y en 1920 se trasladó a Madrid al ser nombrado funcionario del Ministerio de Instrucción Pública, donde desde 1921 trabajó como empleado de la Secretaría General Técnica del Ministerio de Trabajo. La vida en Madrid no se le presentó como él pensaba en un principio, hasta que fue nombrado auxiliar competente artístico y literario para la organización de concursos nacionales, cargo que desempeñó con gran acierto hasta su muerte.
Escribió artículos periodísticos en ABC, El Sol y la Nación de Buenos Aires, y colaboró con El Heraldo y Los Lunes del Imparcial. Preparó una monografía referente a los templos de Santo Tomás y San Vicente de Ávila. Tarde, pero por fin parecía que mantenía una posición notable y segura. Mientras, iban apareciendo sus nuevos libros: El Ángel, El Molino, El Caracol del Faro, Nuestro Padre San Daniel y Niño y Grande.
Tampoco en la capital de España resolvió sus continuados problemas económicos. En 1921, manifestó, a este respecto, que sentía el más grande y doloroso desencanto de su vida y, en busca de la curación de su hija Clemencia, inició sus veraneos en Polop de la Marina.
Al año siguiente optó, sin éxito, por segunda vez al premio Fastenrath de la Real Academia Española, con su novela Nuestro Padre San Daniel; en esta ocasión, los sectores reaccionarios llevaron a cabo una sucia campaña de desprestigio y enviaron a los integrantes del jurado los recortes de los periódicos en los que se le atacaba por sus Figuras de la Pasión del Señor.
El 1 de agosto, el Ministerio de Instrucción Pública lo nombró “Auxiliar, en concepto de competente literario y artístico de los Concursos Nacionales de protección a las Bellas Artes”. En 1923 la Diputación de Alicante lo nombra Cronista de la Provincia, aunque momentáneamente sin sueldo, mientras que la de Barcelona le reclama el fruto de los trabajos por los que ha sido remunerado, afirmando: “No ha entregado trabajo alguno referente al encargo que se le confió y no se ha presentado en ocasión alguna a prestar servicio”.
Allí en Madrid permaneció los últimos diez años de su vida. En 1925 ganó el Premio Mariano de Cavia con un jurado constituido por José Francos Rodríguez, Gabriel Maura, Pedro Muñoz Seca, Eugenio D´Ors y Darío Pérez, por su artículo Huerto de cruces, en el que glosa una estampa tan alicantinista como el cementerio de Polop de la Marina. En 1927 fue propuesto para la Real Academia de la Lengua, pero no fue elegido, quizá por el escándalo levantado ante su novela El obispo leproso, considerada anticlerical.
Gabriel Miró, paseando por tierras levantinas.
Entrevistado por César González Ruano para el Heraldo de Madrid, en 1929,
diría al afamado periodista, al ser preguntado por sus aspiraciones a
ocupar un sillón de la Real Academia de la Lengua Española:
“Además yo no tengo espíritu académico sería un hombre inútil en la
Academia como lo he sido casi en la vida…Nadie se ocupa de mí. Yo soy un
hombre retraído, que no puede ser tema de actualidad.” Hasta en los últimos años de su vida tuvo que sufrir las tristezas que le proporcionaba un mundo del que no se podía apartar totalmente. Los arañazos que la sociedad le diera los lavaba con las bondades de su noble corazón.
En este tiempo, la familia Miró tuvo que afrontar circunstancias muy dolorosas que comenzaron en 1919, con la pérdida de los dos hijos de su hermano Juan. Después, vino la enfermedad de su hija Clemencia, que marcó sus últimos años de vida, con largos paseos en sus vacaciones estivales por Polop y la Sierra de Aitana, donde reencontró la calma al volver al contacto con su añorado paisaje alicantino.
Comenzó a sentirse enfermo después de asistir al homenaje de Miguel de Unamuno. Los últimos días de su modestísima vida transcurrieron en mayo de 1930. El día 27, tras recibir la visita de un sacerdote, al que permitió, por corrección, permanecer unos instantes en su habitación, aunque a su salida, dijese: “El hombre no me ha servido para nada”, despidiéndose de todos con el nombre de la ciudad que le vio nacer y que siempre estuvo en su corazón y en sus escritos, expiró.
