Por Antonio Colomina en Portada de la Vega Baja, nº 546, febrero 2013
El Gobierno de la Generalitat Valenciana se ha cubierto de gloria con una de las últimas medidas que ha adoptado para la reducción del gasto público: eliminarle a los discapacitados las medicinas y las prótesis.
El paso dado por la Generalitat es salvaje, insolidario e inútil. Salvaje porque han entrado a saco en el colectivo más vulnerable y necesitado de la sociedad. Insolidario porque, un país donde se presume de ayudar tanto a los demás, se ha visto claramente que no es así, aunque ya lo están demostrando con los miles de desahucios. Inútil porque, eliminándoles a los discapacitados las medicinas y los pañales no van a sacarnos del pozo en que nos han sumido los políticos.
Si lo que desean es reducir gastos pueden empezar por desechar la mitad de los coches oficiales, gastos de representación, dietas, tarjetas visas oficiales, teléfonos móviles y ordenadores portátiles de alta gama; viajes en clase vips, así como rebajar la plantilla de políticos y asesores.
Arremeter contra el colectivo de discapacitados, sobre todo de los psíquicos, que son los más necesitados de la comprensión y de la solidaridad ciudadana, como si ellos tuvieran la culpa de la crisis es, cuando menos, una vileza en grado extremo. Parece ser que estos políticos de medio pelo quieren ver de nuevo a los minusválidos como en la posguerra, pidiendo limosna en las puertas de las iglesias. Mientras tanto, ellos disfrutan de una vida espléndida. Los que peinamos canas recordamos la llegada de algunos desconocidos personajes a la política nacional en la transición, venían con cara de frio y chaquetas de pana. Hay que ver el cambio que han dado todos, vean si no los modelitos que lucen ellas en la televisión y los caros trajes que visten ellos, se pasean en yates y viven en casas de lujo. Muchos de aquellos advenedizos disfrutan ya de una jubilación de oro, tal es el caso de Felipe González que, como sueldo de fondo tiene la de expresidente, aparte todos los añadidos. Otro ex de oro es José Bono. Y qué decir de José María Aznar, Eduardo Zaplana y un larguísimo etcétera. A la chita callando no dejemos atrás a los expresidentes autonómicos y exministros. Faltaría espacio en esta revista para enumerar uno por uno a todos los ex que se lo llevan calentito y encima son asesores de eléctricas y telefónica, así como conferenciantes de fortuna en países que recibieron en su mandato prebendas por parte de ellos…
Algún día, puede que me anime y yo mismo solicite una paga por ser exsoldado. Puestos a poner la mano creo que todos los que hemos realizado el servicio militar obligatorio tenemos derecho a cobrar como ex. A lo mejor, hasta nos daba la razón el Constitucional. Aquí, en esta España, puede pasar de todo…
La depresión que sufrimos los ciudadanos por la deplorable gestión de los gobiernos de la Generalitat Valenciana con las políticas de derroches: el fracasado aeropuerto de Castellón, la dudosa rentabilidad de la Ciudad de las Artes, las ruinosas Terra Mítica o Ciudad de la Luz, el tranvía alicantino, tan poco rentable que no acaban de ponerlo en marcha en su totalidad… y no hablemos de los llamados caso Gürtel, caso Brugal, caso Mercalicante… donde tantos políticos hay imputados y que siguen en la poltrona. Todos estos desmanes, el dinero mal gastado y, en algunos casos defraudado, a buen seguro que no lo van a recuperar quitándoles a las personas discapacitadas sus escasos derechos, conseguidos a base de muchos años de justas reivindicaciones.
Creo, en fin, que el Gobierno de la Generalitat Valenciana debe recapacitar en su decisión de mermar los insignificantes derechos de los discapacitados que, en su gran mayoría, son personas sin voz y frágiles a todas luces y, lo dicho, si necesitan sanear las arcas públicas, antes de fijar la mirada en estas humildes personas, que echen un vistazo a sus propios bolsillos. De no ser así, habrá que pensar que, sin paliativos, tenemos un gobierno autonómico despiadado y sin alma.