Pedro Almodóvar
Realidad y narración
A veces
ocurre que, cuando estás en plena tarea, construyendo una ficción, te
invade la sensación de que lo importante está ocurriendo fuera, algo
mucho más poderoso que la historia que tú estás creando con mimo y
obsesión. Es cierto que el ser humano contemporáneo necesita una dosis
diaria de ficción, sin la que no sabría vivir, pero también es cierto
que en muchas ocasiones los rugidos de la realidad que atraviesan
nuestras televisiones y las pantallas de nuestros ordenadores son tan
potentes que te dejan sin aliento y con la sensación de que una película
es algo insignificante comparado con ellos. Me ocurrió el martes
mientras montaba la mía y un impresionante tsunami ciudadano bramaba en
la Plaza de Neptuno por su derecho a disentir con los políticos que
dicen representarles, reunidos a la sazón en el Congreso. El grito de
esta marea, cercada y en ocasiones apaleado y arrastrado por los 1.300
policías en la Plaza de Neptuno, han llenado las primeras páginas de
todos los periódicos del mundo pero no han conseguido hacer vibrar el
tímpano de Mariano Rajoy, en sus días neoyorquinos. En su conferencia en
la American Society /Council of the Americas, Rajoy ha vuelto a editar
la realidad a su antojo, agradeciendo desde Nueva York a "la mayoría
silenciosa de los españoles que no se manifiesta".
Sr. Rajoy,
yo soy parte de esa mayoría silenciosa que no se manifestó el 25S y le
ruego que no tergiverse y mucho menos se apropie de mi silencio. Que no
estuviera físicamente en Neptuno no significa que no me indigne ante las
cargas policiales, la desmedida reacción de la delegada del Gobierno,
la manipulación por parte de la televisión estatal de las imágenes de lo
ocurrido, la chulería de los agentes que se negaron a identificarse en
la estación de Atocha e intimidaron a los viajeros (todo ello lejos del
Congreso) mientras le prohibían a algunos fotógrafos que siguieran
trabajando, el empeño en que los madrileños nos encontráramos desde por
la mañana con una ciudad sitiada y que esta circunstancia nos
predispusiera contra los manifestantes (misión fallida, los madrileños
sufrimos en silencio o a gritos, pero no nos creemos a las personas que
nos gobiernan desde el Ayuntamiento o en nuestra Comunidad, personas
electas por la fatalidad y por las ventajas de estar incluidas en una
lista electoral cerrada).
Las imágenes
y todo lo que las rodea son manipulables, el color, las palabras, los
gestos, las intenciones, todo depende del narrador. Cualquier realidad
puede significar algo o lo contrario, según los intereses de quien la
narre. Los voceros del gobierno, el propio presidente, pueden narrar lo
ocurrido en Neptuno como les plazca, lo hacen cada día, pero por suerte
en los tiempos que corren resulta imposible ser el único narrador, por
muchos mamporros que la policía esté dispuesta a repartir a todo aquel
que porte una cámara.
Vivimos en
un mundo dominado por las nuevas tecnologías (en esta ocasión, benditas
sean), además de múltiples cámaras profesionales (impresionante verlos
trabajar en el centro mismo del seísmo, a la manera de los reporteros de
guerra. Admirable el testimonio que han dejado, tanto por su valor
moral como artístico) la mayoría de los manifestantes portan además de
gritos y eslóganes muy certeros ("Roban, pegan, no nos representan") una
cámara de fotos o un simple teléfono, cuyas imágenes no verán la luz en
TVE pero uno puede contemplarlas en otros medios digitales, o en
YouTube. En esas imágenes podemos ver con toda nitidez la porra,
absolutamente real, de un policía enmascarado, (todos lo están, excepto
algún infiltrado, que también los hubo y también hay testimonio de
ello), y el rostro descubierto de su víctima, pálido, con una brecha en
la cabeza, una brecha tan real que mana abundante sangre que a su vez
resbala por las mejillas de la víctima y le salpica la camisa. Sangre
roja, documentada, narrada por cualquiera de los asistentes al "acto".
He puesto como ejemplo una sola foto, pero en los medios no estatales hay muchísimas más, tantas como narradores que contradicen las versiones oficiales y que al menos por esta vez, están encontrando un amplio eco en los medios internacionales. Pueden seguir sucediendo barbaridades como las de esta semana, pero nuestra cruda realidad ("cruda" en sentido fotográfico, es decir, la primera imagen de la realidad cuando no está retocada), tan compleja y a la vez tan simple, va a tener múltiples narradores y muchos puntos de vista. A los responsables del orden público les va a resultar extremadamente difícil silenciarlos. No bastará con disparar pelotas ni arrastrar a los manifestantes por el asfalto.