Gabriel falleció rodeado de su familia, con apenas 51 años de vida, el 27 de Mayo de 1930, en Madrid, a causa de una grave enfermedad, de la que fue intervenido quirúrgicamente sin ningún éxito.
Vinieron a despedirse de él, entre otros, Azorín, Menéndez Pidal, Pérez de Ayala, Pedro Salinas, Ricardo Baeza, Eugeni d´Ors, Benjamín Jarnés, y sus amigos alicantinos: Eufrasio Ruiz, Heliodoro Fuster, Óscar Esplá, José Guardiola Ortiz, Enrique Puigcerver, Adelardo Parrilla y Federico Madrid.
Aunque sus paisanos reclamaron el traslado de sus restos mortales a su ciudad natal, siguiendo sus instrucciones fue enterrado en Madrid, el día 29 de mayo. En el segundo aniversario de su muerte, el 27 de mayo de 1932, Don Lorenzo Carbonell, alcalde de Alicante, propuso a la corporación municipal que, como homenaje a Gabriel Miró, se erigiese un busto en la plaza que hoy lleva su nombre. En la sesión en la que se hizo pública esta iniciativa, el portavoz de la minoría socialista González Ramos proclamó su convencimiento de que el escritor no era propiedad exclusiva de esta ciudad, sino que pertenecía a toda la provincia y, aceptando el alcalde esta puntualización, el busto del escritor, obra del escultor José Samper Ruiz, fue, efectivamente, sufragado mediante aportaciones procedentes de todos los pueblos de la provincia.
En Orihuela se le erigió otro busto, obra del escultor José Seiquer Zanón, y existe una curiosa anécdota sobre el día de su inauguración, acaecida en 1932, que está recogida en el libro Vega Baja y da cuenta de ella su autor, Vicente Bautista. Al acto, llamado en su día “Romería lírica a Oleza”, acudieron, entre otras personalidades, Miguel Hernández, Ramón Sijé, María Cegarra, Carmen Conde, su esposo Antonio Oliver y el responsable de dirigir unas palabras a los asistentes al acto, Ernesto Caballero, periodista y escritor que fuera uno de los teóricos del falangismo. Éste se presentó vestido con el uniforme de falangista y durante el discurso, que no fue de lo más acertado, se armó tal algarabía que tuvo que presentarse la policía y terminaron todos en comisaría.
Su obra:Hombre sencillo, humilde y bondadoso, Gabriel Miró tuvo un temperamento hiperestésico, una sensibilidad exacerbada a colores, aromas, texturas y sonidos que refleja en sus obras, de tempo lento y moroso y carácter muy lírico y descriptivo; su estilo, muy elaborado, se halla esmaltado de palabras castizas, arcaísmos y sinestesias.
Creador de una obra selecta y minoritaria, su prosa modélica podemos considerarla como la más sensorial de todas las de los novelistas del s. XX. Maestro del estilo y domeñador de la lengua, buscó en el impresionismo poético una posible salida al callejón, en que había desembocado el modernismo.
Enclaustrado en su vida familiar hondamente, y torturado también por su existencia de burócrata y funcionario, Miró permaneció ajeno a las relaciones sociales, a los grupos, generaciones y escuelas, que son las formas en que se modeló el campo literario en su época. Seguramente le atraía más la contemplación del mar, el paseo por el campo, la charla con la gente sencilla de Polop, de La Nucía, de Parcent…: “socialmente no ejerzo de escritor, por desgana y por escasez de horas”, escribió en aquellos años. Fue una persona tan difícil de comprender que apenas tuvo amigos. Entre esos pocos, podemos destacar a dos alicantinos ilustres: el compositor Óscar Esplá y Francisco Figueras Pacheco, de su mismo barrio; el escultor Daniel Bañuls, amigo en común con Óscar Esplá, y al escritor José Martínez Ruiz, "Azorín". La mayor parte de la crítica considera que la etapa de madurez literaria de Gabriel Miró se inicia con Las cerezas del cementerio (1910), cuya trama desarrolla el trágico amor del hipersensible joven Euss Valdivia por una mujer mayor y presenta (en una atmósfera de voluptuosidad y de intimismo lírico) los temas del erotismo, la enfermedad, la marginación autóctona y la muerte.
