(Cuando Rajoy salió plasma (02-02-2013) para dirigirse a los españoles sonre el Caso Bárcenas, se me pusieron los pelos de punta. Retrocedimos a los tiempos de las dictaduras asiática y sudamericanas)
1984 de George Orwell., cuyo título provisional fue El último hombre en Europa,
también ha conseguido algo al alcance de muy pocas obras: convertirse
en semillero de metáforas incluso para aquellos que nunca han pensado
leerla. ¿Quién dice que el Ministerio de Defensa —antes Ministerio de la
Guerra— no terminará llamándose un día Ministerio de la Paz? Pese a la
desasosegante presencia de la Neolengua, la Policía del Pensamiento o el
Ministerio de la Verdad, el gran triunfo del libro fue la creación del
Gran Hermano, que de señalar a los dictadores que se presentan como
padrecitos del pueblo al que someten, pasó a ser el programa de
televisión que todos conocemos. Fue hace más de una década y los
lectores de Orwell no daban crédito: fue como si los católicos empezaran
a bautizar a sus hijos con el nombre de Caín. Pese a que Mercedes Milá y
sus muchachos han conseguido que el ojo que todo lo vigila sea uno más a
la mesa, con frecuencia se olvida un elemento clave en la novela: la
omnipresencia del Gran Hermano en telepantallas instaladas por todos los
rincones. Lo ve todo y todos lo ven. Solo por eso alguien debería
decirle a Mariano Rajoy que limite sus apariciones vía plasma: no solo
tiene mala reputación literaria sino que alguien podría pensar que no
habla él sino un imitador, algo no tan reservado a los regímenes
totalitarios —Sadam Husein fue de los últimos en tenerlo— como podría
creerse. Aunque trabajó en la BBC, Orwell nunca supo que algunos
discursos radiofónicos de Churchill los leía alguien que imitaba su voz.
La Habitación 101 de George Orwell. Más que las consignas —“la ignorancia es la fuerza”—, los neologismos —lo contrario de bueno no es malo sino inbueno—
y más que el mismísimo Gran Hermano, la Habitación 101 es, pese a lo
poco que se habla de ella, el momento culminante de una pesadilla: la de
la ausencia total de intimidad. ¿Qué hay en la Habitación 101?
Imposible contarlo sin destripar la novela pero digamos que es el lugar
más horrible de la literatura universal, un infierno a la carta. Ni
siquiera Dante llegó tan lejos. Toda alusión al Gran Hermano debería
tener presente esa sala.
Orwell, periodista, políglota, nacido en la India y antiguo miembro de la policía
británica en Birmania [presenció todo tipo de torturas física y psicilógicas por parte de la policía británica en la colonia] , un cargo que le vacunó para siempre contra el
imperialismo. Irónicamente, el número de aquella sala terminaría
bautizando el elemento más escalofriante. La historia de los británicos en sus colonias ha sido terrible, mucho peor que los españoles en América.
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