Barcelona, Editorial de la Vanguiardai 10.11.2015
En una misma jornada y con un lapso de pocas horas, el Parlament votó
ayer una proposición no de ley que rompe con la Constitución e inició
el debate de investidura del presidente de la Generalitat con una fumata
negra en el horizonte.
Se decide romper paulatinamente
con España –una declaración unilateral de independencia encubierta– y se
mantiene en puntos suspensivos la gobernación del país. Este es el
mensaje que el Parlament de Catalunya está a punto de enviar a los
organismos internacionales, a las cancillerías europeas, al Gobierno de
España y a toda la sociedad. Ruptura y poder vacante por falta de un
mínimo acuerdo entre la mayoría.
Hay mayoría
parlamentaria para proclamar esa virtual ruptura mediante una moción
retórica, hiperbólica y mal redactada, y no parece haberla para formar
gobierno. Hay mayoría para la huida hacia delante y no la hay para una
gobernación coherente. Esta es la fotografía del 9 de noviembre del
2015, jornada que pasará a la historia de los errores de Catalunya, con
el agravante de la parodia. Una pequeña, triste y deslavazada
simulación del Sis d'Octubre de 1934, que puede poner en riesgo la
autonomía de Catalunya, la amplia corriente de movilización social en
favor del autogobierno registrada estos últimos años, y la propia
autoestima de los catalanes. Bastaba observar el rostro de los miembros
del actual Govern de la Generalitat durante la votación. Rostros graves,
muy preocupados y encerrados en sí mismos. El semblante del presidente
en funciones, Artur Mas, describía perfectamente la situación. No fue
ayer un día alegre. No lo fue para gran parte de los ciudadanos de
Catalunya. Sólo los diputados de la Candidatura d'Unitat Popular
transmitían felicidad. ¡Con sólo diez escaños y el 8,2% de los votos han
logrado arrastrar las aguas del Parlament hacia su molino! El grave
error táctico cometido por la coalición Junts pel Sí y muy
particularmente por Convergència Democràtica –el partido que ha
gobernado Catalunya durante 28 de los 35 años de autonomía–, consistente
en tramitar una resolución maximalista y rotundamente inconstitucional a
cambio de nada, lo puede acabar pagando el conjunto de la sociedad
catalana. No es inteligente. No es justo. No es necesario. No fue eso lo
que se votó el pasado 27 de septiembre.
Después de más
de tres años de intensas movilizaciones cívicas en favor de un mayor
reconocimiento de Catalunya y de un trato más justo, llega el momento
del error. Es decepcionante. Esas movilizaciones empezaron a
desarrollarse en el 2010, inmediatamente después de la infausta
sentencia sobre el Estatut, bajo la enseña del soberanismo, es cierto,
pero desde el primer día han agrupado muchos matices y sensibilidades,
logrando reunir a mucha gente con la premisa del gradualismo y la
tranquilidad. El error del 9 de noviembre del 2015 consiste en dividir
ese caudal cívico, instalar a la gran mayoría de la sociedad en una fase
de angustia y alimentar, todavía más si cabe, los anticuerpos españoles
contra el autogobierno catalán. Con el gesto de ayer nada se refuerza
en Catalunya, salvo la genuina radicalidad de un partido que no alcanza
el 10%. Nada se refuerza y el conjunto social sale perdiendo.
Quienes
han auspiciado el error del 9 de noviembre deberían reflexionar
urgentemente sobre ello y propiciar, lo antes posible, una inteligente
rectificación. Nada se ha roto aún de manera irremediable. Hay que
empezar a trabajar ahora mismo por una oportuna y eficaz reconducción.
Hay tiempo. Existe una potencial mayoría parlamentaria para llevar a
cabo esa rectificación después del 20 de diciembre.
La
ruptura exprés y el maximalismo en ningún caso pueden ser la divisa de
una mayoría parlamentaria que acudió a los comicios de septiembre con un
logotipo de caligrafía cuasi infantil y con una promesa de
independencia de costes reducidos. La coalición vencedora no se dirigió a
los electores pidiéndoles el veloz advenimiento de la república
catalana, expresión voluntariamente ignorada en su programa, con apoyo
en votos inferior al 50% y sin mayoría absoluta. De haber incluido la
resolución aprobada ayer en el programa, Junts pel Sí estaría hoy quizás
por debajo de los sesenta diputados. El 27 de septiembre, la sociedad
catalana no votó mayoritariamente ruptura exprés. Si el Parlament no
interpreta correctamente esa realidad de fondo, podemos estar en puertas
de una colisión nefasta para la autonomía de Catalunya tal como hasta
hoy la hemos conocido.
La resolución aprobada por el
Parlament no sólo choca con la Constitución vigente, sino que se sitúa
al margen del orden europeo. En ningún caso y bajo ninguna circunstancia
la Unión Europea podría aceptar o mirar con simpatía que uno de sus
territorios se proclame ajeno a las leyes vigentes y decida desconocer
la jurisdicción del tribunal de garantías constitucionales. Desde la
firma del tratado de Roma en 1957, jamás ha ocurrido cosa parecida en la
Europa democrática. Quisiéramos recordar que el transversal catalanismo
europeísta sigue teniendo mayoría en la sociedad catalana. Un motivo
más para trabajar lo antes posible en la reparación del error.
El
presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, anunció ayer mismo la puesta en
marcha de los mecanismos de respuesta, que pasan por el Tribunal
Constitucional (TC), dotado ahora de poderes coercitivos. La resolución
será elevada al TC y este procederá a su anulación en las próximas 48
horas. Rajoy dijo ayer en la localidad de Béjar que la respuesta
gubernamental será de carácter exclusivamente jurídico. "Aplicaremos
sólo la ley, pero toda la ley", afirmó el presidente, que hoy mismo
volverá a entrevistarse con el jefe de la oposición, el socialista Pedro
Sánchez. Es muy importante que el Gobierno se atenga al principio de
"proporcionalidad" reiterado durante las últimas semanas y no se vea
arrastrado por la reclamación de acciones punitivas, que viene
efectuándose desde su ala derecha. La actuación del Tribunal
Constitucional es suficiente.
Ley y política. La mayoría
parlamentaria catalana ha cometido un grave error que contradice el
deseo y la intención de parte de sus votantes y que puede colocar al
Parlament en ruta de colisión con la propia sociedad, que
mayoritariamente no desea rupturas, ni teatrales esguinces. El error
debe ser rectificado. Estamos seguros de que después de las elecciones
generales habrá mayores márgenes para ello. Faltan poco más de cuarenta
días para la cita del 20 de diciembre. La consigna catalana debe ser
ahora mismo evitar cualquier tipo de aventura. Que se imponga la
inteligencia.