EN CUARENTENA
Así será el pregón de Semana Santa
Por Javier Rubio, 0:30 h.
Si el lector espera que ahora yo le destripe el pregón de mi compañero, le advierto que se va a sentir defraudado. Porque, entre otras minucias, no lo he leído. Ni he pedido leerlo ni me lo han leído. Pero sólo con estar atento a lo que el corazón de Alberto ha ido destilando estos meses, ya me hago cargo. Y por lo que he visto y oído todo este tiempo, les puedo asegurar que el pregón de García Reyes va a ser personal e intransferible. Alberto puro, suyo y de nadie más. No es de “negros” de lo que estoy hablando, sino de una idea, un concepto y una plasmación genuinos que a nadie va a dejar indiferente.
Ya lo tiene dicho él mismo en público: va a ser el pregón de gastar suela de zapato, de andar azacaneado de acá para allá en la bulla, pasando calor cuando hace calor y soportando el relente de la madrugada con la chaquetita cerrada sobre el pecho, de mirar con los ojos del alma más que con los de la cara. Quien vaya buscando historias de cerrado y sacristía, se va a llevar un palmo de narices porque el pregón -me atrevo a afirmarlo aun a riesgo de equivocarme- va a ser luminoso y bullanguero, va a oler a garrapiñada y a cera, va a sonar a soleá y a alegría… cuando tenga que serlo. Y se va a poner muy serio cuando toque. Nos vamos a reír todos y algunos -qué le vamos a hacer- lloraremos, pero muy a gusto porque las “vivencias”, ese arcano que los capillitas guardan como el venero sagrado del que sólo unos pocos elegidos pueden beber, serán como las de cualquier hijo de vecino que se echa a la calle con la familia a declararle a la ciudad su amor con los pies, andando hasta desfallecer como sólo se caminaría por un amor de juventud.
Alberto va a proclamar su amor por Sevilla, de eso nadie puede tener duda. Y después, si gusta más o menos no será culpa suya: un corazón enamorado no peca de soberbia nunca.
Así va a ser. Y con acendrado espíritu religioso. Olvídense ya los cofrades de eso tan antiguo del compromiso cristiano y pásense a la modernidad de la experiencia fuerte de Dios en su vida personal. Creo que por ahí más de uno se va a llevar una sorpresa. Aunque, con el derecho que me da el cargo, me permito corregir fraternalmente al pregonero con todo el cariño que sabe que le profeso: Alberto, lo primero será Dios, pero lo segundo tiene que ser forzosamente su Hijo Unigénito y lo tercero, el Espíritu Santo, dulce huésped del alma. Y después, ya sí, todo lo demás.
Que la Virgen del Arco te proteja ese y todos los días, amigo.