El desempleo juvenil ha llevada a tal
situación que es insostenible, por ello aumentan los populismo, los radicales y
los descontentos. A esta situación nos han llevado los gobiernos de Luis Zapatero
y Mariano Rajoy, por llevar acabo los recortes que imponía Bruselas y el
déficit público. Se sabía que se atendía a esta directivas de la Eurozona el
para juvenil aumentaría. Como así ha sucedido. La oligarquía de las empresas
del IBEX 35, no han dado empleo, al contrario los Bancos han despedido a muchos
empleados, para profesores no se anuncian vacantes ni oposiciones. Las
petroleras tienes el grifo del empleo cerrado no contratando gasolineros, con
al autoservicio se conforma. Los hoteles no contratan a suficiente personal o
camareros para sus negocios de restaurantes al convertirlos en autoservicios.
Todos los males de una empresa parece que pasan por el personal. Correos no
contrata a suficientes carteros.
La política del BCE era la de bajar los
sueldos para parecernos a China. Ahora parece que se han dado cuenta que sin no
hay empleos e ingresos no hay consumo, y si no se consume no hay
producción. Los millonarios no consumen, consumen las clases medias.
Los gobiernos han de hacer políticas
favoreciendo el empleo juvenil, desde emprendedores, autónomos, funcionarios,
educadores, policías, guardia civil o ejército
Si este tema del desempleo juvenil continúa
se van a encontrar en el futuro que van a ganar los populistas, marxistas, radicales
y demás comunistas, porque es lógico el reparto de la poca riqueza que nos
queda.
Hemos dado estudios universitarios a
nuestros hijos para que se queden con los títulos bajo el brazo en casa, o
tenga que emigrar al extranjero, donde dentro de Europa parece que no afecta
tanto la crisis. ¿Cuáles son nuestros problemas? Hay poner soluciones ya. Y ya para terminar de qué sirve una
socialdemocracia si no se reparte la riqueza y luego los sindicatos están más
callados que nunca........................
La falta de empleo trae estas radicalizaciones.
La Complutense (UCM) es la más conflictiva en este sentido. Y durante el mandato de sus dos anteriores máximos responsables, Carlos Berzosa y José Carrillo, estos grupos gozaron de una más que evidente complacencia (cuando no complicidad) de las autoridades académicas.
Pueden dividirse en dos facciones: los antifascistas (más numerosos y activos) y los anarquistas. Dentro de estos últimos está la Federación de Estudiantil Libertaria (FEL), que tiene implantación tanto en la UCM como en la Autónoma, los dos centros más conflictivos. La FEL se define a sí misma como una «organización que busca difundir las ideas del anarquismo», según la Policía. Otro colectivo similar son las Juventudes Libertarias, que también han participado en manifestaciones violentas en la Ciudad Universitaria. Los expertos en estos ultras no dudan en calificar a los anarquistas como los más violentos, por su mayor capacidad logística y sus lazos con grupos insurreccionalistas de Grecia e Italia; aunque sus facciones universitarias tienen menos peligrosidad.
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Pero el colectivo más numeroso es Contrapoder, que se mueve en Políticas y Sociología del campus de Somosaguas. A él pertenecían Íñigo Errejón y su por entonces pareja, Rita Maestre, actual portavoz del Ayuntamiento de Madrid. Ella encabezó el asalto a la capilla y se desnudó ante el altar, por lo que está condenada. También su profesor Pablo Iglesias reventó una conferencia de la expresidenta de UPyD, Rosa Díez. Más reciente es el sacrilegio al oratorio de la Autónoma, con pintadas simulando sangre a favor del aborto libre.
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Jesús Sainz es Secretario General del Círculo de Empresarios
La tasa de paro juvenil en España alcanza el 54,4%, la segunda tasa más elevada de la UE-28, después de Grecia. Afecta a casi un millón de jóvenes entre 16 y 24 años, de los cuales casi un 50% llevan más de un año desempleados y un 60% no ha completado la educación secundaria. Esta dramática realidad exige más acción y nuevas reformas. No hacerlo supondrá graves consecuencias para nuestra sociedad, nuestra economía y particularmente para cada uno de los jóvenes que se encuentran en esta situación. La falta de trabajo de nuestros jóvenes se traduce no solo en la pérdida de lo invertido en su formación, sino que renunciamos a su potencial, su motivación y sus nuevas ideas o planteamientos. Además, la emigración de 218.000 jóvenes entre 2009 y 2013 reduce el potencial de crecimiento económico de España, si no logramos que regresen.
