UNAI
SORDO, NUEVO SECRETARIO GENERAL DE CC.OO
Los sindicatos son como los mejillones,
moluscos bivalvos encerrados en su propio caparazón, unidos por la misma
corriente marina del trabajo obrero que deja en ellos como plancton la precariedad laboral con que se alimentan. A
menudo el agua llega contaminada y se intoxican de las palabras mansas del gobierno
de turno y la patronal, y dejan de ejercer su labor de presión, lucha,
manifestaciones o huelgas, a veces por chocar contra gruesos muros insolidarios, bajo el estandarte de: por el bien de España. Se relajan o se hacen
pacifistas, sin tener en cuenta que el patrón nunca será ni el amigo, ni el
compadre del obrero. Son eternos antagonistas. La mejoras laborales desde la
creación de la socialdemocracia a mediados del siglo XIX, se ha conseguido con
lucha obrera sin cuartel. El obrero debe
saber que el patrón nunca abre la mano si no es que se le dan un martillazo en
el codo.
Acaba de entrar en el ruedo nacional el
nuevo secretario general de CC.OO, Unai Sordo Calvo (Baracaldo, 1972), que
trabajó en la industria de la madera antes de incorporarse a la función
sindical. Ha salido como un toro bravo,
como si fuera nuevo en la plaza, con la divisa de «El pasado es pasado», pues
siempre se ha de correr un tupido velo sobre el antecesor Ignacio Fernández
Toxo (sólo hablaba el 1 de mayo). Los nuevos líderes son como los reyes
medievales castellanos que, llegados al trono, siempre emprendían nuevas batallas
de conquista de territorios enemigos.
Unai Sordo
pretende que se deroguen o modifiquen las reformas laborales de 2010 y 2012, y
ha afirmado que: “La gran prioridad del sindicato es organizar a la gente en los centros de
trabajo. Ese es el eje de bóveda de cómo se fortalece la lucha contra la
precariedad que sufren los jóvenes y las mujeres, para estar en mejor posición
en las negociaciones con Gobiernos y patronales”. No es nada nuevo, porque, tradicionalmente,
a los políticos no les han interesado ni los jóvenes ni las mujeres
–laboralmente hablando–, pero esto cambió en la elecciones de 2015 cuando
irrumpió Podemos como una tercera fuerza (detrás estaba los votantes jóvenes e
indignados). La crisis fue el detonante de despertar a los jóvenes y se
implicaran en la política.
La
imagen que hasta ahora, al menos a mí me lo parece, de los sindicatos hermanos
UGT y CC.OO, es de cierta sumisión o docilidad a los dictados de los llamados “diálogos
sociales”, en estas mesas a tres bandas, donde siempre pierden los sindicatos,
que vuelven a dejar sus lanzas en los astilleros hasta nuevas contiendas. Sin
embargo, el tema de la subida de los salarios es algo a lo que no se puede
renunciar por simple coherencia: Si no hay consumo interno no hay trabajo para
los demás. Para conseguir mejoras laborales no hay otro camino que la huelga,
como hemos visto semanas atrás con los estibadores de los puertos. Han conseguido
lo que pretendían: no perder puestos de trabajo.
Evidentemente cuando el problema de la
precariedad laboral se extiende a nivel nacional el problema es mucho más complejo
de resolver, porque además colisiona con la política de Europa, y la globalización
mundial, o la perdida de la industria pesada. Pero si los sindicatos se dejan
llevar por los cantos de sirena de Fátima Báñez, ministra de Empleo y Seguridad
Social, volverán a la docilidad, pero esperamos que el vasco Unai Sordo no se
haga el sordo dentro de unos meses.
ramón fernández palmeral
Alciante, 2 de junio 20017