El Erotismo en el Rococó (I) - GALERÍA: François Boucher (1)
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El Erotismo, Hijo de la IlustraciónEstas consideraciones previas, si peregrinas (algo que va con mi carácter y experiencia, como recientemente he demostrado), eran necesarias y traídas a cuento de lo que sigue. El sexo no ha sido concebido siempre de la misma manera, si bien los móviles apenas han variado; concebido de forma sana y natural: la reproducción como resultado final y la satisfacción sobrevenida que el proceso conlleva (no siempre asegurada, ni la una ni la otra); de forma insana: el negocio que gira alrededor del (más o menos placentero para unos/as, más o menos sórdido para otras/os) comercio sexual. Este triple objetivo (reproducción, placer, negocio), vayan o no mezclados en diferente proporción, como digo, ha permanecido invariable a lo largo de casi toda la historia de la humanidad. En unas épocas, más permisivas y tolerantes, con menos sordidez; y en otras épocas, menos tolerantes y permisivas, más represivas, con una sordidez mayor. Lo que ha cambiado (lo percibimos, al menos, como tal, quizá debido a un problema de cercanía) es el concepto del sexo como erotismo, como potencial virtud de crear a su alrededor y poner en funcionamiento fuerzas más espirituales que las necesarias para el mero placer físico que los sentidos facilitan. El sexo se ha complicado, podríamos decir, y probablemente no nos equivocaríamos. Al fin y al cabo se trata de uno de los motores más poderosos de la vida; una necesidad básica, como nos diría Manslow, ubicado en la base de una pirámide cuyo zenit --refinamiento del ser consciente del Hombre-- lo ocuparía la autorrealización, la espiritualización. Y es aquí a donde quiero ir a parar. El Erotismo, a partir del siglo XVIII, de la Ilustración, de la muerte de dios, y, sobre todo, de la justificación exploradora del psicoanálisis de Freud y Jung, escaló por sí solito la pirámide hasta encaramarse en todo lo alto. El Sexo se hizo Erotismo, se espiritualizó. Se hizo fin en sí mismo. Ya Santa Teresa, en sus éxtasis místicos, derrochaba erotismo para acceder a una revelación inefable por otros medios. Se puede seguir considerando el sexo como sexo, es decir, en su faceta más animal y física, meramente reproductiva; pero, además, hemos descubierto que su influencia, como una nebulosa de bellos colores --bautizada como Erotismo-- contamina casi todo lo que el ser humano realiza; se expande, como el éter a todos los ámbitos donde el hombre pone su atención. Del Sexo como necesidad para que la vida continúe, hemos pasado al Erotismo que embellece y procura una vida más satisfactoria. Aun cuando el fin del erotismo sea la posesión --en el disfrute-- del ser amado (aquel que nos erotiza), ésta --la posesión-- no siempre se resuelve en el único fin, sino que es utilizada como medio para, aprovechando la tensión vital que supone, la realización de empresas creativas. Es, pues, el Erotismo, también, fuente y energía inagotable de donde se extrae el impulso creador. El Erotismo es estímulo invisible, atmósfera que hace posible hallazgos insospechados en la matriz generadora de la vida (uno no tiene más que enamorarse para despertar en sí al poeta que todos llevamos dentro; como si mediante ese estado erotizado, producido por el amor, fuésemos capaces de acceder a un territorio vedado en una situación normal).
(continuará)
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Rococó
(Petit romance)
(Petit romance)
En la muy galante Francia,
muerto el rey que fuera Sol,
uno mucho más ardiente
en el trono se sentó:
quince amantes sostendrían,
en continua sucesión,
una bien ganada fama
de salaz recamador.
De los Luis, decimoquinto,
por el lis, de los Borbón,
si apodado el Bien Amado
del apodo se invistió:
favoritas en la cama,
que avivaron bien su ardor;
y, en la Corte, lagoteros
prestos a la adulación.
Escenario libertino,
éste que al sexo crisol,
donde fundir interdictos
y que al sexo liberó.
Hasta el arte se propaga
la sensual excitación,
fecundando la pintura
de desnudos, sin pudor:
nunca tanto culo hermoso
en los cuadros se pintó,
ni recibiera tal culto
ni rendida admiración;
nunca tanta morbidez
ni tan rosado rubor
en las pechos y mejillas
de los cuadros floreció;
ni tantas tuviera el cielo
alitas de coupidon,
recubriendo tanto cuerpo
de almibarado dulzor.
Lo sexual deriva en arte,
que Sade al cielo encumbró
haciendo filosofía
en privado tocador.
Los sentidos se exacerban:
se disfruta con fruición
de la cama y de la mesa,
a contrapelo de Dios.
Se humaniza el ser humano,
y a la luz del gris farol
la ciencia sienta reales
ante la superstición.
Alumbran la Enciclopedia
d'Alembert y Diderot,
que junto a Voltaire dan brillo
a un siglo deslumbrador
("De las Luces" se etiqueta,
tanto entonces como hoy,
esta centuria brillante
que las sombras disipó).
El sexo se hace erotismo;
la carne, sublimación;
el espíritu se encarna
a un cuerpo todo esplendor.
Lo vehemente del barroco,
su violento tornasol,
se refina y alambica,
se hace tierno: Rococó.
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GALERÍA
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François Boucher
(1703-1770)
(1) 1732-1750
(1) 1732-1750
Venus demanding Arms from Vulcan to Aeneas (1732)
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Aurora and Cephalus (1733)
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Mercury confiding the Infant Bacchus to the Nymphs (1732-34)
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Rinaldo y Armida (1734)
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The Rape of Europe (1734)
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Hercules and Omphale (1735)
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Charms of country life (1737)
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Daphnis et Chloe
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Bacchantes (1745)
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Companions of Diana (1745)
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The Abduction of Europe (1747)
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The Abduction of Europe (detail) (1747)
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The Birth and Triumph of Venus (1740)
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Vertumnus and Pomona
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Leda and the Swan (1741)
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Diana Getting out Her Bath (1742)
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L'Education de Cupidon (1742)
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Jupiter and Callisto (1744)
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Aurora and Cephalus (1745)
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Diana after the Hunt (1745)L'Education de Cupidon (1742)
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Jupiter and Callisto (1744)
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Le Marriage de Psyché et l'Amour (1744).
Aurora and Cephalus (1745)
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La Toilette de Venus (1746)
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