Las causas que explican el elevado paro juvenil de España responden a nuestro modelo productivo, a la regulación del mercado laboral y al diseño del sistema educativo.
En primer lugar, la crisis del sector de la construcción ha dejado en la calle a un gran número de jóvenes, que durante la burbuja inmobiliaria abandonaron sus estudios, atraídos por unos salarios equiparables al de otras profesiones que exigen mayor nivel de formación. A este hecho, propio de la economía española, hay que unir la competencia desencadenada por los países emergentes que ha obligado a muchas empresas a trasladar su producción a estos países.
En segundo lugar, la regulación laboral ha propiciado la dualidad de nuestro mercado laboral, al que normalmente, nuestros jóvenes han accedido y mantenido encadenando contratos temporales. Esta temporalidad reduce sus expectativas de futuro y estabilidad en situación de crisis económica. En España un 40% de los jóvenes no encuentran un contrato de trabajo indefinido tras dos años, frente al 25% de Francia y el 10% de Alemania.
Y por último, nuestro sistema educativo se caracteriza por la polarización y escasa experiencia laboral adquirida por nuestros jóvenes durante su formación. En España son muy pocos los jóvenes que combinan trabajo y estudio, o que trabajan durante las vacaciones escolares, y que pueden optar por una formación profesional dual por su escasa presencia. En nuestro país solo un 32% de los jóvenes se decantan por la formación profesional (de los que un 57% del total reciben formación dual), mientras en Alemania y Suiza la formación profesional (siempre de carácter dual) es elegida por más del 60% de los jóvenes. Por tanto, actualmente, nuestro sistema educativo no responde a las necesidades del mercado de trabajo, que demandará un 50% de titulados con estudios medios en 2020.
El mundo empresarial no es ajeno e insensible a esta realidad. Así lo han mostrado, recientemente, en El Barómetro de los Círculos (www.circulodeempresarios.org), elaborado en colaboración con el Círculo de Economía y el Círculo de Empresarios Vascos, en el que más de 150 directivos encuestados han destacado entres sus grandes preocupaciones para consolidar la recuperación e impulsar el crecimiento económico, la situación del desempleo en España, y en especial del paro juvenil. De ahí, y como lo hemos manifestado anteriormente, nuestro país requiere de nuevas reformas educativas, laborales y fiscales que impulsen la creación de empleo juvenil de calidad y estable, entre las que destacamos las siguientes:
- Impulsar una educación emprendedora en todos los niveles educativos e implantar programas de emprendimiento juvenil público-privados como ya se hace, por ejemplo, en Canadá, Alemania y Bélgica.
- Fomentar las prácticas laborales antes de alcanzar niveles de formación superior, práctica habitual en los países nórdicos, Reino Unido y Alemania.
- Desarrollar la formación profesional dual, donde las empresas deben tener una actitud más proactiva. Para ello, es vital impulsar el crecimiento del tamaño medio de nuestras empresas.
- Reformar las políticas activas de empleo, una asignatura pendiente. Éstas deben exigir el cumplimiento del compromiso de actividad y fomentar la reincorporación de los parados mediante formación inmediata en colaboración con las empresas, como ocurre en Alemania y Dinamarca, donde existen programas de orientación y formación con actividades a realizar por los jóvenes desempleados.
- Transferir a las empresas más competencias en la gestión y financiación efectiva de la formación para el empleo, rompiendo el monopolio actual de los agentes sociales.
- Fomentar la empleabilidad de los jóvenes mediante contratos incentivados y la creación de un salario mínimo interprofesional específico vinculado a la formación. Estas medidas existen en Australia, Holanda y Reino Unido, donde el salario mínimo está escalado hasta los 21 años.
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El desempleo juvenil en España es un fenómeno persistente que se ha agravado durante la crisis actual, alcanzando una magnitud tal (46,1% en 2T11) que la toma de medidas para atenuarlo no puede ser pospuesta por más tiempo.
Las causas del desempleo juvenil hay que buscarlas en deficiencias tanto del sistema educativo como del mercado de trabajo.
Entre las primeras destacan el abandono escolar temprano y el desajuste entre la oferta y la demanda de trabajo por nivel educativo.
Entre las segundas sobresalen la elevada segmentación y la escasa efectividad de las políticas activas de empleo (PAE).
