Alberto Fabra, todavía presidente de la Generalitat y del PP, anunció ayer que se marcha pero, en realidad, se quedará, como pronto y después de la peor derrota electoral de los populares en la Comunidad, hasta el año que viene como referente del partido. Con este guión de sainete y al estilo en «diferido» marcado directamente por María Dolores de Cospedal, Fabra intentó capear el temporal durante una tensa reunión de la Junta Directiva Regional en la que el PP, de facto, queda descabezado con un líder que tiene fecha de caducidad y con su carrera política finiquitada. Una convocatoria en la que, sobre todo, se escucharon críticas muy duras de cargos de Alicante alineados en su día con Francisco Camps y de afines al presidente de la Diputación de Valencia, Alfonso Rus, contra Fabra, al que le pidieron la dimisión inmediata; y reproches a la figura de Mariano Rajoy como máximos responsables del hundimiento en unos comicios en los que el PP se ha enfrentado –arrastrado por la corrupción, el descontrol en la gestión y la crisis económica– a la cruda realidad de volver a la oposición después de una hegemonía casi absoluta de dos décadas.
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