|
Lo importante de un Grupo no sólo es formarlo sino contarlo para que conste en la historia del arte, exponer. Uno de los expertos actuales es Juan Manuel Bonet.
ÉTICA
Y ESTÉTICA DE LA «ESCUELA DE VALLECAS»
|
Por
FRANCISCO CALVO SERRALLER
La
Escuela de Vallecas, el único grupo de vanguardia español
que consiguió reaparecer tras la guerra civil, ha dado pie a
todo tipo de polémicas. Por desgracia. estas polémicas
se han solido centrar en la discusión sobre el papel desempeñado
por este o aquel otro artistas en la génesis. desarrollo y ulterior
replanteamiento post-bélico de la citada Escuela, con menoscabo
de la significación artística en sí. Se reunían en cerro Almodóvar (Madrid)
No
es que me parezca mal aclarar los datos históricos y, a través
de ellos, valorar con justicia la legitimidad y el mérito que
corresponde a cada cual, pero creo que se ha inflado artificialmente
el aspecto anecdótico, en este caso, de suyo, bastante simple.
De hecho, en lo que se refiere a la creación de la Escuela en
1927, año ciertamente fundamental -mítico - para la vanguardia
histórica española, los testimonios rememorativos de sus
principales protagonistas, Alberto Sánchez y Benjamín
Palencia, resultan coincidentes, como también acaban casando
perfectamente los datos proporcionados por quienes participaron en la
experiencia vallecana de posguerra, por mucho que los enfrentamientos
personales entre los mismos hayan encrespado los ánimos y amargado
los recuerdos.
Es
evidente, no obstante, que, antes o después, no ha habido discrepancias
en cuanto a la sustancia documental del relato histórico de la
Escuela de Vallecas, y, en este sentido, considero la ultima prueba
definitiva la publicación del amplio estudio de José Corredor
Matheos ("Vida y obra de Benjamín Palencia"), en el
que, poco antes de la muerte del pintor manchego y, desde luego. con
su beneplácito, se confirmaron la mayoría de los datos
oficialmente establecidos. Un lieterado: Miguel Hernández.
Dejemos,
pues, de lado la dimensión anecdótica del asunto y vamos
directamente con su interpretación histórico-artística.
Me serviré para ello, una vez más, del archifamoso relato
retrospectivo de Alberto Sánchez, donde expone el credo estético
que orientó desde su origen la aventura. He aquí lo que
en él se dice: «Al participar en la Exposición de
Artistas Ibéricos, conocí a varios pintores. Casi todos
se fueron después a París. menos Benjamín Palencia.
Palencia y yo quedamos en Madrid con el deliberado propósito
de poner en pie el nuevo arte nacional, que compitiera con el de París.
Durante
un período bastante largo, a partir de 1927, más o menos,
Palencia y yo nos citábamos casi a diario en la Puerta de Atocha,
hacia las tres y media de la tarde, fuera cual fuese el tiempo. Recorríamos
a pie diferentes itinerarios; uno de ellos era por la vía del
tren, hasta las cercanías de Villaverde Bajo; y sin cruzar el
río Manzanares, torcíamos hacia el Cerro Negro y nos dirigíamos
hacia Vallecas. Terminábamos en el cerro llamado de Almodóvar,
al que bautizamos con el nombre de Cerro Testigo, porque de ahí
debía partir la nueva visión del arte español... |
|
|
|
|
|
|
|