Para atenuar el problema del desempleo juvenil se debe actuar conjuntamente en los ámbitos educativo y laboral.
En el educativo una detección temprana de los estudiantes en riesgo y un apoyo continuo son condiciones necesarias para reducir la incidencia del abandono escolar. Paralelamente, una mayor flexibilización de los programas educativos facilitaría la reincorporación de aquellos jóvenes que abandonaron precozmente sus estudios. Para mejorar las posibilidades de inserción laboral y evitar situaciones de subempleo, sería deseable la implantación de un sistema de formación profesional dual. En cuanto a la educación universitaria, sería bienvenida una reforma del número de titulaciones, de sus contenidos y de su duración, aumentando la vinculación con el sector productivo privado.
En el laboral, el modo más eficaz de evitar que la temporalidad se convierta en una trampa que precarice la carrera laboral de los jóvenes es mediante el establecimiento de un contrato único de carácter indefinido (a tiempo parcial o completo). Para aumentar la efectividad de las PAE, es necesario: i) incrementar su dotación presupuestaria, y ii) modificar la composición del gasto, reduciendo asimétricamente las bonificaciones a la contratación y aumentando las partidas destinadas a reciclaje profesional y formación. Los desempleados –y no los ocupadosdeberían ser los principales destinatarios de las acciones formativas, las cuales tendrían que extender su duración para proporcionar conocimientos más específicos.
1. Introducción
El desempleo juvenil constituye una de las principales disfunciones del mercado de trabajo en España, con implicaciones directas sobre la situación económica presente y futura de los jóvenes parados y su entorno e indirectas sobre el conjunto de la economía. Si bien la crisis actual lo ha puesto de manifiesto, el problema ha persistido durante las últimas décadas. Así, la tasa de desempleo de los menores activos de 25 años ha duplicado la de los de 25 y más años durante las últimas cuatro décadas. En 2010, la tasa de paro juvenil alcanzó el 41,6%, 2,3 veces superior a la de la población de 25 y más años (véase el Gráfico 1). Adicionalmente, el desempleo juvenil no solo es elevado en perspectiva histórica, sino también en perspectiva comparada. Durante los últimos 20 años, la tasa de paro de los menores de 25 años en España ha multiplicado por 1,5 la de la UE15 y por 3,1 la de Alemania. Con todo, la relación entre la tasa de desempleo juvenil y la de los mayores de 25 años se encuentra en línea con el promedio de la UE15 (véase el Gráfico 2), lo que sugiere que las dificultades de inserción laboral de los jóvenes españoles en comparación con las de los de 25 y más años son similares a las de los jóvenes europeos, si bien sus causas difieren, como veremos a continuación.
Las condiciones laborales de la población, en general, y de los jóvenes, en particular, dependen de la eficacia del sistema educativo. En un contexto de exceso de oferta de trabajo y de crecientes requerimientos formativos por parte de las empresas, la probabilidad de que un joven acceda a un empleo estable y adecuadamente remunerado depende, entre otros aspectos, de la cantidad y calidad de la educación recibida. Pero la relación entre el sistema educativo y el mercado laboral es bidireccional. Por ejemplo, cuando la probabilidad de acceder a un empleo cae –o bien, cuando los puestos de trabajo a los que puede optar un estudiante que se plantee ser activo no se ajustan a sus aspiraciones- el coste de oportunidad de continuar estudiando disminuye, lo que tiende a reducir el porcentaje de jóvenes que se incorporan al mercado laboral, acotando el aumento de la tasa de desempleo.
Por tanto, las causas del desempleo juvenil en España hay que buscarlas en deficiencias tanto del sistema educativo como del mercado de trabajo. Entre las primeras destacan la magnitud del abandono escolar temprano y la polarización de la educación. Entre las segundas sobresalen la segmentación del mercado laboral y la ineficacia de las políticas activas de empleo. Con todo, el deterioro de la participación laboral de los jóvenes por un efecto desánimo, mayor que el registrado en el conjunto de la UE15, ha acotado el crecimiento del paro. En la Sección 2 del presente Observatorio Económico se analiza con detalle la importancia de cada uno de estos factores en relación con los restantes países de la Unión Europea. Por último, la Sección 3 sugiere algunas recomendaciones de política económica a la vista de las principales conclusiones extraídas del análisis realizado en las secciones precedentes.