Gabriel Miró es uno de los escritores más originales y renovadores de la literatura española. Su originalidad es el resultado de la fidelidad a su propia percepción del mundo, del minucioso análisis de sentimientos y sensaciones, y, sobre todo, es la consecuencia de su continuado esfuerzo para encontrar las palabras que dan forma única y precisa a su compleja manera de entender las relaciones del hombre con el mundo.
Su amigo Óscar Esplá dijo: "Si el hondo fenómeno vital del universo tomara conciencia de sí mismo en todas las cosas, su emoción de cada hora en ellas sería exactamente esa que Miró recoge al contemplarlas".
Sus novelas son, ante todo, la manifestación artística de los más firmes principios de la condición humana: el amor, el dolor, el poder del tiempo, el sentimiento y los límites de esa felicidad.
En 1921 apareció un libro de estampas, El ángel, el molino y el caracol del faro y la novela Nuestro padre San Daniel, que forma una unidad junto con El obispo leproso (1926), cuya aparición supuso un cierto revuelo literario y social. Ambas se desarrollan en la ciudad levantina de Oleza, trasunto de Orihuela, en el último tercio del siglo XIX. La ciudad, sumida en el letargo, está vista como un microcosmos de misticismo y sensualidad, en el que los personajes se debaten entre la represión social, la intolerancia y el oscurantismo religioso.
En 1928, publicó Años y Leguas. A pesar de estar bien acomodado económicamente y satisfecho con su trabajo, recordaba cada vez con más nostalgia y anhelo su ciudad natal, algo que emanaba de sus letras. Por ello, siempre que tenía ocasión, marchaba a Benalúa.
En tantos viajes atravesando carreteras, caminos y barrancos, por su imaginación iban apareciendo escenas tristes y escenas alegres de su vida pasada. Miró, a pesar de ser un hombre sencillo, y bondadoso, no pudo vivir ajeno a las envidias que le rodeaban.
No alcanzó el éxito indiscutible de público del que se beneficiaban otros autores, pero tampoco pasó de puntillas como escritor. Ni su orfebrería con la palabra ni su universo novelesco cayeron en el olvido mientras vivió; todo lo contrario, resultaron ser elementos provocadores que merecieron la atención de nombres de altura intelectual, sobre todo en los años veinte. Unos le abordaron con benevolencia, otros le denostaron.Y estos últimos parece que le afectaron más; aunque justo es consignar que ni cedió ni acomodó su estética para obtener el aplauso fácil. A lo más que llegaba era a quejarse.
Al año siguiente de su muerte, Juan Gil-Albert le dedicó un libro que tituló Gabriel Miró (El Escritor y el Hombre). Dejaba constancia de sus visitas al domicilio madrileño del escritor alicantino en 1928, y en sus páginas recordaba algún que otro lamento mironiano con la crítica de su tiempo: "Los críticos han desvirtuado mi trabajo. Dicen que escribo con dificultad; pero no se trata de eso: creo con dificultad. Yo necesito ver las cosas antes de escribirlas; necesito levantarlas, tocarlas".
Bibliografía:
Se editaron dos veces unas Obras completas de Gabriel Miró; en Madrid, 1931, por los "Amigos de Gabriel Miró" y en Madrid, 1942, en un solo volumen, por Biblioteca nueva.
- La mujer de Ojeda, 1901.
- Hilván de escenas, 1903.
- Del vivir, 1904.
- La novela de un amigo, Alicante, 1908.
- Nómada, 1908.
- La palma rota, 1909
- El hijo santo, novela corta, 1909
- Amores de Antón Hernando, novela corta
- Las cerezas del cementerio
- La señora, los suyos y los otros, 1912, novela corta
- Del huerto provinciano, Barcelona, 1912, cuentos
- El abuelo del rey, Barcelona, 1915.
- Dentro del cercado, Barcelona, 1916.
- Figuras de la Pasión del Señor, 1916 y 1917.
- Libro de Sigüenza, 1917.
- El humo dormido, Madrid, 1919.
- El ángel, el molino y el caracol del faro, Madrid, 1921.
- Nuestro padre San Daniel, Madrid, 1921.
- Niño y grande, Madrid, 1922.
- El obispo leproso, Madrid, 1926.
- Años y leguas, Madrid, 1928.
