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Artículo en Información
En su primer discurso dedicado en exclusiva a construir los pilares de su propuesta económica, Pedro Sánchez se remontó al paso de la peseta al euro como el punto que marcó la caída de la economía española. «O no se hizo esa transición. O, desde luego, si se hizo, fue muy mal», subrayó el dirigente socialista en una intervención inicial muy estructurada. El secretario general del PSOE, con corbata roja y que se autodefinió como «socialista y de izquierdas», describió como ese panorama, a su juicio, había generado poco a poco un deterioro del empleo y un «estrechamiento» de la clase media que, a su vez y con el tiempo, se ha traducido, detalló, en un alto endeudamiento privado, una baja competitividad, en más desempleo y precariedad, en una mayor deuda para las instituciones públicas y en un incremento de las bolsas de desigualdad y pobreza.
Para poner coto a lo que Pedro Sánchez definió, hasta en dos ocasiones, como «capitalismo de amiguetes y de casino», el nuevo líder del PSOE emplazó a toda la sociedad, no sólo a las fuerzas políticas, a afrontar con «coherencia y tenacidad» esa segunda transición con la creación de 600.000 empleos en la industria y, a partir de una reordenación de las deducciones fiscales, incentivar a los empresarios para elevar el número de sociedades de tamaño medio y grande, muy limitado hasta ahora en la económía española. Un conjunto de medidas para perseguir «sin parches» el fraude fiscal que, a día de hoy, cifró en los 60.000 millones, cuatro veces el presupuesto de la Generalitat para un año. Tomar medidas para atajar la «pobreza energética». Evitar la concentración del poder económico. Y un nuevo Estatuto de los Trabajadores y otra reforma legislativa –elemento que introdujo durante el debate– para abordar los tiempos laborales, la conciliación con la vida familiar, acabar con la temporalidad o poner el despido como último recurso. «Crear empleo no puede ser a costa de trabajo mal pagado y precario», advirtió.
«Frente a ese capitalismo de amiguetes que está en el origen de la corrupción –deslizó Pedro Sánchez para situar su discurso en el centro de la actualidad–, tenemos que ir hacia una economía basada en el talento, el mérito y la capacidad en la que la competencia actúe como una fábrica de emprendedores». «Otra política económica es posible», subrayó el nuevo líder del PSOE. Para provocar ese cambio tan profundo, vino a decir Pedro Sánchez, el conjunto de España disfruta de un potencial que, en su opinión, facilitará la mejoría y que, a su vez, tendrá un impacto positivo para sacar del atolladero una «economía gripada». «Tenemos que renovar la economía española en la crisis», concluyó Sánchez.
En su primer discurso dedicado en exclusiva a construir los pilares de su propuesta económica, Pedro Sánchez se remontó al paso de la peseta al euro como el punto que marcó la caída de la economía española. «O no se hizo esa transición. O, desde luego, si se hizo, fue muy mal», subrayó el dirigente socialista en una intervención inicial muy estructurada. El secretario general del PSOE, con corbata roja y que se autodefinió como «socialista y de izquierdas», describió como ese panorama, a su juicio, había generado poco a poco un deterioro del empleo y un «estrechamiento» de la clase media que, a su vez y con el tiempo, se ha traducido, detalló, en un alto endeudamiento privado, una baja competitividad, en más desempleo y precariedad, en una mayor deuda para las instituciones públicas y en un incremento de las bolsas de desigualdad y pobreza.
Para poner coto a lo que Pedro Sánchez definió, hasta en dos ocasiones, como «capitalismo de amiguetes y de casino», el nuevo líder del PSOE emplazó a toda la sociedad, no sólo a las fuerzas políticas, a afrontar con «coherencia y tenacidad» esa segunda transición con la creación de 600.000 empleos en la industria y, a partir de una reordenación de las deducciones fiscales, incentivar a los empresarios para elevar el número de sociedades de tamaño medio y grande, muy limitado hasta ahora en la económía española. Un conjunto de medidas para perseguir «sin parches» el fraude fiscal que, a día de hoy, cifró en los 60.000 millones, cuatro veces el presupuesto de la Generalitat para un año. Tomar medidas para atajar la «pobreza energética». Evitar la concentración del poder económico. Y un nuevo Estatuto de los Trabajadores y otra reforma legislativa –elemento que introdujo durante el debate– para abordar los tiempos laborales, la conciliación con la vida familiar, acabar con la temporalidad o poner el despido como último recurso. «Crear empleo no puede ser a costa de trabajo mal pagado y precario», advirtió.
«Frente a ese capitalismo de amiguetes que está en el origen de la corrupción –deslizó Pedro Sánchez para situar su discurso en el centro de la actualidad–, tenemos que ir hacia una economía basada en el talento, el mérito y la capacidad en la que la competencia actúe como una fábrica de emprendedores». «Otra política económica es posible», subrayó el nuevo líder del PSOE. Para provocar ese cambio tan profundo, vino a decir Pedro Sánchez, el conjunto de España disfruta de un potencial que, en su opinión, facilitará la mejoría y que, a su vez, tendrá un impacto positivo para sacar del atolladero una «economía gripada». «Tenemos que renovar la economía española en la crisis», concluyó Sánchez.