2. La interrelación entre el desempleo juvenil y las deficiencias del sistema educativo en perspectiva comparada
La toma de decisiones educativas y la evolución del mercado laboral se retroalimentan. El éxito de la transición del sistema educativo al mercado de trabajo se encuentra condicionado por la formación recibida, pero también por la situación y perspectivas del empleo y por la calidad prevista del emparejamiento laboral trabajador-puesto de trabajo, las cuales, a su vez, pueden afectar a la decisión de prolongar (o no) los estudios. Por tanto, la existencia de disfunciones que dificulten una transición eficaz del ámbito educativo al laboral se traducirá en aumentos del desempleo juvenil, que serán tanto mayores cuanto menor sea el desincentivo que el desempleo provoca sobre la participación laboral (efecto desánimo). A continuación, se analizan algunos de los condicionantes del desempleo juvenil.
2.1 Abandono escolar temprano
España destaca por su elevada tasa de abandono escolar temprano, entendida como el porcentaje de población entre 18 y 24 años que no ha completado la educación secundaria superior (o de segunda etapa) y no sigue formación alguna. El Gráfico 3 muestra que el abandono escolar temprano es comparativamente elevado en relación con los restantes Estados miembros de la UE27; tan solo Malta (38,0%) y Portugal (34,3%) exhiben tasas superiores a la española (30,6%) en el quinquenio 2005-2010. Con todo, lo más preocupante no es tanto la cifra, sino su persistencia y su escasa relación con el ciclo económico durante los últimos quince años.
Abandonar el sistema educativo antes de completar la enseñanza secundaria superior dificulta la transición al empleo de los jóvenes y conlleva repercusiones negativas y persistentes sobre su carrera laboral, tanto porque carecen de los conocimientos considerados básicos para acceder al mercado de trabajo1, como por su menor propensión a participar en acciones formativas a lo largo de su vida laboral (véase el Gráfico 4).
Como se puede observar en el Gráfico 5, la tasa de desempleo juvenil apenas mostró diferencias por nivel educativo hasta finales de los años 90. Durante la primera mitad de la década pasada, mientras que los jóvenes con educación secundaria superior y terciaria vieron reducidas sus tasas de paro, la de aquellos que habían abandonado el sistema educativo se mantuvo por encima del 19,5%. Los efectos del abandono escolar temprano sobre la tasa de desempleo juvenil se han hecho patentes durante la crisis actual. Así, la tasa de paro de los jóvenes menos educados creció casi 30 puntos porcentuales (pp) entre 2007 y 2010 hasta situarse en el 49,6%, 15,3pp mayor que la de aquellos que alcanzaron la segunda etapa de secundaria y 20,7pp superior a la de quienes obtuvieron una titulación universitaria2.
El Gráfico 6 muestra que el diferencial de tasas de desempleo juvenil por nivel educativo entre España y la UE15 ha sido permanentemente positivo y generalizado durante los últimos 15 años. Si bien los datos parecían sugerir –al igual que para el conjunto de la población activa- una convergencia durante el ciclo expansivo precedente, el deterioro del mercado de trabajo durante la crisis ha evidenciado que los jóvenes españoles, especialmente los menos educados, continúan teniendo mayores problemas de inserción laboral que sus homólogos europeos. Con todo, se observa que la educación está jugando un papel relevante como determinante del riesgo de caer en desempleo entre los jóvenes durante la crisis actual: el aumento del diferencial de tasa de desempleo juvenil con la UE15 es significativamente mayor entre los menos educados (22,9pp entre 2007 y 2010) que entre aquellos con título universitario (11,5pp).
2.2 Polarización y desajuste educativo
La rigidez a la baja del abandono escolar temprano en España no es incompatible con la mejora del nivel educativo de las nuevas cohortes de población registrada durante las últimas tres décadas3. Sin embargo, el aumento de la formación ha estado sesgado hacia la educación universitaria, lo que ha provocado un desajuste entre la oferta y la demanda de trabajo por nivel educativo que condiciona la evolución del desempleo juvenil.
Los Gráficos 7, 8 y 9 ilustran la distribución del nivel educativo de la población europea en 2010 por cohortes de edad. Los datos de España permiten extraer tres resultados. En primer lugar, se advierte una mejora intergeneracional del nivel educativo de la población española en línea con la registrada en el conjunto de la UE15. Así, el peso de la población con estudios secundarios de primera etapa o inferiores en la cohorte de 20 a 24 años es 1,8 veces inferior al observado en la cohorte de 55 a 64 años, tanto en España como en la UE15.