Las huellas de Gabriel Miró, hoy:
La inquisitorial depuración llevada a cabo tras la Guerra Civil también afectó a un grupo escolar, que había sido designado con su nombre en la época republicana, y en abril de 1939, por resolución de la Comisión Provincial de Enseñanza fue denominado “Víctor Pradera”, escritor tradicionalista, cuyas obras completas fueron prologadas por Francisco Franco; esta denominación fue mantenida por el citado colegio público hasta mayo de 1982, y a partir de esa fecha pasó a denominarse “Nou d´octubre”, conservando este nombre hasta el día de hoy. Actualmente existen en la provincia tres Colegios Públicos de Enseñanza Infantil y Primaria con el nombre del eximio escritor (uno en Alicante, próximo a Benalúa, junto al Puente Rojo; otro en Benidorm y otro en Calpe), y un Instituto de Enseñanza Secundaria, desde 1964, en Orihuela (la Oleza mironiana).
En el año 2005 se estrenó la película basada en su obra, Las cerezas del cementerio, con Concha Velasco como actriz principal. Se rodó en Rocafort, Alcira, Polop, El Puig, Bétera, Picaña, los Jardines de Monforte, la playa de la Malvarrosa, la iglesia de Campanar, el Museo del Ferrocarril, el Salón de Cristales del Ayuntamiento de Valencia, la Estación de Algodor, en Toledo, el hotel Ritz y el Casino de Madrid. La mayor parte de los escenarios son levantinos, aunque no se trata de lugares de la ciudad de Alicante.
Anualmente, la Caja de Ahorros del Mediterráneo (con sede en su barrio natal), recuerda su figura con la convocatoria de un Premio Literario de Cuentos, que lleva su nombre.
Actualmente, el busto en su homenaje, erigido en 1935 en la plaza que lleva su nombre en Alicante, está olvidado, degradado y con la nariz rota.
La inquisitorial depuración llevada a cabo tras la Guerra Civil también afectó a un grupo escolar, que había sido designado con su nombre en la época republicana, y en abril de 1939, por resolución de la Comisión Provincial de Enseñanza fue denominado “Víctor Pradera”, escritor tradicionalista, cuyas obras completas fueron prologadas por Francisco Franco; esta denominación fue mantenida por el citado colegio público hasta mayo de 1982, y a partir de esa fecha pasó a denominarse “Nou d´octubre”, conservando este nombre hasta el día de hoy. Actualmente existen en la provincia tres Colegios Públicos de Enseñanza Infantil y Primaria con el nombre del eximio escritor (uno en Alicante, próximo a Benalúa, junto al Puente Rojo; otro en Benidorm y otro en Calpe), y un Instituto de Enseñanza Secundaria, desde 1964, en Orihuela (la Oleza mironiana).
En el año 2005 se estrenó la película basada en su obra, Las cerezas del cementerio, con Concha Velasco como actriz principal. Se rodó en Rocafort, Alcira, Polop, El Puig, Bétera, Picaña, los Jardines de Monforte, la playa de la Malvarrosa, la iglesia de Campanar, el Museo del Ferrocarril, el Salón de Cristales del Ayuntamiento de Valencia, la Estación de Algodor, en Toledo, el hotel Ritz y el Casino de Madrid. La mayor parte de los escenarios son levantinos, aunque no se trata de lugares de la ciudad de Alicante.
Anualmente, la Caja de Ahorros del Mediterráneo (con sede en su barrio natal), recuerda su figura con la convocatoria de un Premio Literario de Cuentos, que lleva su nombre.
Actualmente, el busto en su homenaje, erigido en 1935 en la plaza que lleva su nombre en Alicante, está olvidado, degradado y con la nariz rota.
Libros de consulta recomendados:- Biografía íntima de Gabriel Miró. José Guardiola Ortiz. 1935. Alicante: Imprenta Guardiola.
- El mundo de Gabriel Miró. Vicente Ramos. 1964. Madrid: Gredos.
Fuentes:Alicante Vivo
Wikipedia
Eco Hernandiano
Revista AUCA número 9, monográfico sobre Gabriel Miró.
Llibret de la Foguera Plaça Gabriel Miró 2005
¿Quién lee a Gabriel Miró?
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El Ateneo Senabrino
- El mundo de Gabriel Miró. Vicente Ramos. 1964. Madrid: Gredos.
Fuentes:Alicante Vivo
Wikipedia
Eco Hernandiano
Revista AUCA número 9, monográfico sobre Gabriel Miró.
Llibret de la Foguera Plaça Gabriel Miró 2005
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