OPINIÓN /La República de las ideas
El final del Juancarlismo
José Oneto
Desde la austeridad del contenido de la Ley Orgánica que ya ha sido enviada al Congreso de los Diputados que costa de un artículo único con un total de 48 palabras, incluidas las que establecen en la disposición final única, su entrada en vigor, hasta la misma exposición final de la Ley que, sorprendentemente se limita a recoger el texto del discurso con el que el Rey anunció que abdicaba, hasta el hecho mismo de los debates que se anuncian donde no habrá oportunidad de entrar en esa polémica política que se ha abierto en la calle sobre Monarquía y República, pasando por la aceleración de los trámites por los que tiene que pasar la Ley en el Congreso y en el Senado.
Viendo la Ley no se entiende esa nota oficial de que el jefe de la Casa Real Rafael Spottorno y la vicepresidenta del Gobierno Soraya Sáenz de Santamaria han estado negociando el texto de una Ley Orgánica de un solo artículo y discurso oficial incluido, en la que no se establece el nuevo status de Don Juan Carlos cuando deje de ser Rey, momento en que perderá la inviolabilidad que pasará al nuevo Rey, tema delicado que no ha querido ser abordado en las actuales circunstancias, probablemente por no encontrar el suficiente consenso ni en el Parlamento ni en la calle, que ha abierto un claro debate sobre la necesidad de un Referéndum sobre Monarquía y Republica.
Ya estaba decidido en la nueva Ley Orgánica del Poder judicial que tanto la Reina (en este caso Letizia), como los Príncipes de Asturias serían aforados lo que significa que solo podrán ser juzgados por el Tribunal Supremo, igual que ministros, diputados senadores y parlamentarios autonómicos. No es el caso del Rey padre que dependerá en cuanto a funciones a lo que decida su hijo como Jefe de la Casa Real. Simultáneamente tanto las infantas Cristina (a punto de ser imputada por el caso Nóos) y Elena, como los hermanas de don Juan Carlos dejaran de ser “Familia Real” para ser “familia del Rey”. Forman parte de la Familia Real los padres del futuro rey Felipe VI, los nuevos monarcas y sus hijas Leonor y Sofía.
La rapidez con la que viene actuando el Gobierno, no ha dado tiempo todavía para digerir la noticia de la abdicación, algo que ha sido guardado por algo más de una docena de personas en un estricto secreto, a pesar de que fue lo que provocó el que el líder de la oposición Pérez Rubalcaba, una vez convocado el Congreso extraordinario del PSOE, tras la debacle electoral del 25 de mayo, y su anuncio de tirar la toalla, siguiese al frente del grupo parlamentario para garantizar la votación de la Ley Orgánica de la Abdicación, que ha comenzado este mismo martes a tramitarse en el Congreso de los Diputados, para pasar, después del 11 de Junio al Senado.
Si en el país la noticia fue recibida por sorpresa, no menos sorpresa manifiesta la totalidad de la prensa mundial que recoge con amplitud análisis, crónicas e, incluso editoriales, en torno a lo que se presenta como un auténtico acontecimiento político que cierra toda una época en España en unos momentos en que el país sigue sumido en una gran crisis económica, de la que intenta recuperarse, con un problema de corrupción importante dentro de la clase política y con un desgaste de las instituciones que hicieron posible esa transición modélica, que impulsó el Rey con el apoyo del pueblo español.
La mayoría de los medios destacan las luces y las sombras de la crisis por la que atraviesa la Monarquía y el propio Rey (llevaba una vida de lujo, pidió perdón a la nación, pero no logró salvar la Corona, llega a decir algún periódico) pero hay que decir que, la mayoría, reconoce el papel fundamental que ha desempeñado en la normalización política del país, en la recuperación de las libertades y en la incorporación de España, después del franquismo, al club de los países más modernos de Europa. Un Rey que según el Frankfurter Allgemeine Zeitung ha sido, quizás, el ultimo monarca realmente político en Europa “debido a la historia de su país que únicamente de forma tardía logró liberarse de una dictadura que duró casi cuatro décadas”. Un país, además, donde han predominado más los “juancarlistas” que los monárquicos… Quizás por eso The Economnist habla, por cierto, del fin del Juancarlismo.