En segundo lugar, el aumento del capital humano en España ha sido insuficiente para lograr la convergencia con los países de nuestro entorno, especialmente entre la población con estudios secundarios superiores. Los Gráficos 7 y 8 muestran que los jóvenes españoles continúan a la cabeza de Europa en cuanto al peso de los menos educados (el 38,8% de la población española entre 20 y 24 años tan solo posee educación primaria o secundaria inferior, frente al 23,4% en la UE15) y a la cola en la importancia relativa de los estudios secundarios de segunda etapa (el 40,1% de los menores de 25 en España frente al 61,1% en la UE15), principalmente de formación profesional (FP)4.
En tercer lugar, el progreso del nivel educativo se ha materializado, principalmente, en el aumento de la relevancia de la educación universitaria entre las cohortes más jóvenes. Los datos del Gráfico 9 indican que el peso de los titulados universitarios en la población entre 25 y 34 años alcanza el 39,2%, 5,1pp más que el promedio de la UE15 y más del doble que el porcentaje de universitarios en la cohorte de 55 a 64 años (17,8%).
La polarización del nivel educativo de la población española se ha traducido en un desajuste entre la demanda de trabajo cualificado y la oferta, lo que ha provocado que los titulados universitarios experimenten tasas de desempleo elevadas en comparación con sus homólogos europeos5 (como reflejaba el Gráfico 6), una incidencia del subempleo –o sobreeducaciónsignificativa y una caída de la prima salarial de la educación.
El Gráfico 10 indica que el subempleo6 no es un problema puntual, sino que ha estado presente durante las dos últimas décadas. El porcentaje de universitarios empleados en ocupaciones que requieren una titulación menor ha sido superior al 30% desde comienzos de la década de los 90, el más elevado de la UE27 y 10pp mayor que el promedio de la UE157. La incidencia de la sobreeducación es todavía más relevante en las cohortes de población más jóvenes: el porcentaje de ocupados sobrecualificados supera el 40% en la población entre 25 y 29 años en España (véase el Gráfico 11).
El exceso de oferta de titulados universitarios y la sobreeducación resultante no solo contribuyen a explicar la magnitud de la tasa de desempleo de los jóvenes con estudios universitarios8,
sino también la de los menos educados. En primer lugar, porque el progreso tecnológico ha incrementado la demanda relativa de trabajadores cualificados y reducido la de no cualificados9.
En segundo lugar, porque los trabajadores cualificados desplazan a los no cualificados de aquellas ocupaciones que tradicionalmente desempeñaban estos últimos, bien por un exceso de oferta de trabajo, bien por una elevación de los estándares de contratación por parte de las empresas10.
Paralelamente, el subempleo ha reducido la prima salarial de la educación. A diferencia de lo sucedido en los países de nuestro entorno11, la dispersión salarial por nivel educativo ha caído en España desde comienzos de la década de los 90, especialmente entre los varones12. Como se puede observar en el Gráfico 12, si bien la rentabilidad salarial de la educación es creciente con el nivel alcanzado y con la calidad del emparejamiento laboral, ha disminuido durante las últimas dos décadas, tanto más cuanto mayor es la titulación obtenida: ceteris paribus, el salario percibido por un titulado universitario con una ocupación adecuada a su formación era un 80,3% superior al de un empleado con educación primaria a mediados de la década de los 90, 10pp más elevado que el (diferencial) actual.
2.3 Segmentación del mercado laboral
Los problemas de inserción laboral y de empleabilidad de los jóvenes no solo dependen de la educación recibida a lo largo de su etapa formativa, sino también de las instituciones del mercado de trabajo. Entre ellas, la contratación temporal juega un papel relevante.
Desde un punto de vista normativo, las empresas optan por contratar temporalmente a un joven sin experiencia laboral si la dificultad de conocer ex ante su productividad es elevada.
Del mismo modo, un individuo que decida participar en el mercado laboral podría elegir un contrato temporal si lo considera la opción más eficaz para la obtención de un empleo estable.
Sin embargo, los datos indican que tan solo un 12,4% de los temporales menores de 25 años en España han optado voluntariamente por un contrato de duración determinada (frente a un 14,4% en Europa)13. Adicionalmente, la evidencia empírica internacional14 muestra que el trabajo temporal puede suponer una trampa para ciertos colectivos de jóvenes que los perpetúe en un círculo vicioso de temporalidad-desempleo-escasas oportunidades de formación.
