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viernes, 16 de diciembre de 2016
Diamantes. Estrella del Sur (Cullinan)
Los diamantes normales, dentro de lo normal que pueda ser esa piedra,
se forman a unos 150 kilómetros de profundidad, 200 kilómetros a lo
sumo. Las piedras verdaderamente famosas, las que hacían a Audrey
Hepburn aplastar la nariz contra el escaparate de Tiffany’s, se forman a
unas profundidades de hasta 750 kilómetros, donde el entorno geológico
es muy distinto, preñado de fluidos metálicos, y eso es lo que explica
su excepcionalidad. Y también sus nombres fragorosos: Estrella del sur
(Cullinan), Promesa de Lesotho, Constelación, Koh-i-Noor.
ampliar fotoUn diamante tallado y pulido plagado de astillas metálicas. JAE LIAO
Los 3.106 quilates del Cullinian son una auténtica brutalidad en este
campo (1 quilate son 200 miligramos de diamante). Pero, pese a su
espectacularidad, eso no es más que un diamante en bruto. En 1906, solo
un año después de haberlo recibido como regalo, Eduardo VII lo mandó
tallar, y de ahí salieron nada menos que 150 piedras pulidas. La mayor,
la Cullinan I, se mantuvo como el mayor diamante del mundo durante la
mayor parte del siglo XX. Sus 530 quilates se hallan hoy enquistados en
el Cetro de la Cruz, una de las insignias ancestrales de la corona británica
Investigar esas piedras poco menos que sagradas resulta casi
imposible, pero Smith ha aprovechado su lugar de trabajo para encontrar
un atajo. Al Instituto Gemológico de Nueva York llegan cada día
(literalmente) miles de diamantes en busca de que les certifiquen una
buena posición en el ránking mundial. Eso ha ofrecido a Smith y sus
colegas un tesoro de muestras para su investigación.