Tras la publicación
de mi carta al director sobre el “menfotismo alicantinos” en el diario
INFORMACIÓN del 1 de actual, he recibido varias quejas y comentarios sobre mi
falta de escrúpulos sobre nuestra identidad alicantina. Sin embargo, nadie me
habla de lo positivos que somos o de la identidad colectiva que tenemos. El
alicantólogo por excelencia don Vicente Ramos escribió que el paladín del
alicantilismo fue el poeta José Mariano Miligo Inglada, nacido Alicante en 1859,
pero se quedó sólo en amor por la “millor terreta del mon”. Otro alicantólogo
como Lorenzo Carbonell dijo durante la II República: “Nuestro alicantinismo, ha
de ser colectivo y de dignidad, de emancipación de este pueblo, dominado por el
intrusismo que ha ido anulando su personalidad”. Siguiendo estas ideas de ahcer patria Vicente Ramos quiso fortalecer
nuestra identidad creando el alicantinismo y la alicantinidad que fracasó. En
1980 formó parte de la Asociacio Defensora dels Interessos Alicantinos (ADIA),
intentó crear partido Unión Provincial
Alicantina. El alicantinismo es una entelequia, una utopia, no existe. Se ha
quedado en un cajón de sastre al que acuden algunos políticos para recordarnos
cuales son nuestras necesidades y carencias en vísperas de elecciones. El
alicantismo se reduce a Alicante ciudad, puesto que los de Elche, Vega Baja,
Elda-Petrer y los del Vinalopó, como alcoyanos y Marina Alta no se consideran
alicantinos. Desde el tratado de Almizra de 1244 estamos divididos en la cuestión
lingüística: valenciano y castellano. Somos un puzzle de residentes de
manchegos, castellanos, murcianos, asturianos y extranjeros. Nuestro equipo de
fútbol señero se llama Hércules. Mi pregunta es: ¿Cuál es nuestra identidad,
nuestro nacionalismo alicantinismo?, que
tanta falta nos hace. Nosotros no nos sentimos valencianos, aunque administrativamente
pertenezcamos a la Comunidad Valenciana desde las Autonomías 1978. Valencia nos
ignora como ignora a Castellón. La provincia de Alicante desconoce su poder.
Somos la cuarta en población. Superamos por habitantes a Asturias, Aragón,
Baleares, Extremadura, a Murcia, a Navarra y a Cantabria y no digamos a la
Rioja.
Ramón Fernández Palmeral