El Gráfico 13 muestra que un cuarto de los asalariados entre 16 y 64 años tienen un contrato temporal en España, 11pp más que el promedio de la UE15. Se observa que la tasa de temporalidad es decreciente con la edad en la práctica totalidad de los países de la UE27; en España oscila entre el 58,6% para los menores de 25 años (cifra similar a las de Alemania, 56,9%, o Francia, 55,2%) y el 11,7% para los asalariados entre 50 y 64 años15. Con todo, la concentración de la temporalidad en la población juvenil española es inferior a la del conjunto de la UE15: mientras que en España el porcentaje de asalariados con contrato temporal entre los menores de 25 años es 2,3 veces superior a la tasa de temporalidad del total, en la UE15 es 3,1 veces mayor.
Observatorio Económico
¿Qué papel juega la educación como determinante del tipo de contrato? El Gráfico 15 revela que, en el conjunto de la UE15, la educación reduce la probabilidad de tener un contrato temporal en todos los tramos de edad. En España, la importancia de la educación como variable explicativa de la estabilidad del empleo tan solo se observa entre los mayores de 25 años. Este resultado indica que el contrato temporal constituye la puerta de entrada al mercado laboral de los jóvenes españoles, independientemente de su nivel educativo.
Si el contrato temporal fuese el mejor vehículo para acumular experiencia y lograr un empleo estable, la modalidad contractual bajo la que un joven accede al mercado de trabajo sería irrelevante. Sin embargo, la evidencia empírica demuestra que la temporalidad es un fenómeno persistente entre los jóvenes españoles. Como se puede apreciar en el Gráfico 16, el 85% de los jóvenes que entran en el mercado laboral como asalariados lo hacen con un contrato de duración determinada. Si bien este porcentaje se reduce a lo largo de su vida laboral, lo hace lentamente, de tal modo que una década después todavía un 35% continúan como temporales16 tras haber alternado etapas de empleo (temporal), con episodios de desempleo y de inactividad17.
2.4 La escasa efectividad de las políticas activas de empleo
Con la finalidad de incrementar la participación laboral y reducir el desempleo estructural, la Directriz 7 de la estrategia “Europa 202018” sugiere integrar los principios de flexiseguridad en las políticas de empleo de los Estados miembros. Entre ellos destacan las políticas activas de empleo (PAE) que tratan de minimizar los episodios de desempleo y facilitar las transiciones a nuevos puestos de trabajo.
Si bien las PAE constituyen un instrumento fundamental para mejorar la empleabilidad del conjunto de la población activa, su relevancia para los jóvenes –especialmente, entre aquellos que abandonaron sus estudios antes de finalizar la educación secundaria superior- es capital dada su escasa formación específica, su falta de experiencia y su menor tasa de cobertura de las prestaciones por desempleo. Por este motivo, los jóvenes son uno de los grupos con mayor representación entre los participantes en programas de activación, especialmente en los países con una tasa de desempleo juvenil comparativamente elevada. Como se puede observar en el Gráfico 17, España destaca en cuanto al porcentaje de participantes en PAE en relación con la población activa: en torno a un 15% de los activos totales y un 30% de los activos menores de 25 años se beneficiaron de medidas de activación durante el último quinquenio. Por tanto, la escasa efectividad de las PAE en la atenuación del desempleo juvenil en España no guarda relación con el grado de participación de los jóvenes en acciones de activación, sino, probablemente, con la baja cuantía de los recursos destinados a la implementación de medidas y con la orientación errónea de los programas.
Si bien el gasto de España en PAE en relación con el PIB se situó por encima del promedio de la UE15 durante el último quinquenio19, la cuantía por persona que busca empleo fue menor. El Gráfico 18 muestra que el gasto en PAE por persona que desea trabajar ascendió a 1740€ en España durante el período 2005-2009 (en términos promedio), un 12,5% inferior al de la UE15 y entre tres y cuatro veces menor que la cuantía invertida por los Países Bajos y Dinamarca, las dos economías que constituyen el paradigma de la flexiseguridad laboral. Adicionalmente, el Gráfico 18 permite constatar que el gasto en políticas de empleo destinado a programas de activación fue comparativamente reducido en España: las PAE absorbieron el 46,2% de los recursos destinados a políticas de empleo durante el último quinquenio en Suecia, el 37,2% en Dinamarca, el 26,9% en la UE15 y el 25,2% en España.
Cuando se analiza la composición del gasto en PAE se comprueba que las estrategias de activación pueden no ser las más eficaces20. El Gráfico 19 indica que España dedica casi la mitad de los recursos dedicados a PAE a incentivar la contratación y el mantenimiento del empleo (principalmente, mediante bonificaciones de la cuota empresarial a la Seguridad Social), mientras que la UE15 asigna tan solo un cuarto. Por el contrario, los gastos en formación, integración laboral y reciclaje profesional son comparativamente reducidos. Así, la cuantía invertida en formación supuso un 24,5% del gasto en PAE durante el periodo 2005-2009 –por un 40,0% en la UE15-, mientras que la destinada a integración y reorientación laboral apenas representó un 3,8%, frente al 14,1% de la UE15, el 51,9% de Dinamarca y el 63,4% de Países Bajos. Dado que una parte de la destrucción de empleo en el sector de la construcción es estructural, resulta decepcionante el escaso esfuerzo dedicado a medidas de activación que incrementen la empleabilidad de este colectivo mediante la capacitación para ocupar puestos de trabajo en otros sectores de actividad21.
Además de la inadecuada composición del gasto en PAE, se detectan desequilibrios en algunos programas que condicionan su eficacia. En primer lugar, los esfuerzos formativos se concentran en los ocupados en lugar de los desempleados: menos del 7% de los más de 3,8 millones de participantes en acciones formativas en 2010 se encontraba desempleados. Del mismo modo, tan solo un 34,2% del los gastos presupuestados en 2011 para programas de formación para el empleo tienen como destino al colectivo de parados.
......................
El drama del desempleo juvenil
Día 22/04/2013 - 09.45h
La solución al paro juvenil se puede encarrilar actuando sobre tres frentes: crecimiento, reforma laboral y formación profesional
En el debate sobre la crisis en la zona euro está
adquiriendo mucha atención el problema del paro juvenil. No podía ser
menos. Eurostat ya registra 3,7 millones de jóvenes entre 15 y 24 años
de edad que no tienen trabajo, lo que supone una tasa del paro para este
colectivo del 24,4%; la tasa de paro total se sitúa en el 11,8%. A la
cabeza del paro juvenil van España y Grecia, con tasas de más del 50%.
En los otros países en crisis (Irlanda, Portugal, Italia, Chipre) las
tasas están en el orden del 30 al 35%. Incluso Francia tiene un serio
problema, pues más del 20% de los jóvenes están en paro. Con estos
niveles contrastan Alemania, Austria y Holanda que registran en la zona
euro el menor paro juvenil (alrededor del 9%). Dentro del conjunto de
parados juveniles en los países en crisis hay muchos que no han
adquirido una formación adecuada y su productividad es baja; pero muchos
sí están muy bien preparados, mejor incluso que los jóvenes de
generaciones anteriores. Esto es especialmente alarmante.
Los dramáticos registros oficiales contienen un importante
componente de paro encubierto en la juventud. No todos los jóvenes
buscan activamente un empleo. Unos, porque todavía van al colegio,
permanecen más tiempo que el debido en las universidades o se dedican a
estudios adicionales de un máster. Otros, porque les gusta cambiar
frecuentemente de trabajo hasta encontrar el idóneo, aunque entremedias
se encuentren en paro. Además hay jóvenes que no creen poder encontrar
empleo y por eso abandonan el mercado de trabajo. Si se tienen en cuenta
estos aspectos, el nivel real de paro juvenil baja. Por ejemplo en el
caso de España, el Instituto para la Economía Alemana de Colonia estima
una tasa corregida del 19%. A efectos mediáticos, una cuota del 19% es
menos llamativa que una del 50%. Pero en ningún caso, ni respecto de
España ni de los demás países en crisis, donde la situación es parecida,
cabe una relativización del problema.
Las causas del elevado paro juvenil en la periferia
meridonial de la zona euro varían de un país a otro, pero hay bastante
en común. La recesión ha afectado más a los jóvenes que a los activos
mayores debido a que tienen menos cualificación y experiencia
profesional y las empresas pueden prescindir de ellos más fácilmente,
máxime cuando los contratos de trabajo son temporales. En el caso
especial de España, la fuerte crisis en el sector de la construcción
residencial ha puesto en la calle a un gran número de jóvenes, nativos e
inmigrantes. Además, los empleos de los jóvenes están especialmente
expuestos a la competencia desencadenada por los países emergentes de
salario bajo, que obliga a las empresas a sustituir mano de obra por
maquinaria o a trasladar la producción a otros países con costes
laborales bajos. También repercuten adversamente salarios mínimos
interprofesionales, establecidos por decreto, si estos son demasaido
elevados, como es el caso en Francia.
Los efectos del paro juvenil son a todas luces muy
negativos. Es un desastre para la economía que los jóvenes sin empleo
pierdan la motivación del rendimiento y que sus conocimientos y
habilidades decaigan al no ser usados (brain waste). Además, el país
pierde capital humano si estos jóvenes en paro emigran (brain drain); ya
lo están haciendo técnicos, ingenieros, especialistas de la
informática, arquitectos. Esta emigración reduce el potencial de
crecimiento económico. La alternativa a la emigración al extranjero es
para muchos la emigración interior en forma de una búsqueda de empleo en
la economía sumergida, incluso aceptando unas condiciones salariales
inferiores al valor del trabajo realizado y prescindiendo además de los
más elementales derechos de protección laboral. El Estado pierde
ingresos tributarios, la Seguridad Social cotizaciones; tarde o temprano
se les pasará la factura a los contribuyentes y afiliados.
Por consiguiente, la reducción del paro juvenil tiene que
ser un objetivo prioritario dentro de una política económica
responsable. No hay una receta mágica, tampoco se podrá subsanar el
problema de la noche a la mañana. Pero sí se puede encarrilar la
solución a medio plazo actuando simultáneamente en tres frentes:
crecimiento, reforma laboral y formación profesional.
En el primer frente han de crearse en la economía
condiciones favorables para la inversión empresarial y la innovación. Se
trata de establecer una senda de crecimiento sostenido en la que se
amplíen las oportunidades de empleo para la población activa en general y
así también para los jóvenes y en el que surja un entorno propicio para
que los jóvenes consideren la posibilidad de ser ellos mismos los que
se dan empleo, como emprendedores.
En el segundo frente hay que crear una regulación moderna
del mercado de trabajo, con la que no se encarezca artificialmente el
empleo de los jóvenes. Es necesario guardar un equilibrio entre el
interés del jóven activo por tener un puesto de trabajo seguro y la
necesidad de una empresa de poder ajustar la plantilla si las
condiciones reinantes en el mercado lo requieren.
El tercer frente es el más exigente. Dado que existe una
elevada correlación entre la búsqueda exitosa de trabajo y la
cualificación del jóven y habida cuenta de que no todos los jóvenes
tienen talento o interés por estudiar una carrera universitaria, hay que
desarrollar a nivel empresarial un sistema de formación profesional del
que salga en el futuro la mano de obra cualificada, cubriendo toda la
gama de oficios requeridos en la economía. El modelo dual alemán es un
referente. Es muy positivo que en España y en Portugal los Gobiernos ya
han tomado nota y trabajan sobre este tema. Queda por ver si las
empresas van a crear en la suficiente cuantía los puestos de aprendizaje
para los jóvenes que los demanden. La inversión correspondiente
arrojaría unos rendimientos valiosos, que no se reflejarían en la cuenta
de resultados directamente, pero sí indirectamente en cuanto la
disponibilidad de mano de obra cualificada aumente la competitividad de
la empresa.
En el ambito político se barajan algunas ideas que por
seductoras que parezcan no son convincentes. Por ejemplo, el presidente
francés Hollande quiere financiar con dinero público nuevos puestos de
trabajo para gente jóven en el sector público, en asociaciones privadas y
en organizaciones sin ánimo de lucro. Algo parecido ya había hecho el
Gobierno socialista de Jospin a finales de los años noventa. El
resultado fue muy modesto, pero no la carga presupuestaria que fue
notable.
Otra idea ha sido lanzada por la Comisión Europea: que los
gobiernos den una garantía de empleo, de aprendizaje o de prácticas para
los jóvenes. Parece ser que los burócatas de Bruselas creen que el
problema del paro juvenil se puede eliminar por decreto. Con las mismas,
podrían decretar el fin de la recesión y de la crisis de la deuda
soberana. En una economía de mercado, el trabajo no se crea desde las
esferas gubernamentales sino en primera línea desde la empresa privada.